Crítica de Leatherface
Que sí, que estaba claro: este proyecto no podía salir bien de ninguna manera. Enésima secuela alargachicle de La matanza de Texas, ahora en forma de precuela, para estrenarse directamente en plataformas VOD y vídeo. Mal. Dirigida por los otrora adorados Maury y Bustillo (À l’Intérieur), actualmente caídos en desgracia tras haber dilapidado su carrera con proyectos de muy baja estofa. Fatal. Y presentada en Sitges, sí, pero únicamente en maratonianas sesiones de madrugada, como par escurrir un bulto que olía a pus desde lejos. Oh, y por si fuera poco, un guión que nadie quería dirigir. Proyecto chungo donde los haya, en fin.
Y la verdad es que poco puede decirse ahora que no venga a confirmar tan evidentes presagios: a Leatherface no hay por dónde cogerla. Es un subproducto que si asoma mínimamente la cabeza del pozo al que va a parar cualquier VOD de terror, es por contar con el reclamo de la sierra de Texas. Orígenes del asesino más celebre del cine de terror, excusa de lujo, pero que no cuela: a la hora de la verdad, esta es una producción barata y polvorienta con la presencia de las otrora estrellas Lili Taylor y Stephen Dorff para añadir más leña al fuego de las series Z. Ellos se enfrascan, como secundarios, en un argumento que no tiene pies ni cabeza y que lo mismo alterna comilonas familiares con centros mentales, o persecuciones absurdas con ciclos de personaje directamente demenciales. La gracia pasa, únicamente, por ver quién de los que por ahí pulula será Leatherface, y cuándo sucederá su entrada al mundo de los serial killers. Vale.
Dicho lo cual…
Oíd, se lo acaba pasando uno bien. A veces es de forma involuntaria: es divertido ver cómo dos teóricas voces importantes del género se enfrascan en una infructuosa búsqueda de dignidad mediante atmósfera (de chicha y nabo) y tensión (inexistente). Pero también es un acierto pasarse de frenada y ennegrecer a todos y cada uno de sus personajes hasta el paroxismo, llenar la pantalla de sangre aquí y allá, y en general confundir (voluntariamente… creo) homenaje con sana parodia. Al final, Leatherface es una nulidad cinematográfica, sí, pero al menos tiene la santa decencia de buscar el entretenimiento como siempre debería hacerse con esta clase de subproductos: mediante la sana carnicería (tanto gore como artística). No voy a decir ahora que esta sea condición suficiente para justificar su en todo caso dañino visionado, pero puestos a elegir, mejor alguna oferta así antes que la blandurria mojigatería de opciones más comerciales, previsibles e inofensivas…
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Valoración de La Casa
En pocas palabras
Estamos de acuerdo: Leatherface no es una buena película. Ni siquiera es una película, sino un mero subproducto. Ahora bien, si se toma así, entretiene. Podía ser peor.