Crítica de La favorita, de Matthias Lehmann (La Cúpula)
Avalada por su presencia en el festival de Angoulême, la obra de Matthias Lehmann se presenta como una de las propuestas más perturbadoras y, al mismo tiempo, liberadoras que pueda ofrecer esta temporada la BD.
Con hechuras de novelón gótico, La favorita se centra en la historia desasosegante de Constance, una niña que vive en un caserón; encerrada más bien, cuasiaislada del mundo exterior y martirizada por las exigencias de una abuela déspota y sádica y la connivencia pusilánime de un abuelo alcohólico.
Pero La favorita no es una obra miserabilista ni mucho menos un desaforado culebrón. Al contrario, pronto se revela rica en texturas narrativas, libre en su articulación de los géneros (costumbrismo, comedia negra, melodrama) y, especialmente, muy hábil en la dosificación de la información en pos de un mensaje final que va mucho más allá del folletín. Lehmann habla de algo que podría estar inherente en algunos de los referentes que toma, y lo lleva más allá: si la pérdida de la inocencia y el descubrimiento de la propia personalidad es un tema universal, aquí el autor se centra en algo aún más concreto: el encuentro con la identidad sexual.
Lehmann articula la historia mediante un puñado de giros de guión sembrados con diabólica precisión y con ello se permite jugar al equívoco y poner en crisis las preconcepciones que el lector puede hacerse de los hechos antes de que se muestren las verdades que se esconden tras ellos.
La favorita, en fin, nos pone un poco contra las cuerdas y nos interroga como lectores sobre temas ligeros y cuestiones de una espesura ética considerable. Y tiene en su vertiente gráfica (cuenta la ficha del autor que es un experto en linograbado) un tono oscuro, casi expresionista, que termina de situar la historia en el terreno de lo opresivo. Y, de paso también, en el de las obras que lo dejan a uno tocado.
Crítica de La favorita, de Matthias Lehmann (La Cúpula)
Por qué leer La favorita
Perturbadora propuesta que tarda poco en poner contra las cuerdas al lector desde su estilo visual expresionista y sus cuestiones tan aparentemente ligeras omo de gran calado ético.