Crítica de La última llamada (The Call)
En ocasiones se dan estos casos extraños: pasan por algunas carteleras con más pena que gloria películas (peliculitas) que después puede que se estrenen de manera internacional, o puede que pasen directamente al mercado doméstico. Y tampoco es que se merezcan más, ojo. Thrillers de domingo por la tarde, de sobremesa, cazas al asesino rutinarias y más inofensivas que una hormiga sin poderes atómicos. Pero que resulta que, al menos, tienen la decencia de querer mostrarse competentes dentro de sus limitaciones. Hay ejemplos recientes muy claros: está Última llamada, que no es más que el acoso de un asesino a un hombre a quien mantiene pegado al teléfono mientras le vigila desde la mira de su arma; o 16 calles, en la que un policía debe llevar a un preso de un lugar a otro. Y el truco está en que detrás del proyecto hay alguien que del mundillo, algo sabe (en el primer caso se trataba de Joel Schumacher; en el segundo, de Richard Donner). Un nuevo caso que apuntar a la lista es The Call, que ya veremos cómo nos llega si nos llega, y que quizá lo suyo sea verla en la tele de casa una noche tonta sin nada mejor en la tele. En este caso, va del rescate de una joven que llama al 911 denunciando haber sido secuestrada. Y detrás de la cámara, todo un Brad Anderson.
Que seguramente, su presencia aquí se deba únicamente al fracaso de su anterior largometraje, esa muy reivindicable Vanishing on the 7th Street; no lo pondremos en duda. Pero si por algo se desmarca la filmografía del de Session 9, ya sea orientada hacia la gran pantalla como a la pequeña (infinidad de series del calibre de The Wire o Fringe cuentan con episodios con su nombre), es por un esfuerzo constante por mantener la dignidad de su firma. Por hacer de los suyos productos de calidad, muy en concreto mediante la creación de una atmósfera y un ritmo embelesadores. Con The Call se pasa al thriller de pura acción, nada de terror, ciencia-ficción ni grandes aspavientos dramáticos; pero desde la primera escena derrocha ingenio y habilidad para otorgarle a la película una sensación de adrenalina encomiable. Para ello, emplea infinidad de recursos: primerísimos planos, planos subjetivos, fundidos a negro, grúas que ruedan alrededor de un coche, montaje adrenalínico y saltos constantes de la autopista a la centralita desde la que Halle Berry trata de dar con el asesino. Todo ello para contar prácticamente en tiempo real un thriller que, per se, no esconde secreto alguno. Pero que de este modo, se acaba tornando condenadamente adictivo.
Es uno más, sí, pero se preocupa por su espectador, y no sólo por su esmerado apartado audiovisual. Aquí y allá van apareciendo pistas cuyo fallo es que no llevan a ningún sitio, pero que activan alguna que otra neurona de más: deleita el juego que propone Anderson entre lo que muestra y lo que no muestra, entrando y saliendo del maletero del coche o bien pasando a planos de visibilidad voluntariamente impedida; y con toda la intención del mundo suena la canción de El jovencito Frankenstein en la radio del coche del secuestrador. Aunque tampoco nos fijaremos únicamente en el lado bueno de la balanza. No todo es perfecto en The Call, y de ahí su tibio recorrido comercial. En el lado de los peros cabe colocar antes que nada una primera incongruencia argumental que de respetar la lógica acabaría la película a los cinco minutos: sólo en el cine de USA puede quedar indemne la negligencia inicial del personaje principal. Pero al margen de semejante peliculada, molesta un poco más la voluntad del guion por humanizar innecesariamente al maloso de turno, trauma personal incluido, que conduce hacia un devenir torpe y deslucido, referencia a Norman Bates de andar por casa. Y ya en el tramo final, quizá peque de pasarse demasiado de rosca, torciendo la senda del thriller hacia un mucho más dudoso slasher con venganza de por medio.
Es lo que decíamos, al final The Call es lo que es y de alguna pata debía cojear. Y en el fondo, ocurre con ella lo que le suele ocurrir a Anderson en general: películas correctas, buenas o muy buenas, que sin embargo a la hora de clavar la estocada se arrugan en mayor o menor medida. Sea como sea, lo innegable es que como mero entretenimiento, The Call funciona a las mil maravillas, descubriéndose como un thriller sólido y dinámico, de domingo por la tarde si se quiere pero de aquellos que exigen cierto seguimiento. Y encima, recuperando a una Scream Queen (Abigail Breslin) a la que ya habíamos visto rondando latitudes similares cuando Bienvenidos a Zombieland. ¿Qué más se puede pedir?
6,5/10