Crítica de Julie y la fábrica de zapatos (Sur quel pied dancer – Footnotes)
Se tiende a describir esta película como la alternativa francesa a La La Land (con un toque de Jacques Demy, ahí sí que se atina un poco más). Sin embargo, simplificar la labor de los directores y guionistas Paul Calori y Kostia Testut a tan sencilla etiqueta, es quedarse cortos. Hasta puede que le haga flaco favor, cuando en esta película hay desde llamamiento a las armas a denuncia social, pasando por retrato socioeconómico de la actualidad… a incluso un poquito de amor. Siendo ésta la más endeble de las tramas, pero también la menos elaborada y por tanto de presencia casi anecdótica en estos 80 minutos de musical francés, sí; colorido y moderno, vale. Pero que si acaso, debería emparejarse más con una versión amable de Los miserables que con la citada película de Damien Chazelle.
De hecho, a penas son necesarios un par de minutos para darse cuenta de que esto no es un musical al uso: la primera coreografía (que no canción) deja tanto que desear, como para entender que no va a ser ese el motor principal de la película, por mucho que de ello se disfrace. Es sencilla, casi improvisada. Y es que lo que pretenden Calori y Kostia es atizar con la mano abierta a una sociedad que no se aguanta por ningún lado. Hacerlo con buen humor y desde la aparente liviandad, pero sin esconder por un momento el hacha de guerra. Nos encontramos a una chica joven en desesperada búsqueda de trabajo digno, que acaba a modo de contrato de pruebas en una fábrica de calzado de alto standing, donde algo raro se cuece. Y es que desde arriba alguien sabe, o cree saber, que la mano de obra oriental es mucho más barata y por tanto pretende prescindir de todo el equipo galo. Primer dilema para la recién llegada: alinearse con su flamante y reivindicativo equipo de trabajo, o seguir la senda de la cadena de montaje y conseguir así la ansiada permanencia laboral. Difícil, cuando se habla de huelga de trabajo, de fletar un autobús para manifestarse.
Esa dualidad moral es la que persigue a la protagonista, atinadísima Pauline Etienne, en todo momento, invitando así al espectador a plantearse las mismas dudas. Aunque se topa con un inesperado traspié a eso de la media hora de la cinta: esa maldita subtrama de amor tan innecesaria como a duras penas tratada. Aparece para atragantarse, desaparece, y sin embargo, empaña un final indigno para una película que parecía tenerlo todo de cara para la estocada definitiva. Si La La Land se salva en buena parte por un final en el que se trata con respeto tanto a espectadores como a personajes protagonistas, Julie y la fábrica de zapatos hace justo lo contrario y, tras un trabajo loable de 80 y pico minutos, a punto está de echarlo todo por la borda en los últimos tres o cuatro. Pelota al palo, menos mal.
Trailer en versión original
Valoración de La Casa
En pocas palabras
Un musical de apariencia liviana y tono desenfadado, que esconde sin embargo un mensaje crítico. Cuando lo lanza, va a al cuello de sus víctimas sin miramientos y con claridad cristalina.