Crítica de La juventud (Youth)
Quizá por haberse venido él mismo arriba, quizá porque se lo haya acabado pidiendo el clamor popular, el caso es que Paolo Sorrentino se ha convertido en el heredero oficial de Federico Fellini. Tras una primera etapa profesional en la que sus leitmotivs se veían maquillados por películas con entramado de mayor peso, el de Las consecuencias del amor ya campa a sus anchas por la industria, haciendo lo que le venga en gana y por tanto, aprovechando su carta blanca para dejarse de pamplinas y hacer de Fellini en pleno siglo XXI. Los argumentos de sus películas ya son algo secundario, mera excusa sin maquillaje en pos del desarrollo de sus grandes temáticas, las mismas que aparecen también en sus otras formas de expresión artística (el recientemente publicado por aquí Tony Pagoda y sus amigos es una suerte de novela-gancho entre sus dos películas más recientes), y en cada una de las entrevistas o declaraciones que presta en los medios. Y los paralelismos con el maestro del cine italiano, evidentes: La grande bellezza era algo así como el La dolce vita de nuestro tiempo, y ahora viene La juventud a hacer de, ahí es nada, 8 1/2 (abiertamente homenajeada con una escena onírica). Sólo que algún punto, hasta la supera.
No, no me he vuelto loco, y es que en verdad sólo es mejor en su accesibilidad (lo que tampoco es que sea necesariamente un punto a su favor): Sorrentino ha conseguido tratar el paso del tiempo, la falta de inspiración, la vacuidad de nuestras existencias y nuestros temores por no dejar huella a los que vendrán, y recurriendo a premisas muy similares a las empleadas por Fellini para mayor inri (aquí los protagonistas están recluidos en un hotel de lujo perdido en las montañas), pero con una mezcla apta para todo tipo de espectador. Allá donde el que sólo busque evasión se abriría las muñecas a los diez minutos de 8 1/2, con Youth muy posiblemente se descubra riéndole las gracias y enganchándose a sus minitramas, mientras acompaña a Michael Caine y Harvey Keitel (y a Rachel Weisz y a Paul Dano) en su retiro vacacional/existencial. Y de mientras, el público que aspire a algo más posrá encontrar motivos para el deleite: amén de sus múltiples lecturas entrelineadas, la película vuelve a fardar de una puesta en escena excelsa, gentileza de uno de los directores más estimulantes del momento.
Que sea el lector quien lleve a cabo la labor de deshilar el ovillo de su guion, que ahí está la gracia de una película cargada de matices y subtextos, capaz de avanzar lo mínimo pero generar un poso multidimensional en el espectador. Si acaso, sacaremos a colación el trato punzante que realiza de la fama y la gloria, bien falsas o pasadas (cameo desternillante incluido), por constituir quizá el nexo más directo con La grande bellezza. Por lo demás, mejor hacer hincapié en la portentosa mano de un Sorrentino aún más anárquico que de costumbre: su estilo impecable, precioso (y preciso), autoexigente, regala planos impagables a velocidad de crucero, desde el travelling circular con que se abre el film hasta cuando la cámara se pierde por la curvas de una exuberante Madalina Diana Ghenea hacia el final, pasando por esa decadente belleza con que se retratan los cuerpos ancianos casi congelados en el tiempo que pueblan los spa del hotel. Y hete aquí que de golpe alude a la cultura pop con fugas voluntariamente horteras. A juicio de un servidor (de raíces italianas), aludiendo en cierta medida a la sociedad italiana, tan dada a la cultura como perdida por un partido de fútbol o un reality televisivo; tan echada para delante como anclada en una religión que en La juventud también recibe su ración de tortas.
Pero vamos, en conjunto, un nuevo ejemplo de director ajeno a las convenciones y los encorsetamientos, dispuesto a hacer lo que le venga en gana y consiguiendo un resultado encomiable. La juventud parece más ligera que su anterior trabajo pero a poco que se quiera entrar en ella, se confirma igualmente rica. Y destila a nivel formal el mismo romanticismo decadente (o así), por más que esta vez no haya ciudad románticamente decadente como protagonista pasivo. Una película en la que casan con natural perfección la vertiente más altiva y elevada en general del arte, con la más chabacana (si es que el fútbol puede describirse así). Y de paso, un entretenimiento accesible para todos. Una nueva gran belleza de un director cuya filmografía, entera, sigue antojándose obligatoria.
Trailer de La juventud (Youth)
https://www.youtube.com/watch?v=jl0rpJH8QVw
Valoración de La Casa
En pocas palabras
Paolo Sorrentino sigue fiel a su estilo, generador de devotos y detractores por igual. Youth es otro ejercicio de estilo, por el que pululan infinidad de disertaciones sobre las inquietudes de su director. Si compras, lo flipas.