Crítica de Un juego de inteligencia
“Un juego de inteligencia” es una película que debería llegar a las grandes masas, difundirse en todas las cadenas televisivas y proyectarse en todos los colegios mensualmente. Es más: no tiene que considerarse como una película, sino como un bien social, una medida de ayuda contra la imbecilidad general a la que últimamente parece abonada la televisión. Esa era la idea Hans Weingartner, director y guionista (en este caso, junto a Katharina Held) comprometido que antes ya había removido conciencias con “Los Edukadores”, y que con la que ahora nos ocupa explica toda la verdad tras los medidores de audiencia televisiva y el consiguiente éxito de los programas-basura.
Conceptos interesantes y de continua actualidad, habida cuenta del ajetreo que sigue trayendo consigo el dichoso TDT en España, y por tanto premisa más que interesante la del alemán.
Una lástima que con tanto que decir, al final se haya olvidado de lo más importante, y es que hasta que alguien diga lo contrario, esto sigue siendo cine, y quien quiera hacer cine deberá respetar alguna premisa básica como puede ser el cuidado de un guión consistente y consecuente. Y aquí, Weingartner no da la talla.
Parece que el proceso de escritura de “Un juego de inteligencia” haya sido insólito. En su tramo introductorio se presenta a un afamado productor de televisión (interpretado por el versátil Moritz Bleibtreu, a quien hemos visto recientemente en “Soul Kitchen”), y todos sus excesos. Droga, alcohol, temeridad al volante… las reúne todas. Y mientras tanto, el film parece que recorrerá la senda típica de problemas de adicción, peligros del éxito y demás, con montaje espitoso y precipitación de acotecimientos estresada.
Sin embargo, pasado ese primer bloque todo cambia totalmente de tercio. Un acontecimiento de aquellos de vida o muerte hace abrir los ojos al protagonista y descubrir que ni ésa es una buena vida, ni sus producciones -ventajistas, sacacuartos y de calidad ínfima- el producto que ofrecer a la televisión alemana. Se acabaron los programas del corazón, los concursos para encefalogramas planos y la demagogia informativa; menos “Sálvame” y más Fassbinder.
A este giro argumental, Weingartner actúa y sorprende alterando su estilo (hasta ese momento cercano a Boyle, Aronofsky o incluso Miike… en las versiones más desquiciadas y videocliperas de todos ellos), rebajando emociones y llevándolo poco a poco hacia un terreno mucho más relajado.
El cambio choca, y tener que volver a meterse en una nueva película tras diez o quince minutos de acomodamiento previo en otra, cuesta. Sin embargo, el esfuerzo se realiza por lo interesante de su temática, ya que aclara un tema cuestionado por muchos como es la medición de la audiencia televisiva.
Ahora bien, a partir de aquí ya empiezan a verse las vergüenzas de la cinta.
Ante todo, se empieza a notar una incipiente sensación de dispersión acrecentada a cada minuto que pasa: “Free Rainer” (su título original) pretende alcanzar demasiados objetivos a la vez, siendo tanto una denuncia/llamada a la conciencia social como un canto a los valores humanos y a la vez una defensa del trabajo en equipo; busca seriedad y distensión por igual, intercala (pocas) situaciones dramáticas con otras románticas, cómicas, (casi) documentales y de thriller… Y al final, tanto ir y venir acaba pasando factura.
La consecuencia de todo ello son 130 minutos que se hacen excesivamente largos por injustificados, con varias corrientes argumentales que jamás profundizan todo lo que deberían, cierto desatino en los supuestos momentos álgidos y, sobre todo, una total falta de seriedad a la hora de escribir los diversos acontecimientos que se van sucediendo a lo largo del film.
Este último punto hace referencia al plan que urde el grupo protagónico (por cierto, otro fallo estructural: a la mitad de metraje el espectador se ve forzado una vez más a adaptarse a una nueva película, con la introducción de ulteriores personajes relevantes; esta vez, la cosa ya no sale tan bien como al principio). Para llevar a cabo la revolución televisiva que se proponen, el guión se saca de la manga un sinfín de resoluciones totalmente increíbles que contrastan abiertamente con la plausibilidad y aparente rigurosidad del conjunto; de acuerdo que sean por el greater good, que en este caso es el mensaje que pretende dar el director, pero muchas de las licencias que se toma no pueden irse de rositas. A no ser, claro, que se trate de una parodia, pero dudo de que ese fuera el objetivo inicial.
Así las cosas, no deja de ser una pena que a “Un juego de inteligencia” se la pueda valorar a las mil maravillas como varios conceptos, menos como película de por sí. Por supuesto que es necesaria, y debería programarse cada viernes y sábado por la noche en sustitución de “Dónde estás corazón” o “Sálvame Deluxe”; el problema es que tan nobles son sus objetivos como limitado su guión, desorientado y por momentos tan banal como para acabar condenándose a sí mismo -al final, el gran objetivo del grupo de insurgentes acaba provocando involuntariamente pensamientos contrarios: ¿hasta qué punto se diferencia lo que hacen ellos de lo que hacen las cadenas contra las que compiten?-.
De modo que sí, desde aquí la recomendamos por su potencial para hacernos soñar con un mundo mejor, por su espíritu combativo, su propósito aleccionador y condición de ensanchador de la cultura social.
Pero no como película, que es, de hecho, facilona y bastante aburrida.
6/10
Vaya, leí la primera cita sin darme cuenta de que era una cita y pensé que sería la peli del año (o ¿mes?, ¿semana?). Pero ya veo que no. Qué pena porque el tema podría dar de sí.
no no, no es una cita, pero es lo que pensó el director, porque ya sabes que yo tengo la habilidad de meterme en las mentes de los demás y averiguar lo que piens…. esto… voy a ver True Blood :P
xDDD a ver si vas a ser pariente de una rubia que conozco yo…
y padrino de boda me han designado, oyes!
Sí, ya sabemos que eres capaz de introducirte en la mente de los demás, como el gusano que eres, querido "Capi"…jejejeje…
He sido respetuoso, ¿no? porque creo que me he quedado muy cortito en mis apreciaciones sobre ti, que también eres muy cortito…espesito más bien…aunque también la tengas cortita, para redundar, ya sabes…"Capi"…
Ay, se me ha olvidado firmar mi anterior comentario, mil perdones, no sea que me lo banneéis…soy yo, tu querido Ajustedecuentas, "Capi"…un besito, mi amor, con lengua, con mucha lengua, como a ti te gustan…
JUAS, no me lo puedo creer ya. Vamos a ver, por octava vez: en este blog no baneamos a nadie. Preferimos que se deje en ridículo él solito y ya está. Coño, te cuesta ¿eh? Vamos, que ya dejaste claras tus serias dificultades mentales, pero no sabía yo que eran hasta ese punto.
Mira, por qué no haces una cosa: dinos de una maldita vez cuál es tu supuesto blog y así Capi y tú seguís allí tranquilamente vuestra supuesta discusión, que por aquí lo dejas todo con un pestazo a mierda que espanta
Gracias por tu habitual amabilidad y por tu excelsa prosa
"un besito, mi amor, con lengua, con mucha lengua, como a ti te gustan…" joer, yo no tengo ni idea de quién es, pero él parece que me conoce como si me hubiera parido. Espero ese beso ansioso, amigo!