Crítica de Las diabólicas (Les Diaboliques)
En el año 1955, Henri-Georges Clouzot ya había causado toda la controversia que podía causar: el estreno de El cuervo en 1943 le granjeó la enemistad de buena parte del sector, y el estilo de sus películas se alejaba bastante tanto del imperante entonces como del que acabaría derivando en la nouvelle vague. Lo demuestra En legítima defensa, thriller estrenado en 1947 sobre un asesinato y diversos sospechosos de inocente apariencia. Lo demuestra en El salario del miedo, una de sus películas más valoradas, intensísimo seguimiento del transporte de un cargamento de dinamita por parte de un grupo de trabajadores necesitados de la paga a recibir. Y lo demuestra Las diabólicas, la otra grande de la filmografía del galo. En esta ocasión, el interés se centra en el plan de asesinar al director de un colegio, déspota y machista, por parte de su mujer… y su amante. Un plan que tiene que salir bien, por lo que tiene que prepararse hasta el último detalle. Muy del agrado de Alfred Hitchcock, diríase, y es que dice la leyenda que Clouzot compró los derechos de la novela original -“Celle qui n’était plus”, de Pierre Boileau y Thomas Narcejac- justo antes de que el maestro del suspense mostrara su interés. Este último tuvo que conformarse con otra novela de los mismos autores, algo así como “De entre los muertos”…
Esa es harina de otro costal. Centrémonos en Las diabólicas, obra maestra del suspense que edita ahora en DVD A contraciorriente films, convirtiéndose en otro título imprescindible de su catálogo. En 1955, apenas dos años después de su anterior y soberbia propuesta (antes citada), llegaba este thriller a caballo entre el noir hollywoodiense y un cine europeo que a su vez bebía de diversos manantiales: estaba la nouvelle vague a punto de caramelo, el neorrealismo italiano daba sus últimos coletazos y el expresionismo alemán se mantenía (y se mantiene) omnipresente. Por su parte, dos emigrados seguían llevando la batuta en sus respectivas áreas: Buñuel alternaba propuestas cada vez más surrealistas desde México (incluyendo éxitos como Los olvidados y fracasos comerciales como Él), y Hitchcock golpeaba las puertas de la historia cinematográfica con La soga o La ventana indiscreta desde Hollywood. De todo ello hay evidencias (resquicios en algunas ocasiones, evidentes referentes en otras) en Las diabólicas, dejando muy claro ya de entrada la gran apertura de miras de Clouzot, y el carácter universal (y atemporal si se quiere) de la película. Si bien sería injusto despacharla así y quedarnos tan a gusto.
Porque Las diabólicas es una propuesta sumamente compacta y consecuente, de una personalidad intensísima posibilitada por el pulso de su director y guionista; porque Clouzot dirige pero también escribe, junto al habitual Jérôme Géronimi, y no se corta en llevar el concepto de adaptación a sus límites llevando a cabo profundos cambios (el sexo de un personaje, sin ir más lejos) en relación a la novela original sin por ello violar en lo más mínimo su espíritu ni mucho menos su discurso1. De manera que lo que deparan al espectador sus poco menos de dos horas de metraje es un thriller definidor de una época cinematográfica y a la vez de la personalidad de un cineasta. De aquellas que se tildan de históricas casi de manera automática, pero que en este caso en concreto obtiene un extra por la redondez de toda ella. Porque por encima de todo, se trata de una cinta para todo tipo de espectadores, pues sigue constituyendo, en pleno 2013, uno de los más robustos ejemplos de suspense jamás rodados (claro, con permiso del responsable de Psicosis). Las diabólicas atrapa desde el momento en que se descubren los planes de las dos protagonistas femeninas (Simone Signoret y Véra Clouzot, esposísima), y agarra con firmeza conforme progresa por un entramado que es una espiral de nerviosismo: se plantea un plan perfecto, pero como todo plan perfecto, no tarda en verse amenazado cada vez con mayor insistencia. Los miedos y remordimientos se acrecientan, las investigaciones alrededor de la fortuita desaparición del director parecen ir estrechando el cerco por más que en verdad estén dando palos de ciego.
La incertidumbre, en definitiva, reina en una película que parece devorar minutos con su hábil juego de montaje y de fotografía, perfecta balanza de luces y sombras que hurga en la creencia, por parte de las protagonistas y del espectador, de que algo va a salir mal en cualquier momento. Y todo ello con margen para la descripción, implícita pero sumamente crítica, de una sociedad decadente. Queda claro pues, que se adopta en seguida una actitud muy activa hacia la cinta, tratando de avanzarse a ella más que en cualquier otro ejemplo posterior del género (incluyendo su inenarrable remake), y por tanto, cayendo en todas y cada una de sus trampas; hay hasta puntuales pasajes de auténtico pavor en que se hace imposible tener la certeza absoluta de lo que se está viendo. Todo ello conduce a un clímax de los que hacen escuela. Un salto mortal de espaldas, un twist imaginable sólo de casualidad y conducido a la perfección por una cámara que muestra lo justo, dejando las pistas idóneas para que no se estropee la sorpresa… Y un twist que con un mensaje final rotulado en pantalla, se nos pide que nos guardemos sin estropearle a nadie la sorpresa. El secreto está a salvo con nosotros, entre otras cosas porque si no se ha visto antes, Las diabólicas es una de esas películas que hay que descubrir para entender el funcionamiento del cine hoy en día.
Una obra avanzada a su tiempo, brillante en su desarrollo creciente y el tratamiento de su intriga, que puede recuperarse ahora en una edición sencilla, carente de cualquier extra que vaya más allá de las habituales fichas técnico-artísticas y el obligado tráiler. Sabe mal, pero poco importa con tal de garantizarse un visionado en condiciones, y Las diabólicas se ve bien (la imagen no ha pasado por ningún proceso de restauración, pero su definición aprovecha al máximo las posibilidades del formato) y se escucha moderadamente bien (estéreo en versión original, mono en su innecesario doblaje al castellano). Para qué pedir más.
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1 O eso afirman los escritores de la misma en declaraciones a la prensa.
Las diabólicas, Psicosis, Los peces rojos, y el sexto sentido, mis pelis preferidas de intriga! :)
Hombre, Bracero (eres tú el de los dos comentarios?), bueno verte también por estos terrenos del thriller francés! ;)
Sencillo, sí, pero tampoco tanto. Vamos, es lo que siempre se dice, lo difícil es hacer que la cosa parezca fácil, no? jeh
En cuanto a tus dudas, lo cierto es que yo también me sorprendí. Estuve haciendo un mínimo de "investigación" y descubrí que sí, que por esa peli se le acusó de colaboracionista y se le dio la espalda. Y luego le dieron la espalda los nouvellevaguistas. Vamos, que el tío fue un portento en hacer amigos xD!
Y oye, es inevitable plantearse esa pregunta, qué hubiera sido de una película y de otra si se hubieran intercambiado los roles! Yo a Las diabólicas sí la veo perfectament hitchconizable, pero Vértigo según Clouzot? Ni me lo imagino!
Abrazo al canto!
Carlos!!!! Excelente film, bellísima la sra. Clouzot y final eléctrico. Un film sencillo, sin excesivos manierismos pero con una fuerza brutal!!! Por cierto, me has dejado intrigado pq Clouzot molestó a propios y extraños con su El Cuervo, es un dato que desconozco, no me dejes en ascuas!!!
PD: Partiendo de la base que están muy bien como estan, pero os imagináis que hubiera sido si Hichtcock hubiera dirigido ésta y Clouzot Vértigo?¿?¿?
Wow, señores, pues no es para llevarles la contraria, pero yo sí me imagino un Vertigo dirigido por Clouzot… Y es más, me aventuro a decir que no sería tan distinto del planteado por Hitch.
Clouzot trató a menudo las psicopatologías para incorporarlas a su ideario noir, así como los problemas de personalidad. E incluso el tipo respiró en algunas producciones un aire de folletín (heredado de Feuillade). Así que yo creo que un cachito de ácido en su DomPerignon y ¡bam! Vértigo par Clouzot al canto.
A mí la idea me pone MUY tonto.
Salud!
¡Por cierto!
¿Veo visiones o alguien pone "Los peces rojos" como una de sus pelis de intriga favoritas?
Alegriote. No es de mis preferidas de toda la historia, pero me parece una feckin masterpiece, amiguitos
hmmm… no sé, imagino que es un poco lo que tenemos metido muchos en el subconosciente: he visto películas de HIthcock toda la vida, y asociado a él un género entero hasta el punto de decir que "esta película es 100% Hitchcock". O sea, imaginar qué habría sido de algo si lo hubiera dirigido él puedo, del revés me cuesta… o algo. Eh, Spring Breakers.
Merci Carlos, ya buscaré más información sobre lo que comentas de Clouzot porque no tenía ni idea!!
Evidentemente no decía "sencillo" como algo peyorativo, (aunque no negaré que siempre me han hecho gracia los grandes artífices visuales) sino como algo afianzado y coherente en toda la trayectoría de Clouzot (de hecho en el Salario del Miedo, creo que sus mejores escenas, son los planos del interior de la cabina con ese Yves Montand desencajado y sudoroso). No ser grandilocuente quiere decir pobre, ni viceversa
PD: En cuanto a lo de Hicht-Clouzot (evidentemente obviando la tendencia del primero al manierismo (de nuevo, sin connotación negativa)) creo que temáticamente tienen algunas (no sé si muchas) semejanzas, así que la diferencia creo que radicaría basicamente en la puesta en escena más que en el tratamiento del tema. Y sí Carlos, comparto tu opinión que Hichtcock era un director tan arrollador/magnífico/enorme/inserten el adjetivo que quiera que por dónde pasó él no me cabe ni la más mínima idea de que podría haber sido eso en manos de otro(sino que se lo digan a Gus Van Sant)
PD2: Por cierto, el del comentario anónimo no soy yo
No ser grandilocuente NO quiere decir pobre, ni viceversa
Uf, Gus Van Sant… qué cosa, eh? Oyes, y sin venir a cuento de nada y rompiendo totalmente la tónica de esta conversación… esperamos algo de Bates Motel? (la serie que es precuela de Psicosis, vamos, de ahí que me haya venido a la cabeza).
Por lo demás, comparto lo de tu sencillismo vs grandilocuencia (o así) y para mí uno de los mejores ejemplos está en Una historia verdadera de Lynch (tampoco viene a cuento de mucho, pero es lunes y estoy muy espeso). Dicho lo cual, con los artificios visuales me pasa un poco de todo. Normalmente me encantan, pero llega un punto en que los rechazo tanto como para odiar a alguien hasta el final de los días. Lo que hacía Hitchcock con cada una de sus películas (la primera que vi con edad de ver algo más allá del mero argumento fue Sabotaje, que es menos icónica y por tanto había un elemento de sorpresa mucho mayor) me parecía una maravilla tras otra, aún me quedan muchas por ver de él, así que más que lo fliparé. Pero no sé, ejemplos recientes… pienso en Luhrmann, o en Wright y su revisión de Anna Karenina… y me subo por las paredes