la piedad critica

Crítica de La piedad

Presentaba Eduardo Casanova su segunda película tras las cámaras, como una experiencia que, de no haber llegado a buen puerto gracias al apoyo de Pokeepsie Films, habría acabado con él. Literalmente. Y lo cierto es que se puede entender puesto que, si ya desde el punto de vista del espectador es una experiencia que arrastra a lugares incómodos, a saber cómo tiene que haber sido el proceso de creación.

Entre un costumbrismo imposible, una comedia terrorífica y un drama burlón, se mueve La piedad. Conceptos opuestos entre sí, como opuesta es la paleta de colores con la que juega obsesivamente: el rosa vs el negro. Pero aún más conflictivo es ese aroma de biografía personalísima, y a su vez de surrealismo propio de la ficción más pirada. En apenas 80 y pocos minutos, básicamente se recorre un alambre muy, muy inestable entre fuerzas radicalmente opuestas entre sí, y en enfrentamiento constante; y a cuyo extremo final no está sino el mismísimo Casanova, totalmente desnudo y a merced de los elementos. O lo que es lo mismo, de un público polarizado que o bien valora con infinito respeto su atrevimiento, o bien odia los caprichos de un ego como pocos se han visto en el cine español. Lo curioso es que en este último choque de negros y blancos (o rosas, más bien), igual que en el resto, hay un punto de encuentro: cierto es que La piedad es fruto de una personalidad muy fuerte, que se traslada a la gran pantalla en forma de una película extremadamente manierista y recargada, y que en algunas ocasiones busca abiertamente el escándalo gratuito. Pero no menos cierto es que estamos ante la propuesta más arriesgada que hemos visto por aquí desde, no sé, ¿Pieles? Con una enorme diferencia: allá donde el debut de Casanova no parecía atender a nada más que a un desvarío ombliguista sin demasiada justificación, la que ahora nos ocupa tiene algo que decir; algo sobre la toxicidad de una relación entre madre e hijo. Algo intenso, devastador y que obtiene el impacto que busca.

No se puede negar que, en ocasiones, La piedad corra el riesgo de errar el tiro justamente por los excesos y la exageración, traducidos en un mensaje masticado en demasía por vía de una metáfora innecesaria (la dictadura de Corea versus la dictadura en casa) o por el puntual exabrupto (audio)visual. Toda ella es barroca y juega a forzar los límites de todo: del gusto (a veces es hermosa, a veces grotesca), de los sentimientos (vista y revista una segunda vez, la huella que deja sólo hace que crecer), pero también de la paciencia. Cuando la película de Casanova reincide una y otra vez en ciertas cuestiones, el tinglado pierde enteros y se le entreven las costuras. O mejor dicho, los alargamientos de un metraje que podría haber quedado perfectamente en 70 minutos. Afortunadamente, la balanza se ve sumamente compensada al otro lado: el poderío visual de La piedad hace hasta de su feísmo, pasajes que embriagan. Y todo el envoltorio tan sumamente recargado, a la postre ayuda a que la sinceridad de sus emociones más básicas salga a relucir con brillo inusitado.

Y luego está el reparto, de entrega visible no sólo en escenas de lo más comprometidas sino, en general, con papeles absolutamente alejados de lo acostumbrado. El constante empanamiento zombificado de Manel Llunell logra transmitir el conflicto de su atrapado personaje con fuerza bruta, de la misma manera que Ana Polvorosa brilla como un personaje secundario al que se le empiezan a sacar lecturas muy interesantes conforme aparece en pantalla. Y luego, claro, está Ángela Molina. Ideal demonia, origen del mal, disfrazada de madre perfecta, en armonía absoluta con esa casa tan rosa y aséptica, que es a la vez opresiva y mortecina. Si no es el papel de su carrera, será por poco: encandila y asusta, enternece y repulsa, divierte y, sobre todo, se hace memorable.

La piedad es una de esas ocasiones en que todo parece haber salido según lo esperado por parte de su responsable. Eso no tiene que estar alineado con lo esperado por parte de la audiencia, pero al menos denota que detrás de todo ello hay ideas que han sido llevadas a buen puerto. Las ideas de Casanova resulta que, además, son fortísimas, y por tanto generadoras de opiniones tan intensas como encontradas. Supongo que Casanova ya contaba con ello: la suya es más un reto para nosotros que una película al uso. Y para él mismo, que tras una primera intentona fallida, debía hacerse fuerte manteniéndose fiel a sí mismo, a su estilo y a sus excesos. Supongo que por ello, la necesidad imperiosa de que la propuesta viera la luz, yéndole la vida en ello de lo contrario. La piedad es un cacho arrancado de Casanova, y así la sentimos; es un hijo que nos entrega, a quien ha parido con obsesivo perfeccionismo.

Quizá su mayor mal sea que, justamente, no sea todo lo perfecta que el creador cree que es: en un proceso de aprendizaje aún en sus compases iniciales, quizá le haya faltado a Casanova distanciarse un poco y ejercer un juicio algo más crítico, antes de firmar el registro de nacimiento. Como sea, lo que está claro es que La piedad ya no atiende únicamente a sus caprichos arty. Aquí sí se descubre una voz avasalladora que desarma y destruye por dentro. Ya llegará la perfección; hasta entonces, quedémonos con la promesa, que no es poca.

Trailer de La piedad

La piedad: la dictadura de casa
  • Carlos Giacomelli
4

Por qué ver La piedad

Eduardo Casanova sigue a lo suyo con otra propuesta recargada, excesiva y voluntariamente desagradable a veces, que sin embargo consigue calar hondo y desmarcarse de su anterior proyecto gracias a un mensaje fuerte y que impacta con violencia en el espectador. Sigue siendo un capricho para saciar sus inquietudes artísticas, pero esta vez con sentido, fuerza, y emoción a raudales.

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En diciembre de 2006 me dio por arrancar mi vida online por vía de un blog: lacasadeloshorrores. Empezó como blog de cine de terror, pero poco a poco se fue abriendo a otros géneros, formatos y autores. Más de una década después, por aquí seguimos, porque al final, ver películas y series es lo que mejor sé hacer (jeh) y me gusta hablar de ello. Como normalmente se tiende a hablar más de fútbol o de prensa rosa, necesito mantener en activo esta web para seguir dando rienda suelta a mis opiniones. Esperando recibir feedback, claro. Una película: Jurassic Park Una serie: Perdidos

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