Crítica de Los juegos del hambre (The Hunger Games)

¡La hipnosis! La hipnosis de nuestras sociedades enfermas de tanto desear y desear infinitamente quimeras inútiles. ¡La pasión por la arena en todas partes! Nada cambia, está claro. Pan y circo. Desde Roma, desde los primeros imperios. Pero, ahora, ni siquiera hay pan. Hambre, sólo hambre, ¡la miseria invisible y el circo!(1)

Semejantes lineas gotean de los dedos untados en napalm que han escrito En época de monstruos y catástrofes (incendiario libro-puzzle con incontinencia punk y regomello terroristoide), los del literato francés Camille de Tolédo. Dolor de píloro juvenil que pretende recordarnos lo que a cada página y twist inverosímil se esmera en remarcar con frenesí troglodítico Suzanne Collins en las páginas de su archiexitoso Los juegos del hambre. Que la sociedad se está canibalizando progresivamente y sin vuelta atrás con el proceso de hipermediatización en la que se encuentra sumisa. En fin, de Tolédo pretende reflejar esa y unas cuantas cuestiones más, como la voluntad de negarse a sí mismo (ese libro es una maldita locura, no preguntéis), pero está claro que ya desde tiempos orwellianos la idea del ojo más poderoso que el bíceps ocupa amplias parcelas del género fantacientífico y que ahora, con la eclosión del reality televisivo, la tendencia se ha afianzado y hasta trendificado.
Pero también es cierto, y a eso iba, que los ítems ideológicos, lejos de ganar en riqueza, profundidad y matices, parecen cada vez necesitar más de una simplicidad endémica que hace incómodo el análisis serio. Por lo menos en el ámbito de lo masivo. En el que se mueve Suzanne Collins. En el que se mueve la adaptación de la novela que ahora va a hacer saltar los sesos como popcorn a todos los adolescentes del mundo occidental. O sea que mejor no se haga mala sangre a partir de la reducción naïf y toqueteada hasta la querella de todos los clichés (ya lo son) relacionados con la crítica hacia los medios de comunicación, hacia el voyeurismo y la crueldad de las personas y hacia las sociedades represivas que convierten a los hombres en lobos para los hombres.

 

Hablando el lenguaje de la chequera, Los juegos del hambre es una película para adolescentes. Y no necesariamente lerdos. Simplemente se considera que hay que mantener un nivel de carga social mínimamente aceptable, y a partir de ahí comenzar a construir el blockbuster de turno. Así que sí, el tema de fondo ya ha sido tratado más veces de las que nadie sería capaz de glosar, e infinitamente mejor en gran parte de ellas. Y si no cabe aquí una radicalidad cáustica como la que practica el citado, qué demonios, tampoco cabe pedirle que la tenga. O sea que carguémonos de fe y plantemos nuestros cirios negros ante la efigie del escritor de bestsellers o el director de taquillazos que alimenten nuestros placeres más culpables para tragarnos un poco así a lo bestia Los juegos del hambre y esperar que por lo menos sea un entretenimiento digno.
Lo es. Ambas cosas, entretenida y digna. Y varias más, algunas malas, otras buenas, y otras que no sabríamos exactamente de qué calificar. Porque uno se da de bruces con la película, y el primer contacto no puede ser más dislocante: la expectativa de ir a autolobotomizarse por el lagrimal con un picahielo que ya está romo, pronto es suplida por otra cosa. Si esto es un producto de ciencia ficción de última generación no lo parece. Su textura fangosa, su tono rugoso y seco, su ambientación fría lo emparentan más con un cierto cine de los setenta previo al desembarco galáctico lucasiano (acaso puede haber flecos por aquí de su THX 1138), el espíritu y la ética Rollerball, Cuando el destino nos alcance, Naves misteriosas, El último hombre… vivo o Un muchacho y su perro.

 

 

Pero ya llegaremos a ello. Porque lo malo, y aquí es donde el pánico empieza a corretear como fluido rosa, es que Gary Ross se confirma desde los primeros compases de la cinta como un tipo peligroso a quien prestar una cámara. Su realización atropellada para un montaje excesivamente picado, su aparente desconocimiento de la expresión «economía de planos», su falta de discernimiento entre el caos controlado y la pura confusión y destartale parecen querer disfrazar de malrollo distópico lo que en el fondo es un melodrama vulgar con aspiraciones humanistas y peligro de amenaza epiléptica. Poco a poco la mediocridad va ganando terreno frente a las posibilidades dramáticas, demasiado encorsetadas en una faja ortopédica.
Y ni ese tratamiento mate de la purpurina retrofuturista (la fotografía amortigua el apuñalamiento sensorial de un trabajo de maquillaje y peluquería de brownie con LSD en el cátering) basado en el tratamiento grotesque de los personajes que mueven las cuestiones más morales (a la crítica por la cartoonización) consigue que todo esto pueda no parecer mucho más que un loable intento fallido.
Pero entonces estalla el conflicto, el meollo dramático se expone y las cosas toman otro color. Concretamente el verde ostra de los humedales de los bosques que sirven como gran casa de Gran Hermano –el ojo de la cámara robando el alma a todo- donde los actantes corretean como ratoncillos por un laberinto malideado. Esto es, movidos por la mano derecha del Christof de turno quien mientras tanto usa la izquierda apara agarrar los informes del share. Y a partir de la espora que plantó El malvado Zaroff, nada nuevo, me repito, todo toma forma de survival adolescente a la vieja usanza, falto del salvajerío casposo de Perseguido, de la mano en guante de seda forjado en hierro del Boorman de Deliverance, del delirio j-pop sanguinario de Battle Royale. Pero ojo, no necesariamente mal cocinado.

 

 

Y es que en ese punto Ross templa su cámara y consigue adaptarse al pulso taciturno y expectante de su protagonista para lograr parecer, en algunos momentos, narrador duro e inclemente. Sabe que no tiene nada especialmente memorable que ofrecer como director, que su trabajo no va a pasar de funcional siempre que no meta la gamba hasta la ingle, pero también es consciente que maneja ítems sencillos y muy potentes a nivel platea teen: el –futuro- triángulo amoroso, el descontento y desencanto juvenil (basado en la simple creencia de que la sociedad es una zorra hipócrita) y la fortaleza de uno mismo. Encarnado esto último en un one woman army con la presencia de una Jennifer Lawrence que patea culos y ensarta enemigos a fuerza de carisma, presencia, un arco y una mirada hiperexpresiva en pleno impasse de maduración. En ella reposa gran parte del éxito de la película, porque es su Katniss Everdeen la que se gana con salto, gesto duro y también carrera con el rabo entre las piernas la intensidad del drama humano. Y es ella y sólo ella quien se configura como nueva vieja heroína protofeminista para jóvenas y jóvenes quizá un tanto cansados de tanto protagonista virtual y tanto superhéroe sintético.
En ese contexto frondoso e hidrofóbico, Los juegos del hambre se permite momentos de moderada violencia física y despliegue de sentimentalismo y confía su fuerza dramática al relativo engrase de su pareja protagonista (el otro 50%, Josh Hutcherson), ambigua, extraña, casi enigmática, lejos de la mojigatez autoerótica habitual. De los pusilánimes desvaríos efervescentes de la pareja, o trío, de turno. Y a nivel estético logra una mezcolanza retrofuturista en la que, mencionado departamento de peluquería y vestuario aparte, no chirría el choque entre el monjil estilo casi amish y el diseño camp de, por ejemplo, los uniformes de cuerpos de seguridad (no tan lejos de los bomberos de Fahrenheit 451) y donde la propuesta formal se presenta, en fin, moderadamente austera, evitando la tentación de desparramar efectos digitales por doquier.

 

 

Sí, tenemos que andar por delante de las tendencias y los popes culturales y a cada paso aspirar a echarnos al coleto deconstrucciones narrativas y descompresiones como las que practica el amigo de Tolédo (o Jennifer Egan, o Laura Fernández, o…). Pero eso es porque a nosotros el puro desafío nos pone la libido a velocidad de crucero. Y efectivamente, con la gorra de pensar encasquetada aceptamos que la historia de Los juegos del hambre daba más de sí, que cabían en la galleta de heno más elementos nutricionales y que le sobra puro fat en forma de distensión innecesaria de algunos pasajes. Y desde luego más de dos horas es una duración excesiva para el espectador casual, tan irreflexivamente magnetizado hacia las grandes salas. Pero tampoco es menos cierto que esto demanda de un análisis más visceral que cerebral; aún mejor, hormonal: si sus responsables han querido pergeñar un producto al gusto adolescente sin tomarlos a ellos por gilipollas, lo han conseguido. Y en esa lógica, a nivel global la película resulta admirablemente sugerente, elegante y emotiva. No es mucho, pero tampoco es poco.
Aunque nos hace sentir un poco viejos. A eso: cabrones.

6’5/10

Por Xavi Roldan

                                                 
(1) Según la traducción de Juan Asís para Alpha Decay. Barcelona, 2012.

Xavi Roldan empezó la aventura casahorrorífica al poco de que el blog tuviera vida. Su primera crítica fue de una película de Almodóvar. Y de ahí, empezó a generar especiales (Series Geek, Fantaterror español, cine gruesome...), a reseñar películas en profundidad... en definitiva, a darle a La casa el toque de excelencia que un licenciado en materia, con mil y un proyectos profesionales y personales vinculados a la escritura de guiones, puede otorgar. Una película: Cuentos de Tokio Una serie: Seinfeld

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Comentarios

  1. Uf, no, lo siento.
    Es decir, crítica perfecta, como de costumbre, pero en total desacuerdo.
    Para jóvenes sí, pero de encefalograma (muy) plano.
    Entretenida y digna? para mí aburrida a matar y mal, rematadamente mal hecha, toda ella. Interpretaciones (no tanto de ella, definitivamente del resto), guión, dirección.
    Sí, mejora desde que se meten en el bosque.
    Pero para eso hace falta una hora entera de mierda pura, y el resultado lo encontré insuficiente de todas todas.
    Nada que no haya visto antes, nada que emocione, nada técnicamente digno, todo gratuito, injustificado, sacado de la patilla…

    Creo que ha sido, y lo digo muy, muy en serio, uno de los peores ejemplos de cine comercial que he visto en los últimos tiempos…

    Pero lo dicho, tu crítica mola que te cagas. Jeh…

  2. Vale, no es que me muriera de ganas de verla ni que pensara ir al cine, la dejaba para el cine de mi casa, pero postCaps va a ser que no seguro. Linda crítica B-Boy (¿has visto que detalle? No te pongo B-Man pa que no te sientas viejo ;)

  3. Joe…yo sigo apostando, no con todos mis ahorros…pero con fuerza.

    Caps contra-crítica, que viene un gran debate. Bluts vs. Caps VII

    Era de esperar que la primera mitad seria las mas floja, lo único que podían exprimir de esos minutos era muy buena ambientación…y se ve que nah. También creo que han suavizado o directamente erradicado los guiños mas sci-fi (quizás uno de los pocos aciertos).

  4. Debate? Nah, da palo. Aunque luego los dos agradecemos la parte de "make up sex"…

  5. "contra-crítica"… ¿recuerdas aquellos tiempos en que teníamos tiempo para hacer eso?

    (conversación sacada del make-up sex… sorry, os habéis perdido la pelea xD)

  6. Capi…a tus pies, prometo no volver a dudar de tu palabra (sabemos que no sera así…).

    Le sobran minutos por todas las esquinas, me pase media película explicando detalles que para los no lectores son incomprensibles, Gary Ross tiene una manera de dirigir irritante y ultra vitaminada. Esto es una oda a la cámara en mano llevada por un epiléptico sin medicar.

    Los efectos especiales son ridículamente pobres (las llamas…HORROR). Gran parte de las malas sensaciones post-visionado, vienen de la historia original (la mezcla con esos toques de scifi tan cogidos por los pelos no hacen mas que robar credibilidad).

    La materia prima esta ahí, los juegos en si (muchísimo mejor si no representaran a los otros concursantes como sádicos psicópatas), y los pre-juegos con los últimos días entre riquezas, su venta al publico…una gran oportunidad perdida.

    Yo salí del cine muy, muy enfadado.

  7. jejeje, pues eso, +1 a tu +1… sólo que somos como borregos: mierda, mediocre… en todo caso lejos de la excelencia. Y sin embargo, a reventar taquilla…

  8. Ayer fuí al cine a ver los juegos del hambre. Como toda peli fundada en un libro, siempre habrá peros…e aqui mi pero. A mi me gustó, peli fácil, de palomitas, con acción moderada, emociones también moderadas y alguna que otra buena interpretación.

    Desde mi humilde e inexperta visión de cinéfilo de pacotilla, decir que es una buena peli de domingo tarde.

  9. juas, cacho perro, ponte de mi lado que de no ser por mí no habrías tenido tanto apoyo facebookil en lo de las carreras esas!! ;)

  10. Pues yo me esperaba que iba a ser una autentica mierda y al final me ha gustado…creo que es una pelicula decente para menores y que para mi gusto cumple con varios requisitos minimos para darle el aprobado y un poco bastante mas…no he leido el libro y nose si es mejor o peor pero ya somos un poco mayorcitos para saber que no hay que comparar el cine con nuestra imaginacion impreganada por el libro
    Un saludo y gracias por la critica bastante acertada para mi gusto.

  11. hmmm…. bueno, como veo que me quedo solo, lets agree to desagree o lo que sea que dicen allende los mares xD
    Pero que conste mi total desacuerdo contigo, amigo Ronin, jeh. Para mí, y ya lo dije en su día, la pelí es una castaña…

  12. Juas! Por fin alguien que piensa como yo! O no… espera… Eso es… eh… bueno?

  13. Jaja, tenía que haber sido más clara. A ver si esto ayuda:

    https://www.youtube.com/watch?v=0ZmfvVGpgOY

  14. Aaaah, entonces sí, celebro, celebro xD

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