Crítica de La mitad evanescente, de Brit Bennett (Random House)
Se ha hablado por activa, por pasiva y con insistencia, nosotros mismos lo hemos hecho, de la emergencia de esa reciente literatura afroamericana contemporánea tan necesaria, implicada en temas relacionados con la identidad de la comunidad negra y el encaje en una sociedad racista que sigue marcada por una herencia esclavista. Tampoco negaremos haber alabado novelas primerizas, ensalzando a sus autoras y autores, maravillados de la puntería creativa que se puede llegar a demostrar a pesar de ser debutante. Ambas características las reúne Brit Bennett… o casi: La mitad evanescente no es su primera novela sino la segunda, tras la seminal Las madres. Sea como sea, por no redundar obviaremos una introducción más detallada en torno a estos dos conceptos, que los damos ya por sabidos -nos remitimos a lo que dijimos, por ejemplo, en ocasión de Los profetas– y entramos a lo que interesa: cómo La mitad evanescente es uno de los libros importantes del año.
La historia es la de dos gemelas, Desiree y Stella. A pesar de ser afroamericanas, de habitar en un pueblo mínimo, casi sin cartografiar, de Louisiana en el que los negros de piel clara desprecian a los más oscuros. A pesar de vivir una vida marcada a diario por la falta de oportunidades, por la diferenciación social, o quizá precisamente a causa de ello Stella decide aprovechar el claro color natural de su piel para fugarse y empezar una vida… como blanca. Una mentira que le permite vivir una existencia prestada al lado de un marido blanco adinerado que le brinda una casa cómoda y le da una hija rubia. Stella se convierte en una mujer blanca y empieza a gozar de una vida cómoda y tranquila. Una nueva realidad que, sin embargo, la distancia no sólo de su hermana sino de su propia identidad.
Bennett centra el relato en esta relación, la de Desiree y Stella, magnetizada en iguales cantidades de atracción y repulsión y muestra tanto sus raíces como su devenir, coloreando un lienzo que abarca tres generaciones y cincuenta años de historia, desde los años 40 hasta los 90. Desde los padres de Desiree y Stella hasta sus hijas, primas desconocidas que tendrán que enfrentarse, ellas también, a su propia identidad. Sin embargo hay poca grandilocuencia en las páginas de La mitad evanescente. Con enorme sinceridad la autora desnuda a sus personajes trazando varios retratos femeninos que aparecen marcados por la dualidad o por lo oculto: Stella como reverso de Desiree. Jude y Kennedy, sus respectivas hijas, como dos caras de una misma moneda, dueñas de sendas vidas que discurren en paralelo pero por dos vías casi contrarias. El oscurísimo color de piel de la primera, trabajadora infatigable, frente a la extrema blancura de la segunda, niña de papá que no sabe cómo afrontar la vida adulta cuando esta se le pone por delante. Incluso algunos personajes secundarios están construidos a partir de este modelo, el de la identidad manifiesta contra el auténtico yo, caso de Reese, el hombre trans que ejerce de pareja de Jude.
Bennett cuenta todo esto en una narración no lineal que prefiere la sugerencia, las asociaciones de conceptos y la organicidad de los hechos antes que la pura cronología. Esto le confiere a la obra una flexibilidad, casi un aire de libertad que le sienta estupenda, que la agiliza, que le permite ir rellenando espacios y completando detalles hasta edificar lo que es, en suma, una pequeña épica del sentimiento, la identidad, la emancipación y el amor familiar.
La mitad evanescente: vivir como un blanco
Por qué leer La mitad evanescente
La segunda novela de la joven Brit Bennett aúna pericia técnica y madurez expositiva para contar una apasionante historia sobre dualidades, mitades escindidas, hermanas y madres en el marco de la identidad afroamericana