Crítica de La cazarrecompensas
Quiso el destino que después del visionado de La cazarrecompensas, a un servidor le correspondiera ver un capítulo de Community centrado en una competición de paintball. ¿Tiene algo que ver una guerra de pintura en la universidad, con esta primera adaptación de la saga de Janet Evanovich sobre Stephanie Plum? En absoluto. De hecho, la película habla de una mujer que se ve obligada a aceptar un trabajo peculiar para ganar dinero: seguir a un policía acusado de asesinato, que resulta que fue noviete de la infancia, y descubrir su relación con el crimen. Lo que tienen en común es que en ambos casos, el género que mejor describiría el producto en sí es la comedia de acción. Por lo que la ocasión, bendito destino, va que ni pintada para definir de manera bien clara, y sin demasiadas palabras, la calidad de la cinta que nos ocupa. Así que al lío: después de 90 minutos de La cazarrecompensas y de los 22 del capítulo número 23 de una serie cómica de presupuesto escasísimo, la segunda le pega tantas vueltas a la primera, que hace que nos planteemos directamente la moralidad de hacer pagar al respetable una entrada de cine por un producto que, simple y llanamente, no cuenta con la calidad suficiente como para verse siquiera en una tele de tubo. Cosa que, por otra parte, viniendo de la directora responsable de La última canción y contando como única cara reconocible con la de la eternamente televisiva (además de cuestionable actriz) Katherine Heigl, era de esperar. No, si la culpa al final será nuestra…
Centrémonos, que he prometido no excederme (la película no se lo merece): La cazarrecompensas es mala, muy mala. Y es mala por su impersonalidad, por su previsibilidad y por su apatía. Porque no hay un solo pasaje de teórica comedia que divierta, ni una secuencia de acción que tenga el más mínimo brío. Porque todo en ella, desde el reparto a la caspa que desprende la propia puesta en escena, hace pensar en el cine de domingo en casa. Y porque sus recursos para adaptar una novela narrada presumiblemente en primera persona, son de primero de parvulario. Esto es: voces en off intercaladas aquí y allá para describir por la vía fácil la personalidad del personaje, para apuntillar las escenas cómicas, etcétera.
Todo muy cutre, muy indigno y cargado de clichés de vergüenza ajena. Y encima, con una Katherine Heigl no sólo preocupantemente desmejorada, sino con una pasmosa incapacidad interpretativa. Súmese a todo ello una total y absoluta falta de riesgo y/o personalidad pro parte de su directora, Julie Anne Robinson, y ya tenemos el quid completo. Llegados a este punto, en el que entre bostezo y bostezo el espectador se preocupa más por la cara de pan que se le ha quedado a su actriz principal que por el entramado, uno se da cuenta de que, en el fondo, quizás lo de prohibir las descargas no esté mal del todo. Porque prohibida la piratería, el usuario debería ser más selectivo con lo que ve y lo que deja de ver (por aquello de pagar entradas). Y desde luego, cosas como La cazarrecompensas no las vería absolutamente nadie, Hollywood se esforzaría por hacerlo mejor, y el mundo sería un lugar más bonito. Como no están así las cosas, mejor ver un episodio de Aída en la tele que ir al cine a ver esto: irritan igual, pero al menos el primero es gratis (y la calidad es pareja).
1/10
Por Carlos Giacomelli