Crítica de Lazos de sangre (Blood Ties)
¿Expectativas? ¿Ante la nueva película del director de una de las últimas joyas del cine francés (en su versión mainstream) que es también uno de los más estimulantes entes cinematográficos (mola también como actor) del país galo? ¿Ante un guion y producción de la que quizá sea, a su vez, una de las voces más interesantes del Hollywood que nos llega? Pues sí, muchas. Con esas bazas, Guillaume Canet (Pequeñas mentiras sin importancia) y James Gray (El sueño de Ellis) respectivamente, parte Lazos de sangre, que además redondea la jugada con un reparto envidiable por el que pululan desde Clive Owen a James Caan, pasando por Marion Cotillard y por Mila Kunis. ¿Más carne en el asador? Oh, sí: la cosa va de un policía y un caco de mediados de los 70, inmiscuidos de manera más o menos directa en un par de crímenes de diverso calado. Con la peculiaridad de que son hermanos. Recapitulando pues, hete aquí un thriller dramático tan del agrado de Gray (La noche es nuestra, recuerden), quien cede las riendas de la cámara a un cineasta que ha demostrado sobradamente sus habilidades en esto de la narración cinematográfica. Goloso no, lo siguiente, así que tampoco se pecará de hipocresía por aquí: es posible que un plus de la decepción resultante provenga de unas expectativas desmedidas por parte de quien esto escribe (como seguramente aflore por igual motivo entre todos los espectadores que acudan a las salas con el mismo background).
Ahora bien, no toda la responsabilidad va a caer de este lado: un tirón de orejas se lo debe llevar igualmente el director y co-guionista de Lazos de sangre, que para esta ocasión ha confeccionado un film tan impecable como impersonal. Tan irreprochable a niveles académicos, clásicos, o como quiera tildárseles, como cuestionable por su total falta de riesgo. Y es que más que inspirarse o tomar ejemplo, diríase que Canet ha imitado descaradamente a Gray. Por lo tanto, el aroma a Scorsese o a Coppola, claro, es evidente; al igual que el norteamericano, el galo busca un tono clásico claramente deudor de los maestros en materia. Por su parte, los personajes principales (y buena parte de los secundarios) reciben un trato envidiable, poniendo en evidencia la mano del primero a la hora de firmar un libreto que de haberse quedado para él, pese a sus problemas seguramente hubiese desembocado en un nuevo clásico moderno a la altura del resto de su filmografía. Canet juega su mismo juego y encima con sus mismas cartas, pero se muestra mucho menos atinado a la hora de hilvanar la estrategia, de manera que su jugada queda, amén de la impersonalidad antes mentada, descompensada por todas partes: lejos de la intensidad de Gray, la película que nos ocupa carece de momentos realmente memorables, no digamos la fuerza soterrada necesaria para generar momentos climáticos de aúpa salidos de la aparente nada. Confunde contención con apatía, cocción a fuego lento con dilatación innecesaria, por repetitiva, de metraje. Y así, los diversos traspiés que el desarrollo de la trama sufre a lo largo de sus innecesarios 140 minutos, se sienten cuales heridas mortíferas.
Deslices en forma de conversaciones y situaciones demasiado previsibles y básicas, cuando no masticadas ad nauseam (el carácter on the nose de muchos de sus pasajes puede llegar a ser irritante); de subtramas eternas que nada tienen que aportar a lo ya explicado de un modo u otro (en este sentido, el arco argumental centrado en el proxenetismo podría ser el principal enemigo de la cinta). Confundiendo, de nuevo, lo clásico con lo manido. Que si bien contra mal, que si la viabilidad (o no) de la redención de alguien cuya vida está marcada por el crimen… conforme progresa, Lazos de sangre va dejando al descubierto una estructura francamente endeble sobre la que se sustenta un tinglado aún más frágil. Si todo se mantiene en pie es gracias a que, con todo, los referentes son lo bastante potentes como para salvar los muebles, y sus intérpretes tan válidos como para, encima embellecerlos un poco por más que tampoco es que echen toda su carne en el asador precisamente. Vamos, que a poco que sepas cómo emular a grandes de antes como de ahora, y del calibre de los nombres que hemos barajado…
Y aquí es donde entra la decepción a la que hacía referencia al principio: Lazos de sangre es un gatillazo en toda regla para quienes esperábamos las grandes cosas que se nos prometían a priori. Es un mero pasarratos, una más, llamadla como queráis. Pero claro, como tal se puede disfrutar sin problemas. Quizá con menos garra una que otra, pero en cierto modo por caminos parejos discurren ésta y The Town. Ciudad de ladrones, en la que Affleck (en tascas de director) era a Mann lo que aquí Canet es a Gray. Quien busque una de polis y cacos solvente, disfrutable-y-a-otra-cosa, encontrará lo que busca en esta suerte de fotocopia con pedigrí, y de regalo se llevará un clímax en que por fin se anima realmente la cosa. Ahora bien, quien busque las sensaciones de Pequeñas mentiras sin importancia trasladadas al universo de La noche es nuestra, que vaya haciéndose a la idea.
Trailer de Lazos de sangre
Valoración de La Casa
En pocas palabras
Con todo a su favor para triunfar, esta película se queda a medias en todo, logrando un impacto muy por debajo de lo esperado. Es un thriller correcto, pero de ahí no pasa.