Crítica de Jack el caza gigantes (Jack the Giant Slayer)

Con una carrera fluctuante en estilos y géneros e irregular en resultados Bryan Singer parece haberse subido al carro de las adaptaciones de cuentos clásicos infantiles actualizados a los tiempos que corren y al gusto de las plateas más o menos emo. Y en cierto modo, tenía que ocurrir -más viniendo de un descalabro como el de Valkyria-: con un abierto interés por los grandes espectáculos cinematográficos (ahí están sus dos X-Men o la fofa Superman Returns) al neoyorkino nunca le tembló el pulso a la hora de profundizar en la psique de sus personajes, ni en los ejemplos citados ni, especialmente, en sus exploraciones, más ligadas al cine de género o menos, del alma humana; ahí quedan Sospechosos habituales o Verano de corrupción. De modo que no carecía de lógica penetrar en los terrenos del cuento popular, tan dados a la alegoría y al manejo de los símbolos, y la intención parecía tan meridiana y loable como, en el fondo, un poco pedante: dignificar el espectáculo palomitero con una película medianente inteligente.

Es decir, aunar cantidad y calidad en un ejercicio autoral y lúdico a partes iguales para un juego de alquimia que -también esto podía ser de esperar- se consigue a medias. Jack el caza gigantes no es tan idiota como cabría haber vaticinado pero ciertamente está lejos de ser todo lo buena que habría podido producir la época fértil de Singer.

Sea como sea, fans del director o detractores; ávidos de nuevos terremotos decibélicos o degustadores de reciente autoría americana, nadie debería esperar que esto fuera una película genuinamente buena. A saber, partimos de un cuento más o menos pequeñito (el de Juan y las habichuelas mágicas, de sobra conocido) que ha sufrido una operación de hinchado muscular hasta llevarlo a unas más comercialmente presentables dos horas por la vía del añadido de subtramas (una de poder, una romántica) y alargando la acción más allá de lo previsto. Y el resultado, en términos de potencial económico, no es nada desdeñable.

Partiendo de un concepto del espectáculo bastante ochentero -con Willow y La princesa prometida en el fondo de armario homenajístico- pero amoldándose a los preceptos del último cine de épica digital -se detectan incluso demasiados préstamos tomados de la saga del anillo de Peter Jackson- Jack el caza gigantes se postula como una enorme macroaventura con un pequeño cerebrito, otro discreto corazón y un buen montón de pesadas y humeantes entrañas. La película es, como espectáculo, puro gozo cargado de épica para-medieval, heroísmo de epopeya fantástica y romance vieja escuela. Una aventura hipercinética que, tras un primer acto de presentación, pisa acelerador para no detenerse hasta el final en una escalada atronadora de efectos especiales, más logrados o menos, y secuencias visualmente apabullantes.

Y no conviene olvidar que, como comentábamos, es Bryan Singer quien orquesta el castillo de fuegos. De modo que su propuesta puede caer en la vulgaridad, o en lo impersonal, pero nunca descuida la construcción de atmósferas ni la importancia de una puesta en escena efectiva. De este modo, la película no va falta de ocasionales destellos, recursos inteligentes tanto en la narración (el entrelazado de las historias de los protagonistas) como en planificación: el director, esté lo denostado que esté, es un tipo que sigue sabiendo dónde colocar la cámara. Y sigue sabiendo también cómo arrancar a las situaciones buenos momentos de tensión, de comedia familiar o de tenebrismo duro, según convenga.

Y es que Jack el caza gigantes resulta al final en una película medianamente sucia, ocasionalmente salvaje, casi incluso un punto macarra. Su concepción de la novedad no se aparta demasiado del cuento original, rindiendo además un hermoso homenaje final a la pasión por contar historias y al poder de la transmisión oral. Y sin embargo puede resultar perfectamente competitiva en el campo de batalla de las grandes superproducciones adultas, gozando de más consistencia que Alicia en el País de las Maravillas, siendo más rigurosa que Blancanieves y la leyenda del cazador y menos desnortada que Hansel y Gretel: cazadores de brujas (aunque esta última juegue en otra liga).

No obstante todo esto son logros relativizables. Si bien en muchos momentos Jack el caza gigantes puede resultar en una película cercana y cuidada tampoco es menos cierto que su vocación de aparato comercial lo convierten en muchos otros pasajes en un mero producto privado de alma y falto de un objetivo noble. Son esos momentos en que el ruido y la furia terminan por zamparse al fugaz buen hacer de Singer y se acaban imponiendo los clichés argumentales (que los hay en abundancia), las secuencias de acción planeadas con el único propósito de epatar, los gags y chistes trillados y demás arsenal de recursos más propios del blockbuster hollywoodiense veraniego de turno que de un producto indiscutiblemente memorable, potencialmente inolvidable.

Una lástima, porque vamos faltos de jugadas de este tipo que salgan perfectamente redondas y Jack el caza gigantes, a ratos, puede hacernos creer que la cosa merece realmente la pena. Pero «a ratos» no es suficiente. Habrá que seguir esperando.

6/10

Xavi Roldan empezó la aventura casahorrorífica al poco de que el blog tuviera vida. Su primera crítica fue de una película de Almodóvar. Y de ahí, empezó a generar especiales (Series Geek, Fantaterror español, cine gruesome...), a reseñar películas en profundidad... en definitiva, a darle a La casa el toque de excelencia que un licenciado en materia, con mil y un proyectos profesionales y personales vinculados a la escritura de guiones, puede otorgar. Una película: Cuentos de Tokio Una serie: Seinfeld

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