Crítica de Invictus
Tras el éxito de crítica y público que logró su última película delante de las cámaras, Clint Eastwood retoma su habitual solemnidad (si es que la perdió alguna vez) tras ellas para adaptar la vida del presidente sudafricano Nelson Mandela, tomando como referencia la exitosa novela de John Carlin titulada en España «El factor humano». Satisfaciendo los anhelos de los más perturbados, el encargado de interpretar a Mandela es por fin Morgan Freeman, a quien acompaña Matt Damon como capitán del equipo de rugby nacional en un «Invictus» que se centra específicamente en el campeonato mundial de dicho deporte, celebrado en el 1995 en Sudáfrica para coincidir con el punto y final del apartheid.
Ya puede intuirse por tanto la carga social y política del nuevo trabajo (y van treinta y uno) del octogenario director, tan elegante como siempre pero aún más obvio, si cabe, que de costumbre.
Si algo le recriminábamos a «Gran Torino» (y en menor medida a la, para mí, superior «El intercambio«) era la banalidad de sus argumentos, expuestos de manera tan simple como para caer en la parodia y desde luego impropios de la personalidad misma del film. Cierto es que las últimas películas de Eastwood jamás han sido excesivamente exigentes con las neuronas del espectador, ofreciendo sus mensajes siempre bien masticados y limpios de cualquier perturbación, quizás para responder a la cultura cinematográfica de un director bebedor del cine clásico y alejado de los artificios y adornos actuales. Pero una cosa es simplificar hasta la náusea y otra bien distinta caer en la ingenuidad propia del cine para niños, algo con lo que jugueteaba «Gran Torino» y en lo que se hunde «Invictus».
Y es que sin que nadie haga nada por evitarlo, el guión de Anthony Peckham (quien por cierto es uno de los firmantes de «Sherlock Holmes«) presenta a los héroes de la película como seres cuasidivinos, y a los personajes de a pie como verdaderos santos y/o profetas de la palabra de Mandela, al tiempo que los coloca en situaciones o conversaciones sumamente forzadas (tanto como para resultar ofensivas) con tal de no perder ni un ápice de la claridad y llaneza del mensaje del film, antiracista, esperanzador y positivo donde los haya.
Ojo, no quiero poner en duda la gran labor del presidente sudafricano ni desprestigiar a su gente, nada más lejos. Pero sí reprobar los métodos de una película que de tan esforzada por evidenciar las grandezas del político acaba desvirtuando su discurso y llevándolo hacia la reacción opuesta, al deshumanizar la figura de Mandela y sus seguidores hasta convertirlos en paródicos robots monofuncionales.
Pongamos como ejemplo el totalmente gratuito e intrascendente diálogo entre el mandatario y uno de sus guardaespaldas. El primero le pregunta al segundo por su familia, quien responde preguntando a su vez por la del primero. Tras unos instantes de bloqueo físico y mirada perdida, Mandela responde que su familia está compuesta por cuarenta y dos millones de africanos, tras lo que se encierra en su casa. Momentos así empañan constantemente el metraje, llegando a enervar en más de una ocasión a un espectador que hubiera tenido suficiente, sin movernos del ejemplo tratado, con una sola opción: o con constatar que Mandela conoce por su nombre a todos y cada uno de sus empleados (y familiares), o con confirmar su interés totalmente volcado en su pueblo.
Semejante martilleo se hace una montaña demasiado alta, en especial si se tiene en cuenta la excesiva duración de la película que sobrepasa las dos horas sin ninguna necesidad, aunque afortunadamente deja algún guiño de genialidad, como el ver a Freeman sirviendo el té a Damon en su primer encuentro ante la incredulidad de Jason Bourne.
Aprovechando que nos hemos metido en la balanza de pros de «Invictus», también resulta interesante el planteamiento vertebral del film, organizado mediante tres puntos de vista tan distintos entre sí como similares en sus respectivas funciones de capitanes. Así, a los ojos de Mandela y los del jugador profesional de rugby cabe añadir la perspectiva del jefe del equipo de seguridad del presidente sudafricano, cuyo papel podría incluso considerarse como el de verdadero protagonista del film. Una pena que, una vez más, su función para el mismo se limite solamente a repetir la doble moraleja del film sobre la divinidad de Mandela y la aceptación racial.
Y es que casi parece que Eastwood y compañía se hayan dedicado a lanzarnos deliberadamente una de cal y una de arena, proponiendo grandes ideas para después echarlas por tierra mediante devenires desafortunados. Véase si no el tratamiento que recibe el deporte en que se basa gran parte de «Invictus». Se presenta como el tema de verdadero interés para la población (por encima de problemas sociales mucho más graves), si bien muchos no acaban de entender las reglas. El propio mandatario no tarda en darse cuenta de ello y centrar en la Copa del Mundo todos sus esfuerzos. Se atisban, por tanto, intenciones muy interesantes sobre manipulación de masas, discurso más que válido para la actualidad, y sin embargo, todo ello es rápidamente desechado en pros, una vez más, de la manida temática que adopta religiosamente el deporte en el cine: superación personal y social (el equipo nacional representa ¡oh! a todo el pueblo), integración racial etcétera.
Cambiemos de tercio y constatemos tan agridulces sensaciones en la banda sonora. Las habituales partituras melosas pero solventes del director de «Los puentes de Madison» se suman a acertados pasajes inspirados en la música africana tradicional (o por lo menos, como ésta ha aparecido siempre en pantalla). Pero en más de dos y de tres ocasiones, hacen acto de presencia tan molestas como olvidables canciones a lo Hannah Montana (o peor, a lo «Avatar«), que evocan a lo más triste de la animación infantil y acercan peligrosamente a «Invictus» a la categoría de una broma pesada.
Con tan titubeante panorama, toca ampararse de nuevo en la labor de Eastwood como director, magnífico, elegante, sobrio y potente como de costumbre. En este sentido, destacan cada una de las secuencias más pequeñas (el mero trayecto en coche de un punto a otro se convierte en todo un ejemplo), así como la visita del equipo de rugby que capitanea Matt Damon a las chabolas de los más necesitados, suficientemente emotiva y grandiosa como para hacer llorar de envidia a Danny Boyle. Pero sobre todo, brillan con luz propia los partidos de rugby, donde la cámara de Eastwood transforma al espectador en un jugador de campo, acercándose a cada jugada, pasando entre los jugadores y corriendo con ellos. Ante tal virtuosismo, resulta inexplicable la enajenación que sufre el director con el último partido, el decisivo enfrentamiento ante los temibles All Blacks de Nueva Zelanda. Con él, Eastwood pierde totalmente el norte, se empacha de cámaras ultralentas y atraganta con horteras imágenes digitales, por lo que del teórico punto álgido del film hace sus minutos más endebles.
Así pues, no puede decirse que «Invictus» sea una mala película, especialmente si se considera la globalmente interesante labor de Eastwood tras la cámara, pero sí de un biopic con lagunas de vértigo, suficientes para acabar con la paciencia de más de uno que no tuviera bastante con su consabido, cansino y reiterativo discurso que de tan forzado acaba perdiendo toda la credibilidad. Tan correcto, a grandes rasgos, como irregular, su conjunto se compone de momentos de gran potencia con otros para echar a la basura, y de todo ello tan sólo convencen totalmente sus dos estrellas protagonistas, a quienes no sorprendería ver premiados con algún relevante galardón.
Por lo demás, lo nuevo de Eastwood se antoja como una decepción en toda regla, aunque no por ello una mala película, pues seguimos estando ante uno de los mejores directores vivos del momento.
6/10
Bastante de acuerdo, la están sobrevalorando en exceso. Me pareció excesivamente plana.
sí, pero ya te digo que a mí esto me viene pasando con más o menos todas las últimas películas de Eastwood… de todos modos, sí creo que están justificados los tres globos a los que opta, de la misma manera que lo está el que no compita para nada más (aunque visto lo visto, podían haberla colado perfectamente ne lugar de cualquier otra, la verdad…)
Saludos, inquiline… un placer leerte por aquí!
Moria l ver estos dialogos tan repetitivos y la lentitud del film, o dios no se q le paso a EASTWOOD SE SE ALEJO de su melodrama el intercambio me gusto mucho pese a lo que dices y el gran torino mas o menos, pero es cierto nos e q le pasa, me decpciono esta pelicula de no ser po las tomas cuando jugaban.. del resto parecia JESUS CRISTO y los apostoles jejej…..creo q se hizo esta pelicula para demostar el talento de freeman, matt, clint como director… aunq no son mis favoritos, pero no estoy en desacuerdo con las nominaciones.
Caballero, si ya digo que para mí El intercambio es mejor que Gran Torino, que es la que todo el mundo adora y a mí se me hizo bastante pesada pese a sus virtudes. En cuanto a Damon & Freeman… pues oye, yo aún no me lo he planteado, pero sí veo a Freeman muy bien para ganar el premio!
Tio es cierto el intercambio es mejor alli no discuto pero pasa que el gran torino deja un excelente mensaje muy buena moraleja oye abrete vale se q tienes corazon ejjeje….
freeman lo veo mas proximo a un premio a matt peor bueno mehjor esperemos pero mi favorito es el aleman de malditos bastardos para actor de reparto….
freeman lo veo mas proximo a un premio q a matt pero mejor esperemos los globos pero mi favorito es el aleman de malditos bastardos para actor de reparto….
Freeman es mi candidato, que lo sepas ;) (en la porra que haremos esta noche Bluto, Haverchuck y yo :P)
Amigo estuve muy ocupado y no te puse comentar los dias posteriores al globo de oro…. Freeman bueno si pero sabia q no ganaria…
pues a mí me sorprendió que no lo hiciera, aunque me alegro de que haya sido en favor de el Gran Lebowsky, digo Jeff Bridges. Eso sí, de cara a quién lo ganará en los Oscar estoy más perdido…
Bueno yo creo q los tiron van por Jeff…
A mí me pareció que intentó mezclar demasiadas cosas y se notaba que era un encargo con cierto tipo de directrices.
Técnicamente me parece muy buena, haciendo algunas apuestas en cuanto a planos bastante atrevida para lo que es Clint y la foto como dices muy buena, tanto por los paisajes de Sudáfrica como por cierta escena “nocturna”.
Por cierto, en realidad no hay un buen retrato ni político ni humano de Mandela, porque como político sólo se centra en su utilización como vehículo de unificación el Rugby pero de las medidas políticas, sociales y económicas no se habla en ningún momento, y sobre el apartado humano también falla porque se le presenta como un “semi-dios” sólo haciéndole humano con algunos clichés como “el hombre abandonado por su familia”, “su familia es el pueblo de Sudáfrica”, etc..
Por cierto, lo único que me ha fallado aun siendo Clint es esa banda sonora que a veces llega incluso a ser “popera” pero sabiendo quien es el autor casi que se disculpa el no ponerle pegas.
Un saludo.
Onetwothree, pues yo no sé hasta qué punto sus males se deban a directrices ajenas, o que al propio Eastwood cada vez le parece mejor el masticar y azucarar todo, porque la crudeza (o como quiera llamarse) de los discursos de sus películas de joven queda muy lejos de sus últimas, donde todo se desvirtúa en pros de un mensaje casi para tontos! Eso sí, me parece muy bien que la película se centre sólo en el rugby y lo que supuso ese deporte en esa época para ese pueblo, ahí nada que objetar. Sí objeto, en cambio, en la versión humana… y de hecho la segunda de las frases que mencionas es la que uso como ejemplo negativo de la película…
De la BSO, mejor no hablamos (huelga decir que estoy de acuerdo al 100%)