Crítica de La piel fría (Cold Skin)
Seguimos sin levantar cabeza. Nueva producción española de género (dirigida, eso sí, por otro francés de esos que en su día apuntó maneras: Xavier Gens), nuevo tiro por la culata. En esta ocasión, la nueva herida a la industria llega con forma de adaptación de La piel fría, drama fantástico ubicado en una isla remota que está poblada por humanoides de origen delirante. Allá va a parar el protagonista humano (David Oakes, primer punto negativo de la película), se encuentra con quien ya estaba ahí, cuidando del faro (Ray Stevenson) y descubre que éste último guarda una peculiar relación con uno de los seres del lugar (una avatarizada Aura Garrido). Al resto se los quiere cargar. Noche tras noche, de hecho, se celebran batallas tremebundas entre humanos y humanoides, mientras en el resto del mundo tiene lugar la Primera Guerra Mundial. Y por el camino, en teoría, dudas existenciales sobre quién es el malo de la función, y quién es más animal que quién. En teoría.
En la práctica, la propuesta del director de Frontière(s) tarda muy poco en perder el norte, obcecándose por convertirse en una película de terror, que es a la vez un survival a lo película de infectados/zombies, a la vez drama y a la vez un remake fumado de El Álamo. Todo y nada a la vez, cuya suma lleva a una inevitable indecisión y consecuente falta de acierto a la hora de apuntar a cualquiera de los frentes que abre: La piel fría no consigue asustar cuando lo pretende, ni entretener cuando ya se ha visto uno de los repetitivos enfrentamientos entre bichos y hombres. Tampoco marca una línea de evolución clara de los personajes que pululan por pantalla, de manera que las obvias intenciones de hacer de Stevenson el verdadero némesis, o de dibujar las motivaciones de Oakes por intentar comprender a Garrido, caen en saco roto. ¿Se supone que debería haberse descubierto una relación estrecha entre estos últimos? ¿En algún punto debería verse una inflexión que llevara al humano a ponerse de parte de la mujer-pez por amor, o algo que se le pareciera? ¿En algún momento llega a preocuparse alguien por las motivaciones del hombre que llevaba tiempo en el faro, a solas y con una constante amenaza nocturna? Nada de nada, de nuevo, en una de las películas con mensaje más planas que han pasado por la presente edición del festival de Sitges.
Por su parte, Gens parece estar ya más que cómodo en una dirección impersonal y de piloto automático activado, de manera que aunque La piel fría cuente con una aceptable puesta en escena (ayudada en gran parte por los parajes de Lanzarote en que todo tiene lugar), en ningún momento regala al espectador plano alguno para el recuerdo, generando en ocasiones todo lo contrario con sus irritantes intentonas de sobresaltar a toda costa, o sus risibles plagios de escenas de acción con plano general. Remata la faena un bichito digital haciendo acto de presencia en los minutos finales, que por momentos condena al film a que se lo empareje con aquella serie española de un marciano digital doblado por Jorge Sanz. ¿Os acordáis de ella? Yo tampoco, como seguramente tampoco recuerde nada de la apática, monótona, cobarde incluso (tira por la vía fácil hasta desde un guión que se resguarda en una pedante y desfasada voz en off) La piel fría, nueva herida mortal para el fantástico español, a quien se le está quedando el cuerpo, justamente, frío.
Valoración de La Casa
En pocas palabras
La ocasión, las intenciones, el material de partida y los nombres: todo pintaba bien en una película que acaba haciendo aguas por todas partes, dejando al espectador con sensaciones más que frías, directamente congeladas.