critica de la sociedad de la nieve

Crítica de La sociedad de la nieve

Cuando Bayona hizo acto de presencia, se tardó poco en decir que iba camino de ser el Spielberg español. ¡Hasta dirigió una entrega de Jurassic World! Sin embargo, toca recoger cable: La sociedad de la nieve no podría estar más lejos de la filmografía del director de Tiburón. Tras más de cincuenta años detrás de las cámaras, Spielberg sigue indagando en el lenguaje cinematográfico, sus películas siguen descubriendo ideas ingeniosas, recursos con los que contar esta o aquella escena. Básicamente todo lo que no hace J.A. Bayona, que indudablemente es habilidoso a la hora de dirigir los tinglados en los que se mete, pero que en La sociedad de la nieve no arriesga lo más mínimo. Todos los recursos que tiene a su disposición los emplea de la manera más vulgar y corriente posible, hasta el punto de esperar, como espectadorx, qué plano vendrá a continuación en todo momento: la toma aérea a lo Peter Jackson cuando toca subir a la montaña, las transiciones para conectar flashbacks, los encuadres de las heridas aquí, las tomas de las ventiscas allá… Entre otras cosas, el público se adelanta a ello porque ya lo ha visto en la propia filmografía del español, pues la que ahora nos ocupa no es sino un remake en diferentes latitudes, de Lo imposible. Y en cierta manera, eso ya es empezar a hacer trampas, por ir condicionando el estado emocional por vía de la autosugestión: sabemos que nos vamos a tener que emocionar aquí o allá porque sabemos que va a tocar el plano sobrecogedor de turno. Y por si no nos quedara claro, ya se encargará cualquier otra triquiñuela para llevarnos exactamente a sentir lo que Bayona espera que sintamos.

Y es que ahí va otra gran diferencia entre el de Un monstruo viene a verme y el de Indiana Jones: el último emplea los elementos que tiene a su alrededor como guinda para un pastel que ha ido preparando antes. La banda sonora de las obras de Spielberg es la estocada a unas emociones que surgen de manera natural en un público, a quien rara vez se le condiciona. Desde luego, mucho menos de lo que lo hace el cine de Bayona, buscador empedernido de la lágrima a toda costa. En el caso de La sociedad de la nieve, no parece bastarle el drama del accidente aéreo del que trata. Por si las moscas, la película abusa de una banda sonora a la que tildar de conductivista es quedarse corto; tira de morbo, que es lo que parece mover al público hoy en día (en general, pero sobre todo al de Netflix, a quien pertenece el film); y de una voz en off ya no sólo innecesaria en la mayoría de escenas, sino causante de la más burda de las trampas de la propuesta. Hasta el punto de ser en ese momento, cuando de ser un recurso facilón al que recurrir cuando no hay ganas de más, se torna insultante y colma la paciencia.

La paciencia de quien se aproxima a La sociedad de la nieve esperando un cierto ejercicio autoral, propio de un título de tamaña envergadura y ambiciones comerciales y críticas. Pero sobre todo, de quien espera encontrar alguna justificación a la existencia de esta película, que ya hemos visto no sólo cuando se estrenara ¡Viven!, sino en forma de cualquier otro título de accidente y posterior (intento de) supervivencia. El arranque a lo Titanic no augura nada bueno, pero se sigue esperando. Y pasan los minutos, que se cuentan casi como horas, y se sigue esperando, sin querer aceptar que no vaya a haber nada más, detrás del habitual canto a la amistad y a la superación tan manidos y propios de este género. Y van muriendo personajes y resulta que a nadie le importan demasiado porque tampoco queda claro quién es quién en tan descuidado guion. Y es que el guion no es objeto de mimo, así que cuando ya queda claro que no habrá nuevo en lo argumental, se apuesta todo al arte: por favor, que haya un plano para el recuerdo, una resolución ingeniosa. Pero no hay nada. Las dos horas y veinte de La sociedad de la nieve son un constante e irritante intento por hacer subir las acciones de Kleenex. Nada más que la justifique.

Paciencia agotada, pues, y aquí acaba toda posible comparación entre Steven Spielberg y J.A. Bayona. Mientras uno sigue entendiendo el cine como un arte, el otro sólo ve una maquinaria de la que seguir tirando con piloto automático. Sin nada que contar ni que aportar.

La sociedad de la nieve: colmando la paciencia
  • Carlos Giacomelli
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FOMÓMETRO

Bayona confirma no tener nada que aportar remakeándose a sí mismo con este Lo imposible en los Andes, que a lo largo de casi dos horas y media no sabe encontrar ningún valor, más allá del morbo, que justifique su existencia. Tramposa, ventajista, y tremendamente decepcionante.

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En diciembre de 2006 me dio por arrancar mi vida online por vía de un blog: lacasadeloshorrores. Empezó como blog de cine de terror, pero poco a poco se fue abriendo a otros géneros, formatos y autores. Más de una década después, por aquí seguimos, porque al final, ver películas y series es lo que mejor sé hacer (jeh) y me gusta hablar de ello. Como normalmente se tiende a hablar más de fútbol o de prensa rosa, necesito mantener en activo esta web para seguir dando rienda suelta a mis opiniones. Esperando recibir feedback, claro. Una película: Jurassic Park Una serie: Perdidos

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Comentarios

  1. Tu crítica es lamentable y denota una falta de respeto por las personas que vivieron esta tragedia, que son personas, no «personajes». Es inentendible que le llames «tramposa» a una película basada en los testimonios reales y en la que participaron los sobrevivientes reales con el objeto de homenajear a los amigos que no están. Lamentable reseña

  2. Yo me refiero exclusivamente a la película. Y los de la película son personajes. Te guste o no. Basados en personas reales, pero personajes de una película de ficción que adapta una situación real. Y es tramposa por cómo cuenta los hechos, no por los hechos en sí. No te sulfures tanto sólo porque lees una opinión contraria a la tuya, que por lo visto te resta comprensión lectora. Un saludo, crack.

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