Crítica de Into the Storm

Ahora hace dos años, más o menos, la cadena norteamericana de calidad televisiva por antonomasia, la HBO, nos ofrecía su mejor producto desde que sus grandes nombres, como «The Wire», «The Sopranos», «Deadwood», «Rome» o «Six Feet Under», finalizaran definitivamente su trayectoria: la mini-serie de siete capítulos «John Adams», acerca de uno de los más famosos padres fundadores de Estados Unidos y segundo presidente de la Historia del país. Desde entonces, y pese a que HBO aún se sostiene como la mejor cadena (aunque opere por cable) del momento gracias a series como «Curb Your Enthusiasm», «Entourage» o «True Blood», HBO ha perdido parte del grueso de su propuesta televisiva que antaño había conseguido gracias a todas aquellas series, antes mencionadas, que la hicieron grande durante la primera mitad de la década. La HBO está en periodo de transición, encontrándose en estos momentos en período de gestación una gran y muy prometedora hornada de nuevas series que seguro revolucionarán, otra vez, el panorama televisivo: lo nuevo de David Simon y Ed Burns; la nueva serie de Terence Winter (para el que escribe estas líneas, el mejor guionista de «The Sopranos») y, atención, Martin Scorsese; la adaptación de la saga de «Canción de Hielo y Fuego» de GRR Martin de la que os llevamos informando desde hace ya un tiempo; el nuevo proyecto de David Milch cuyo piloto dirigirá Michael Mann; lo nuevo de Spielberg y Tom Hanks como productores tras la fantástica «Band of Brothers», «The Pacific», de llegada inminente… Uno de los mayores macro-eventos televisivos que se recuerdan, vaya.

Mientras tanto, HBO ha tomado recientemente dos direcciones: una, ha estrenado algunas nuevas series (como «Hung» o «Bored to Death») como alternativa de transición antes de la llegada de esta nueva oleada; dos, ha seguido apostando por las tv-movies y las mini-series. Es en esta segunda estrategia donde HBO parece haber triunfado, puesto que tres de las cinco nominadas este año al Globo de Oro a mejor mini-serie o película para la televisión recaen en productos de la cadena: «Taking Chance«, «Grey Gardens» y la que hoy nos ocupa «Into the Storm».
«Into the Storm», cuyo subtítulo, por si había dudas, es «Churchill at War», podría entenderse como la continuación a la anterior «The Gathering Storm», película producida de por la misma HBO en 2002 y que se centró también en la figura de Winton Churchill, interpretado en aquella ocasión por Albert Finney, relatando sin embargo una etapa distinta de la que ocupa «Into the Storm»: los años inmediatamente anteriores a la Segunda Guerra Mundial. En cambio, esta nueva revisión televisiva de la figura del que fue por dos veces Primer Ministro inglés prefiere abordar los años que transcurrieron durante el conflicto bélico. Churchill es esta vez interpretado, brillantemente, por el actor irlandés Brendan Gleeson, que construye un retrado hiperrealista del personaje histórico (la apariencia física y, en especial, la voz, son prácticamente idénticas) y que le valió el Emmy además de una merecidísima nominación como mejor actor de mini-serie o película para la televisión en los Globos. Sin embargo, al contrario de lo que pasaba en «John Adams», con la cual es dificil no establecer paralelismos, detrás de un magnífico actor principal encontramos una película que falla en algunos puntos importantes. La buena noticia es que el problema de «Into the Storm» no es, propiamente, de «Into the Storm» o de un mal trabajo de ninguno de sus responsables, sino de la elección de su formato: los 100 minutos que dura el telefilm saben a tan poco que el producto, contruído bajo unos pilares muy ambiciosos (la recreación histórica de toda una época), se queda corto.

 

 

Por tanto, el problema de «Into the Storm» reside en que su enfoque no concuerda con la elección de su formato, intentándose congeniar un producto, al fin y al cabo, cinematográfico (esto es, limitado en términos de tiempo), con un planteamiento de horizontes mucho más lejanos. En palabras sencillas, se intenta contar en 200 páginas algo que requiere de varios tomos. Así pues, encajar tan basta y apasionante historia en tan pocos minutos implica, inevitablemente, que mucho quede suelto: en primer lugar, dado que el guión, que pretende la recreación de hechos históricos más que el propio relato en forma de biopic (lo cual me parece acertadísimo), deba ajustarse a un esquema inapropiado hace que la propia estructura estructura del mismo, más que su contenido, cojee de forma considerable: la sucesión de escenas es demasiado rápida e inconexa, los saltos temporales son excesivamente largos y repetitivos, y demasiados hechos se dejan en el tintero, el principal perjudicado de lo cual es el propio personaje de Gleeson, que apenas si puede ser desarrollado correctamente.

 

En cierto sentido, por tanto, la elección de recrear cómo Churchill manejó Gran Bretaña durante la Guerra más que de inspeccionar su figura como personaje de gran potencial narrativo choca con el hecho de que no exista, sencillamente, el tiempo material suficiente para exponer de forma apropiada los hechos, como en cambio sí ocurría, de nuevo, en «John Adams». Ante esto, el guionista se ve pues obligado a sacrificar una visión del conflicto que podría haber sido mucho más poliédrica. En este sentido, y de forma un poco inevitable, la película tiende a preferir mostrar la recreación de los hechos más conocidos en la vida de Churchill más que a exponerlos con detalle, siendo el ejemplo más claro la escena de la Conferencia de Yalta, en la que se pone empeño en recrear fielmente la famosa fotografía entre Churchill, Roosevelt y Stalin, sin ni siquiera enfatizar en la necesidad de contarnos qué es lo que allí se llevó a cabo. En la misma línea, se encuentra a faltar mayor profundización en las relaciones entre personajes, especialmente entre las de Churchill y el entonces presidente Roosevelt (que se conoce guardaban una fuerte amistad), si bien la película prefiere enfocarse en este aspecto hacia la vida en pareja de Churchill y su esposa, Clementine (Janet McTeer, también nominada a los Globo), continuando la línea de la anterior «The Gathering Storm», así como siguiendo también el ejemplo de, otra vez, «John Adams».

 

 

Sin embargo, debo insistir en que todo esto es consecuencia directa de una mala adaptación del enfoque desde el cual se ha realizado la película al formato cinematográfico que éste ha decidido tomar. «Into the Storm» sería un producto al nivel de «John Adams» si, simplemente, hubiera sido una mini-serie y no un telefilme. Cabe valorar «Into the Storm», por tanto, dejando este problema de lado. Así, en cuanto permitimos que esto suceda y nos tomamos el telefilme considerando sus limitaciones en términos de formato (y pasamos por alto el hecho de que como producto histórico tenga una falta de referencias históricas) nos damos cuenta que «Into the Storm» se trata en realidad de un producto de alta calidad que, pese a estar relatado, como decía, a trompicones, evidenciando una continuidad temporal algo entrecortada y, por ende, una progresión dramática poco regular, parte de un personaje de enorme interés en un contexto de lo más propicio para construir un filme que, en realidad, no sólo haría las delicias de todo amante de la Historia sino también de todo aquel (¡como yo!) que siempre haya querido saber algo más de lo que sucedió en aquellos años. Una película brillantemente filmada e interpretada, además de escrita fielmente mediante en una presentación de los hechos que falla en el modo de exposición y en su escasa abundancia pero jamás en su contenido. Y, sobre todo, una película que afianza (aunque, claro, a su pesar) el formato del telefilme como una seria opción para realizar televisión cinematográfica de gran calidad.

7’5/10

Pau es un devorador de cine y series que, además, tiene la manía de no parar quieto. Ha vivido en diversas ciudades a su corta edad... y desde todas ellas nos ha enviado reseñas, ha participado en nuestros pinitos en la radio, nuestros podcasts... estudioso en sus ratos libres del cine, cuenta con novelas, cortos y guiones que quién sabe, lo mismo acaben viendo la luz antes o después.

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