Crítica de Las altas presiones
Hay una frase que circula mucho entre la gente cuando se refiere al cine que se hace en nuestro país: «No parece española«. Es difícil encontrar una causa para dicha frase, pero es cierto que su significado ha calado entre la sociedad.
Seguramente años de sobreproducción, de dominio cultural estadounidense, de falta de ideas frescas, de poca apuesta por nuevos talentos y un nepotismo evidente hicieron que se perdiera la conexión entre la gente y su cine.
Si echamos la vista atrás, el panorama ha cambiado radicalmente en los últimos años. La crisis ha obligado a hacer menos películas, el cine de presupuesto medio ha casi desaparecido y el IVA cultural ha hecho que estrenar una película española en el cine sea un gran riesgo. Mucha gente ha perdido su trabajo y la situación del cine español se acerca al de un erial. Y sin embargo, las películas más taquilleras de su historia se han dado en los últimos dos años. ¿Qué ha pasado?
Lo más evidente es que el cine español ya no existe. Al menos, no existe un solo cine español. Y seguramente nunca existió, pero ahora es evidente.
Las altas presiones es una película tipo de la España post-crisis. No sólo por su bajo presupuesto, sino por incluir en su trama (pocos) personajes con un presente oscuro y un futuro con poca luz, por hacer evidente que el nuevo mundo se parece en poco al antiguo y la precariedad es la nueva normalidad.
Rodada en 16mm y localizada en Galicia y Portugal, Las altas presiones nos cuenta la crisis vital de Miguel, un treintañero gallego emigrado a Madrid que vuelve a su tierra natal para buscar localizaciones para una película. En su soledad, frustración y falta de esperanza vemos reflejados los sueños perdidos de esa generación que hace diez años se iba a comer el mundo y nunca lo consiguió.
Una puesta en escena que recuerda a Rohmer, una trama sin rumbo a lo Antonioni y un personaje similar al de Noches blancas de Visconti confluyen en una película que, sin embargo, peca de poco ambiciosa. Pese a ser muy efectiva en transmitirnos una sensación, un tranche de vie situado en un tiempo y espacio determinados, no logra que la experiencia pase a otro nivel, el de las películas de culto.
Pese a todo, es una buena película, con personajes y situaciones mucho más tangibles y reconocibles que en otras propuestas similares (pienso ahora en Todas las canciones hablan de mí), y con un objetivo cumplido; el de contar una verdad, aunque sea pequeña.
7/10