Crítica de La conspiración
Vale, veamos cómo lo montamos para que no se desestime la lectura de este texto desde ya. Robert Redford, otrora guapo guapísimo del cine, vuelve a la carga colocándose detrás de la cámara, para adaptar la historia del juicio a la señora Mary E. Surratt, madre de uno de los asesinos del presidente Abraham Lincoln. ¿Queda alguien? La película dura dos horas bien cargadas, y toda la acción posible, residente en la caza y captura de los conspiradores y/o asesinos, se ventila en apenas un minuto y algo. La conspiración no quiere saber nada de eso; quiere ir de seria y por eso centra la práctica totalidad de sus esfuerzos en el juicio en sí. Oh, y esa buscada seriedad ha colado con más de uno, que ahí están James McAvoy, Robin Wright, Kevin Kline, Justin Lin, Evan Rachel Wood y tantos otros, entre quienes se podrá reconocer (pese a sus pelucas y vello facial postizo) a actores de series punteras de la HBO y la AMC. Pero alto ahí, que seguro que alguien ya empieza a olerse la tostada: no, no me atrevo a decir que estemos ante una mala película, ni mucho menos. Pero sí creo que podría haber sido resuelta infinitamente mejor, por lo que final, la decepción no me la quita nadie.
Del lado positivo, toca señalar que estamos ante una película más que eficiente en la mayoría de sus aspectos. Por encima de todo, destacan las interpretaciones, por lo general contenidas y creíbles. Y nadie puede poner en duda su factura técnica, salvo quizás por un maquillaje que en ocasiones roza lo ridículo. Del mismo modo, el habitual savoir-faire del Redford queda reflejado aquí con una película de corte elegante y sobrio, que además salvo en puntuales ocasiones (ese prólogo innecesario) bien podría haber sido una obra teatral, con las dificultades que ello conlleva. Parabienes de rigor expuestos con religiosidad, toca pasar ahora a la verdadera enjundia del asunto, el «algo más» que justifica a día de hoy una revisión de semejantes hechos históricos. Es de esperar que un cineasta dispuesto a tirar de pasado, lo haga bien por un afán documentalista, bien porque crea que el discurso que vaya a exponer sea perfectamente extrapolable a la actualidad. Y lo segundo es lo que hace La conspiración, que consigue poner en entredicho no tanto la eficacia del sistema judiciario de entonces, sino el de hoy en día al constatar que en casi 150 años apenas se han mejorado algunas de sus más importantes lagunas.
Ahora bien, todo lo que tiene de bueno en su esencia, apunto está de perderlo (para un servidor se pierde totalmente, pero concedámosle cierto margen de error) en su puesta en práctica. Si bien ciertas temáticas aún pueden mantenerse a día de hoy, desde lo que no se puede hacer es retomar un estilo de película agotado hace años, puesto que así sólo se confunde lo histórico con lo que ya es historia. Y por ahí cojea el film de Redford. Un film que por mucho que se disfrace de otras cosas y épocas, a la postre no es más que la típica sucesión de clichés de un thriller judiciario de principios de los 90, año arriba, año abajo. Desde el abogado joven que acepta un caso en el que ni él mismo cree al principio, a los problemas con la vida social (aka novieta) que acarrea el meterse demasiado en él. Aunque en general, es toda la evolución de la cinta; hasta a los flashback es capaz de recurrir, con resultados francamente pobres. La sucesión de lugares comunes es tan burda, que de no ser porque afortunadamente, la historia en sí obliga a poner un final ligeramente distinto al esperado, uno podría haberse aventurado a acertar desde el primer minuto cómo iba a acabar absolutamente todo.
Lo decía antes y lo mantengo ahora: La conspiración no es una mala película, puesto que el solo hecho de tener un mensaje tan claro la hace tener una razón de ser. Pero más allá de eso, a un servidor le cuesta entender cómo es posible que a día de hoy aún haya quien conciba un tipo de cine así, tan rancio, tan pasado de moda. Y es que no nos engañemos, si lo último de Redford se estrena en pantalla grande lo hace únicamente por dos motivos. El primero es el nombre del propio Redford, así como del resto de implicados. Y el segundo, porque van ataviados con ropa de época, y eso siempre sube el caché de una producción. De lo contrario, ni de lejos hubiéramos sabido de ella más que reconvertida a película de sobremesa de domingo por la tarde.
6/10
Bueno, pena, pero James McAvoy se merece SIEMPRE un rato en el cine de mi casa.
Ah, Caps: "(…), a un servidor le cuesta entender cómo es posible que a día de hoy aún haya quien conciba un tipo de cine así, tan rancio, tan pasado de moda."
¿Alguien de 74 años como Mr. Redford? Que no todo el mundo es Terrence Malick…;)) claro, como siempre habla de lo mismo, nunca está demodé…. XDD
merece un rato de cine en casa, y ya digo, mala no es. Pero… pffff, es que sí, quizás lo suyo sería que a partir de los 65 años si un tío quiere dirigir una peli, sea quien sea, debería pasar un examen, o algo, en plan itv…