Crítica de El irlandés (The Guard)
Alguien dijo alguna vez, discutiendo sobre la creación televisiva, que si el panorama de ficción ibérica debía pretender reflejarse en alguien para encontrar un lugar creativo cómodo era mucho más en los ingleses que en los americanos. Totalmente de acuerdo, el modelo de producción británico se encuentra mucho más cerca que el americano en objetivos y resultados de lo que debería ser el nuestro. Pero es que, además, los ingleses han logrado acomodar sus propias tradiciones a los modelos de ficción transatlántica para llegar, si les interesa, a un punto intermedio que no renuncia a un sabor autóctono y tampoco fracasa en intentos ampulosos de suplantación yanki.
Y es en cierto modo, extrapolando la teoría al terreno cinematográfico y extendiéndola a un ámbito irlandés, lo que logra The Guard. Partir de unos ciertos conceptos, estilemas, tics y recursos puramente hollywoodienses para incorporarlos a su propio discurso, que va algo más allá de la simple parodia prepotente, pueril y estéril, y ejercer como de una especie de versión europea de los modos americanos.
En este caso, de los policíacos con aroma de buddy movie casi, sí, ochentera. Y, es más, aquí el maridaje es explícito. En The Guard, o El irlandés, un agente del FBI (Don Cheadle) llega a un pueblecito gaeltacht para formar equipo con nuestro protagonista, un policía local interpretado por un Brendan Gleeson que escupe gaelicismo desde lo más hondo de sus ocho empastes. Pura brumilla irlandesa empapando una historia que de buenas a primeras se antoja profundamente enraizada en unas costumbres connemaresas. Esto es, poblado cerrado, hermético y autoalimienticio.
No obstante, El irlandés, bajo su carcasa cohesionada y una apariencia congruente y sólida, esconde un pequeño catálogo referencial que pasa por una asunción de los modos y formas del polar francés, la propia ficción policíaca británica o incluso el guiño al spaghetti western (no le cuesta mucho a uno imaginarse a Gleeson como una variante smog-friendly de Clint Eastwood). En lo que podría ser una versión casera de un drama criminal con visos de un Frankenheimer con acento cockney o la comedia thrilleresca de un Tarantino nacido en Chatsworth Estate. O quizá lo que podría haber hecho Guy Ritchie de haber querido envejecer plácidamente sin salir de sus Lock & Stock y Snatch.
Un crisol de referentes que, no obstante, una vez se para uno a considerar en lo que le da y le quita El irlandés, parece quedarle un tanto holgado. Aquí hay sana desmitificación, cortesía de la constante puesta en crisis de los tópicos policíacos y las convenciones genéricas y un medular humor negro que roza lo políticamente incorrecto: drogas, putas, niños con drogas, mafias. Pero también es cierto que todo ello queda en encomiable intención un tanto corta de miras. Como resultado de una trama que, aun con su profusión de trapicheos, mobsters chapuceros y/o filósofos y complots plurinacionales, se muestra excesivamente simple e incluso trillada, el balance final de la película termina siendo exiguo, su entramado argumental raquítico, las conclusiones e impacto posterior excesivamente anecdóticos. Casi como si John Michael McDonagh, director y guionista de aún corta carrera, no osara levantarse medio metro del suelo, que luego el posible batacazo no fuera demasiado duro.
Así que toca hacer un cierto acto de fe, pasarle a la película su falta de mordiente real y una vez despreciada la paja nos quedará el grano, un grano; redondo, duro, macizo. Mazacote rasposo, robusto, pesado. Un Brendan Gleeson que se lleva la película por delante. Él y su Boyle, especie de Torrente irlandés, etílico y putero. Un tipo tan coherente como francamente bruto, pueblerino, misógino y hasta conscientemente racista. De una sinceridad directa y unas convicciones morales peligrosamente comprensibles, de esas que nos ponen en la picota a él y a los espectadores, al terminar aceptando un estilo de vida decididamente dudoso, indudablemente reprochable.
De modo que el animal Gleeson pone alma, cuerpo y fuerza a un producto que por lo demás resulta más que correctamente filmado, fotografiado y condimentado (esa banda sonora fronteriza que remite a Morricone pero suena como Calexico), que supura respeto por sus fuentes y un ligero aroma nostálgico pero que, como decía, no soporta medio asalto con cualquier producto similar, peso pesado que pelee en las grandes ligas y que sea capaz de exhibir músculo, cerebro y genitales en cada golpe, amago y gancho de KO.
Vamos, que bien, pero para ver con una pinta en mano, soltar cuatro o cinco risotadas entre eructos y a otra cosa.
6/10
Pues si, una digna película, en un tono costumbrista, que se deja ver de buena gana.
verdad que sí? No aporta nada, dice nada nuevo ni descubre la pólvora, pero oyes, es muy digna, tú
Es una película interesante, divertida y muy original. Recomendadisima! *****
5 estrellas? hala, qué exagerado, jeje, cualquiera diría que distribuyes la peli por aquí :P
Nah, celebro tu entusiasmo. A mí tanto como eso ya ves que no. Peliculita y poco más. Pero como tal, pues oye, bien, distraída, que es lo que se le pide
Es una película entretenida. Humor, trama, ternura…me encantó. Soy bastante fan de este tipo de pelis y me encantó el papel de Boyle.
No me gusta como acaba vuestra crítica, no es una peli ***** pero tampoco creo que sea para "soltar cuatro o cinco risotadas entre eructos y a otra cosa".
Un saludo!
Bueno, no hay que tomárselo a la tremenda. Es una peli muy ligera, y también muy irlandesa, así que la broma más o menos encajaba: pinta y eructo. Un chiste estúpido basado en un estereotipo semiestúpido. No tiene más
Celebro que te haya gustado la peli
Un saludo