Crítica de John Carter

Más que por otros planetas, algún día tendremos -y esto va totalmente en serio- que declarar nuestro amor por los productos de ciencia-ficción con viaje interestelar que acaba convirtiéndose en un paseo bizarro por Marte. El planeta rojo ha sido escenario de curiosidades fílmicas y trips creativos diversos, diametralmente opuestos a lo que uno podría esperar en términos de sensatez científica, siempre más cercanos al espíritu de lo petardo y lo festivo que al rigor escénico y técnico. Y no es que vayan faltos de acierto artístico, audacia creativa e importancia histórica algunos nobles ejemplos de viaje marciano en los inicios del género, curiosidades colaterales y ajenas al mercado USA (deliciosas Himmelskibbet, danesa, y Aelita, soviética), es que uno suele estar más acostumbrado al paseo selenita que se iniciara con Méliès y su Viaje a la Luna que a esta especie de experimentos por los parajes basálticos del cuarto planeta.
Por eso, el suelo rojo ha devenido en la alternativa fiestera al terreno lunar y ha germinado frutas extrañas que a uno le explotan en la boca y le sueltan directo a la encía agridulces cantidades de ácido más o menos elegante (Cohete K-1, Vuelo a Marte), directamente lisérgico (Santa Claus conquista los marcianos) o rematadamente colocante, caso de un Robinson Crusoe en Marte que podría ser la que estableciera el vínculo emocional que un servidor ha tendido hacia esta John Carter.
Y no anda anémica, precisamente, de capacidad emotiva la película de Andrew Stanton, por lo menos en sus cimientos creativos: escrita a seis manos por el propio Stanton, el gran Michael Chabon y Mark Andrews, John Carter se presenta menos como un exploit que como un homenaje reverencial a las fuentes de las que parte, en concreto al personaje creado por Edgar Rice Burroughs (papá de Tarzán) hace poco más de un siglo. Según las novelas de Burroughs, John Carter, un antiguo Capitán de la Guerra Civil, es teleportado tras encontrar un extraño talismán a Marte, donde se da de bruces con una guerra entre razas, tanto humanoides como extraterrestres. Pura aventura fantacientífica, seminal pulp. Un referente muy específico para un movimiento que resulta más delicado de lo que la simple lógica del taquillazo fácil podría invitar a pensar.
Porque vaya por delante que el último esfuerzo faraónico de Disney para posicionarse en el terreno del blockbuster y de paso intentar sufragar unos gastos que chorrean en violenta hemorragia desde hace ya demasiado tiempo ha resultado en una película eminentemente fallida. En términos de traje y pitillera de plata esto lo entienden como un «penoso fracaso de 250 millones y guillotina directa», pero para lo que nos importa a nosotros es lo de invento torcido, lo de quiero y no puedo, lo de qué narices es esto. Y en una tercera clasificación terminológica, John Carter se traduciría como puro material de culto para fanfatales coleccionadores de rarezas.
Y es que no nos encontramos ante un blockbuster al uso, una palomitada mongui de temporada. Disney ha querido eternizar su propuesta (no se me malentienda la palabra) y ha trabajado para ofrecer un producto de hechuras clásicas y aliento intemporal. Alejado de los productos de fábrica Bruckheimer, esto pretende erigirse en la saga galáctica familiar de cabecera para los chavales de la segunda década de los dosmiles. El inicio de una serie que probablemente ya nunca recibirá continuidad, pero que debía revalidar los preceptos de la aventura clásica a través del puro batiburrillo, de la recuperación de puntos claves de la literatura y el cine de género. Especialmente de esto último: el legado en soporte celuloide. De modo que no es difícil rastrear a lo largo de sus más de dos horas, los ingredientes de este milkshake multifrutas (que igual en verano hasta habría entrado más suave): aquí hay muchísimo péplum -romano y de Egipto, noble (Espartaco) o innoble (Maciste)- con simpatía hacia los gladiadores a los que les gustan las ostras pero no los caracoles; hay fantasía clásica de los años cincuenta, la que se trasladaba al cine con la bendición artística de Ray Harryhausen; hay ciencia ficción populista con una marcada tendencia hacia las historias pulp al estilo Flash Gordon (sus orígenes son los que son, claro), y un regusto por las grandes sagas interplanetarias con background de inabarcables mitologías legendarias, políticas y demás, caso de Dune; un cierto aire barbárico que la conecta con algunas visiones de Conan que pudieron dar gente circundante al tebeo (de Frazetta a Buscema pasando por la voluptuosidad en la linea de las portadas de Corben). Y, por supuesto, imaginería Hollywood de penúltima generación cortada por los patrones estéticos de Star Wars, conectando tanto con la frigidez digital de El ataque de los clones como la soleada cartonpiedrez de El retorno del jedi.
Pero si a estas alturas sigue valiendo la analogía lerda del batido, su problema es que la leche está agriada: lo que debía emulsionarlo todo falla, de modo que la mezcla llega al estómago como un conglomerado granítico y sienta algo pesada. En palabras más prosaicas, el director Andrew Stanton, cantera Pixar (suyas son Buscando a Nemo o Wall·E), no está a la altura.
Y he aquí los dos principales problemas de la propuesta. Por un lado, una contundente inexperiencia tras la cámara de su realizador, debutante en esto de dirigir a actores reales. Una falta de aplomo, seguridad y fuerza que se traduce en ineficaz dirección de actores, todos ellos bastante perdidos en su periplo por el paraíso digital. Y en una falta de pericia a la hora de rodar y montar las secuencias de acción, que terminan quedando atropelladas, atrompiconadas, sin continuidad, poco fluidas. Feas y torpes.
Y por otro lado, la película desmide su ambición fabuladora. Con un tapiz referencial tan amplio y la voluntad de tejer una telaraña de intrigas, leyendas, mitologías, guerras civiles, alianzas y traiciones el envase queda pequeño. Quizá una serie de televisión habría sido el lugar más adecuado para llegar a desarrollar todos los detalles de fondo, qué sé yo. Pero paradójicamente, al final la película termina queriendo contar tanto que no cuenta nada. Su historia, digamos, medular, es demasiado anecdótica, mientras que sus detalles se exponen de manera caótica, desordenada, en lo que acaba siendo un enorme galimatías argumental que picotea sin definir nada concreto y sin una progresión dramática clara, dando tantos saltos aquí y allá como el propio protagonista.
Al final, dada su poca habilidad para conectar con el público (algún público) y esa voluntad de construir un universo serio, bien fundamentado y alérgico a los desmadres operísticos del cine comercial de ciencia-ficción, a Stanton acaba saliéndole un espectáculo desangelado, falto de encanto y carisma en tanto que punch emotivo, que pretende huir del neón kitsch a través de un ennoblecido filtro camp de sus imágenes (que se presentan arenosas, ocres en todo momento, apergaminadas como las páginas de una novela barata) y sólo consigue aciertos aislados y un sentimiento de la aventura y el sense of wonder muy ocasional: véase el primer tramo, que puede llegar a evocar los avances que en su momento supusieron la llegada del technicolor para géneros como el western con la aplicación de un elegante 3D. O véase el hermoso guiño metalingüístico haciendo aparecer al propio Edgar Rice Burroughs en el prólogo y el epílogo, aun como agente colateral al avance de la trama.
Pero. Hay un pero. Gordo. Probablemente como parte de una reacción emotiva de quien esto firma, que tiene sus conexiones en lo que comentaba al principio, el género marciano; y con toda seguridad gracias al espíritu aventurero, pulposo, desprejuiciado y aun así respetuoso para con el espectador; gracias a su voluntad de hacer bien las cosas y de desmarcarse del grueso vulgarizante de la producción actual de ciencia-ficcion revientataquillas, John Carter se disfruta considerablemente e incluso se vive con cariño. Será algo personal, pero a pesar de que la película no transpira la grandeza intemporal que sus grandes angulares y sus planos generales podrían inspirar, y su banda sonora (Giacchino explorando el punto intermedio entre el Maurice Jarre de Lawrence de Arabia y el John Williams de los últimos setenta y primeros ochenta) debería sugerir; a pesar de eso John Carter se convierte en una pieza curiosa y de cierto valor en bruto. Algo así como una aventura soterradamente vibrante, insospechadamente apasionada, tratada por sus responsables desde el mimo y la impenitencia rebelde. Una película que sin ser un carrusel de emociones sabe entretener desde una especie de sinceridad y extraña humildad, cosa rara en un despliegue presupuestario de ese orden.
Un espectáculo que no va a conquistar en frío a las nuevas generaciones y que si se valora en un futuro no será por parte de los adultos de mañana que fueron niños hoy. Sino de los viejos nerds que gustaron en su momento de capturar una rareza tan desequilibrada, torcida y miope como voluntariosa y entrañable. Casi, casi, old school.
6/10
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Xavi Roldan empezó la aventura casahorrorífica al poco de que el blog tuviera vida. Su primera crítica fue de una película de Almodóvar. Y de ahí, empezó a generar especiales (Series Geek, Fantaterror español, cine gruesome...), a reseñar películas en profundidad... en definitiva, a darle a La casa el toque de excelencia que un licenciado en materia, con mil y un proyectos profesionales y personales vinculados a la escritura de guiones, puede otorgar. Una película: Cuentos de Tokio Una serie: Seinfeld

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Comentarios

  1. Joé, vaya viaje de crítica.

    Me paso tres cuartas partes leyéndote sus fallos y sintiendo "ooohh pena, a mí esto… y esto… y eeestoo (las mil referencias) me haría gracia verlo, pero mal hecho ya veo que no". Pensaba que ibas hacia el 2/3.
    Y como en el básquet, en el último cuarto, big twist: mola verla igualmente porque, precisamente por primeriza y humildemente fallida, toca y engancha en lo emoreferencial.
    Me he enrollado un montón para decir que me mola mucho la crítica y que lo mismo hasta la veo en grande que creía que iba a ser que no (y no me digáis que imprescindibe en grande porque YA LO SÉ).

    Y una tontada: ibas paseándote por tus territorios marcianos y yo con "Total Recall" en la punta la neurona desde la intro. ¿DÓNDE ESTÁ "TOTAL RECALL"??!! Kuatoffense ;)

  2. ¿"Desafío total" en la crítica de una peli Disney para toda la familia? No way, chica, estás enferma

    (meaning "escribía con otro chip y la verdad es que ni he caído en ella")

  3. una autentica y palpitante mierda

  4. Yo termine con la misma sensación que Bluto. No puedes parar de encontrar fallos (unos mas grandes que otros), pero al final te queda un regustillo dulce. La animación de los aliens MUY conseguida, mas expresivos que los actores, y guiños humorísticos para los mas pequeños.

    Sali satisfecho del cine…solo muy molesto por la velocidad del último tramo (climax en la Tierra y en Marte).

  5. Sí, Barry, la verdad es que toda la peli es bastante caótica, pero en el último cacho la sensación de confusión se acentúa. Lástima, porque de haber estado bien gestionado el clímax, la sensación general habría sido bastante buena…

  6. Pues sí como ya comenté a mí sí que me gustó, a mí me parecían tan pixar algunas cosas, como el perro alien o los bebes aliens, alguna broma en momento de tensión… y a pesar de ver que hay cosas mal hechas, me la tragué sin pestañear, creo que la palabra que has escrito es perfecta. Es una película sincera. Yo apuesto a que funcionará en Taquilla mejor de lo que esperáis

  7. Cierto. Que haya un perrete repelente e irritante y que en ningún momento irrite ni repela ya es mucho. Cuidao.

  8. Y sí, sí, en taquilla está funcionando bien. En la taquilla internacional: en España ha vuelto a colocarse primera.

    Pero en USA el primer finde se la comió "The Lorax" y este fin de semana "21 Jump Street".
    Casi inaceptable para una película de semejante presupuesto

  9. Juas, no es por meter el dedo en la herida y revolver en ella, pero de momento Carter le ha hecho perder a Disney (salió la noticia el otro día) hasta 200 millones de dólares…

  10. Toma.
    Bien, Johcarter, eres lo más

    (¿megafracaso? por lo pronto, tenemos ya peli de culto máximo… el Pato Howard de nuestra era)

  11. juas! tú es que eres el defensor de las causas perdidas. Te imaginas que chapa Pixar por culpa de John Carter?!

  12. Pues Pixar no sé, pero me da a mí que el Stanton ese cualquier día de estos sufre un "desgraciado accidente"
    Pobre tipo

  13. ya… no lo hacía mal del todo cuando se metía en aquello que sabía hacer…

  14. Entretenida es para mi, lo de los mega saltos me la quitaron algo de interés, si hubieran sido algo mas creíbles, creo que habría conectado mejor con la historia.
    Lo de cine familiar, habiendo torturas, mutilaciones y muertos se me antoja un poco moral americana, represión a cambio de violencia.

  15. No veo muy bien por dónde vas, Vanjav. Pero vamos, la representación gráfica de las "torturas y mutilaciones" la verdad es que no es excesivamente explícita en "John Carter"…

  16. No tiene mayor importancia, es la forma de la clasificación moral de las películas en USA. A mi ya no me afecta, podría ver todas XD
    El fiasco en taquilla igual es porque le faltó un poco del morbo de la novela a cambio de infantilizarla.
    A mi me entretuvo, que en el cine de evasión es lo que cuenta, el resto son especulaciones.

  17. OK, oído cocina, pues
    ;)

  18. A mi me ha gustado, me esperaba algo tremendamente infumable, pero al final ha resultado interesante, sobre todo la primera hora luego ya fue bajando en picado lo bueno es que no se estrello(por lo menos para mi gusto) y estoy deacuerdo que al final todo va muy rapido y que baja enteros, pero estoy contento en lineas generales…creo que un 6.5 seria mi nota y hasta le daria un 7 porque no fui a verla al cine(supongo que con la pantalla grande ganaria un punto entero pero restaria medio por pagar un paston..jeje el que pueda que haga las cuentas..iuuuu)

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