Crítica de Juego prohibido
El cine de terror japonés tiene nombre y apellido propios. Por mucho que haya sido emulado, en ocasiones incluso superado, el pistoletazo de salida oficial del cine de terror con fantasmas pálidas de largo pelo negro y vestidas de blanco se le atribuye a Hideo Nakata. Un Nakata que, 25 años después del estreno de la seminal The Ring (EL círculo) bien podría haber firmado una suerte de despedida oficial del género. No, claro que no pasará: la gallina aún tiene varios huevos dorados por dar a nivel comercial. Pero ya ha quedado exprimida en su totalidad con Juego prohibido, un greatest hits del j-horror que nos hace echar la vista atrás con cariño, a su vez que pone en evidencia su expiración. Todo el respeto del mundo hacia un cineasta, y una clase de películas, que nos ha aterrorizado durante casi tres décadas. Ahora, el rey ha muerto, larga vida al rey.
En Juego prohibido, una familia queda destruida ante la repentina muerte de la madre. El hijo no lo acepta, así que intentará revivirla por vía de un hechizo inocuo… en apariencia. A partir de entonces, cosas raras y de lo más variadas irán sucediendo tanto a padre e hijo, como a quienes los rodean. Visiones fantasmagóricas, llamadas desde números extraños, posesiones… un totum revolutum de la nueva imaginería de terror nipona de la mano de su progenitor, conservando todos los tics del género. Incluido un arranque lento en demasía, una producción paupérrima y jumpscares que dejaron de funcionar hace años. Lo dicho: confirmando que este tinglado, a nivel artístico, ya no da más de sí.
Pero también cuenta con un inesperado punto a su favor: y es que Nakata parece ser plenamente consciente de ello en todo momento. Por eso, confiesa que su película se va americanizando conforme progresa, lo cual le imprime mayor dinamismo aun sacrificando dejes nipones. Por eso se esfuerza por hacer de tripas corazón y maquillar sus evidentes limitaciones económicas con una dirección ágil, en ocasiones (puntuales) genuinamente buena. Pero, y sobre todo, por eso baña su metraje de humor autoparódico. Sabe mejor que nadie que su capacidad para asustar es nula, así que se ríe de sí mismo, de su película y de todos, pero con todos. Lo que se traduce en un entretenimiento que, pasado su primer y aburridote acto, sólo hace que crecer.
A la complicidad generada en la platea, se le suman un par de giros de guion de esos locos, y ya está: Juego prohibido no es una buena película, pero sí un buen pasarratos que hace recordar aquél tiempo en que cada película de terror oriental se traducía en un evento para el género. Esto es un “último” revival obligatorio para fans, plenamente consciente de sí mismo pero que, a su vez, no da pie a dudas: ya es hora de despedirse de Sadako de una vez por todas.
Trailer de Juego prohibido
Juego prohibido: la última que compramos
FOMÓMETRO
Hideo Nakata vuelve al género de fantasmas pero hacer una suerte de grandes éxitos que suena a más que necesaria despedida del j-horror. Nos lo hemos pasado divinamente con Juego prohibido, pero queda más que evidente que esto ya no da más de sí.