Crítica de Kung Fu Panda 2
Nos encontramos aquí con el panda de marras en sus trece: ha aprendido algo de artes marciales y ya forma parte del equipo de los superguerreros (o así) encargados de mantener la paz y toda la pesca; pero sigue siendo el torpe de la anterior entrega, con sus tropiezos constantes, sus glotonerías y su nula resistencia física. La otra vez tuvo que superar precisamente estas limitaciones (novedosísimo discurso en esto de la animación donde los haya), y ahora lo que toca superar es un pasado traumático… que por supuesto, se sacan de la manga mediante cuatro flashbacks mal puestos y la aparición de un malo malísimo dispuesto a acabar con las artes marciales a base de pólvora. Lo dicho, mismo perro, diferente collar. Con tan barata excusa, ya está el tinglado montado, y todo es prácticamente idéntico, 3D aparte. “Todo” incluye chistes carentes de gracia sobre gordos con limitaciones para determinados esfuerzos físicos, personajes tan esquemáticos como de costumbre (en los diccionarios DreamWorks, matiz es un término que no aparece), y una extenuante sucesión de escenas de acción, de épica nula por partir de un argumento intrascendente y una estructura excesivamente episódica. Y sin el toque de clase que posibilita un director con algo más de maña (véase Spielberg y Las aventuras de Tintín), claro.
Así que llegados a este punto, retomo el discurso inicial. Basta. Ni el cinéfilo más empedernido, ni el espectador más ocioso, debemos pasar por estos infiernos una y otra y otra vez. Es posible que, objetivamente, Kung Fu Panda 2 pueda valer como entretenimiento infantil. Ni lo sé, ni me importa, ni debería importarle a nadie preocupado por la supervivencia del (buen) cine. Su planteamiento es tan ruin, que ni siquiera se aprecia demasiado progreso técnico (que tiren muchas cosas a la cara del espectador no significa que haya progresado ni explotado la tercera dimensión), y eso que la primera entrega ya se antojaba tirando a limitada; su planteamiento es tan ruin, que aun a día de hoy, con la mitad de la población renegando de ellos, la cinta está plagada de ralentíes anacrónicos; su planteamiento es tan ruin, que uno podría pintar de verde al oso panda, y cambiar al resto de protagonistas por un burro verborreico y el resultado no variaría. Y por último, el atraco a mano armada es tan ruin, que encima, ENCIMA (y perdón por las mayúsculas) tienen el descaro de acabar con un cliffhanger salido de la nada, para tratar de engancharnos a una tercera entrega que está al caer. O sea que ni siquiera vale como película, sino como mero episodio-puente.
De verdad que ignoro bajo el efecto de qué sustancias, la Academia optó por nominar Kung Fu Panda 2 al Oscar a mejor película de animación por encima del Tintín de Spielberg o el Cars 2 de Pixar (esa película menor que sin embargo vuelve a darle sopas con hondas a DreanWorks); y probablemente si se ve con el ánimo dispuesto a un entretenimiento entre-siestas, la cosa no sea tan grave, y quede en una mediocridad más que tirar al cubo de los numerosos títulos que van saliendo año tras año, de relleno de cartelera y poco más (lo reconozco, me hizo gracia un chiste). Pero sinceramente, que se rían en mi cara es algo que dejo pasar muy pocas veces. Y esta no es una de ellas. Hartitos estamos.
4/10