Crítica de Jacuzzi al pasado
«Jacuzzi al pasado» no está a la altura de ninguna de las dos, vaya eso por delante. Pero la coña es que probablemente le importe un carajo. Aproximadamente lo mismo que le importe construir una comedia sólida, original y con unos personajes trabajados. La cosa es calzar el mayor número de vómitos, prácticas sexuales y tacos posible, que al fin y al cabo esto es una descerebradez sin pretensiones para público que pretende descerebrarse durante hora y media larga de su vida.
Y de hecho si uno acude a la cita precisamente con esa idea, la cosa se goza infinitamente más que el 90% de los productos imbéciles que van pasando por las carteleras. Objetivo cumplido, y consiguiente sorpresón del respetable. «Jacuzzi al pasado» es una muy disfrutable mierda.
Como iba diciendo. Esto es algo así como un homenaje/parodia/revisitación/fusilamiento, primero de toda aquella generación que creció en unos 80 que alegremente venían de unos 70 balanceados entre el glam rock, el disco y el funk; entre el spandex fosforito, los chándales de táctel, las gafas de sol futuristas y los cardados inverosímiles. Área de interés específico: las pistas de esquí con farras highschooleras pasadas de todo incluidas en el forfait.
Y más concretamente a una película, esa «Regreso al futuro» que en manos del director Steve Pink se convierte en tablas de Moisés, escrituras sagradas de las que partir y a las que venerar. Las referencias son directas: aparece Crispin Glover, a uno lo llaman «MacFly» en algún momento, y hay hasta una secuencia directamente calcada (la de la actuación musical), pero es que el guión es casi de revisión: Tres amigos (John Cusack, Craig Robinson y Rob Corddry), más el sobrino de uno de ellos (Clark Duke) están cansados de su mugrienta vida de adulto fracasado, con lo que pretenden marcarse un autohomenaje en forma de fin de semana de esquí, alojados justo en la cabaña donde ya pasaron sus momentos memorables hace casi 25 años.
Borrachera épica, colocón de antología (aquí es donde entra «Resacón en Las Vegas») y un fallo de cálculo con una lata de soda comunista, el jacuzzi donde se están pegando la turca les proyecta directamente al año 86, justo a un momento crucial de sus vidas, donde los tres se forjaron sus destinos. Ah, sí, Duke no cuadra demasiado, porque su personaje ni siquiera ha nacido en ese momento, pero la incongruencia se explica de manera chapucera y a otra cosa.
Porque eso es la película, por lo menos para quien busque una de aquellas historias-caramelo fantacientíficas con saltos cronológicos y paradojas temporales: una pequeña chapucilla de guión con más incongruencias que aciertos y por supuesto más centrado en el retruécano marrano donde ya cabe todo, más que en el respeto a los códigos sci-fi. Vamos, que lo del jacuzzi, el viaje temporal y lo de jorobar el continuo epacio-tiempo no deja de ser una excusa para hablar de gente ridícula a la que se le concede una segunda oportunidad para enmendar las cosas y que aún así vuelven a dirigirse peligrosamente a la piedra con la que ya tropezaron la primera vez.
Así que comedia física a porrillo, escorando hacia el screwball, y diálogos huecos al servicio del más difícil todavía escatológico (la secuencia de la llamada obscena por teléfono a la niña de 9 años sobrepasa casi todos los límites). E, importante, con el factor sentimental presente pero bastante minimizado. Se agradece, porque parece que el pasteleo en la comedia reciente yanki empezaba a ser una lastra de la que no lográbamos librarnos. Hasta terminar casi arruinando algunas de nuestras comedias potencialmente favoritas. Y si no que se lo pregunten al señor Apatow y su tropa de postcomediantes. O a Ricky Gervais y su sorna británica en cuarentena.
En este sentido Pink se muestra coherente. Esto es una exaltación de la amistad masculina más estándar, la que se forja en la etapa de la adolescencia en la que las chicas son poco más que dianas en forma de genitalia andante, y de cómo esta perdura, o se deteriora, a través de los años. En otras palabras, de recuperar las juergas desacomplejadas sin pensar en las consecuencias de ir encocado a un concierto de Poison, coger el pedo del siglo y encamarse vete tú a saber con quién.
O sea que no cabe duda que los 80 están de moda. Si recientemente comentábamos que «Vaya par de polis» saquea con reverencia y poca vergüenza a «Superdetective en Hollywood», «Jacuzzi al pasado» saca pecho citando a «Karate Kid», «Terminator» y «Amanecer rojo» y colando en su banda sonora a Public Enemy, INXS, Motley Crue, New Order y el inevitable «Safety Dance» de los Men Without Hats. Una fiesta.
Y de tan deliberadamente demodé y seborreico que es todo, uno termina pasando, y casi justificando, la realización de Pink, en el mejor de los casos anodina y mecánica. En el peor, directamente hortera, echando mano de recursos de dudoso gusto estético. Pero que en virtud de esa sentidísima nostalgia general termina funcionando igual.
En el apartado interpretativo, lo de esperar. John Cusack sigue demostrándonos que se ha cansado de actuar, aunque no de salir en películas, y para colmo en esta ocasión fuerza un poco una imagen que francamente no tiene. Al final su cara de palo mustio termina chirriando en un cast histriónico en el que Robinson (Darryl en la «The Office» americana) y Corddry se reparten los laureles, y Clark pone la obligada cuota nerd. Y ya que esto va de ochenteces, qué mejor que echar mano del recientemente resucitado Chevy Chase en uno de esos papeles de esfuerzo cero y resultados discretos (el hombre aparece de lo más desaprovechado) pero que uno se imagina animando los rodajes contando a troche y moche el chiste de «los aristócratas».
Autocrítica al canto. No sé si puede rascarse mucho de este comentario, reconozco que es más bien poco pulposo. Pero es que «Jacuzzi al pasado» es justo eso: una película a su manera tan directa y sincera como estúpida a casi todos sus niveles.
Y ya digo, hay que sentarse en la butaca más fresquita del cine dejando el entendimiento en una cubeta de formol y a nuestro crítico interno atado y amordazado dentro de un armario oscuro.
…¿Hecho? Vale, pues ahora sí puedo decirlo: «Jacuzzi al pasado» es una comedia cerda cojonuda.
6’5/10