Crítica de Les Derniers Jours du Monde

Con un paso tibio por el festival de Sitges, que sin embargo acabó otorgándole los premios de la Crítica y del Carnet Jove, «Les Derniers Jours du Monde» es la nueva película de Arnaud y Jean-Marie Larrieu (responsables de «Pintar o Hacer el Amor»), que en esta ocasión se sirven de Mathieu Amalric para narrar la historia de Robinson, uno de los últimos seres humanos vivos en los últimos días de la Tierra. Toca, una vez más, hablar del fin del mundo, aunque esta vez lo hacemos a la francesa y desde una perspectiva radicalmente distinta a lo esperado.

En uno de los diálogos de «Mr. Nobody» (insufrible película de la que hablaremos en los próximos días), Jared Leto hacía gala de un perspicaz humor al decir que el cine francés es tan aburrido como la vida de un anciano, o algo por el estilo. Si bien desvirtuada, dicha sentencia no es del todo arbitraria pues bien cierto es que, por lo general, los galos recurren a un sentido muy particular de ritmo y narración que no siempre gusta a todos los públicos (no creo que esté descubriendo la pólvora diciendo ésto). Probablemente, el recién concluido festival de Sitges haya servido como óptimo escaparate a dicha declaración de intenciones, pues de la gran cantidad de películas con pandemias y humanidades agotadas de por medio («Infectados (Carriers)«, «Pandorum«, «Número 9«, «The Road (La Carretera)«, «Bienvenidos a Zombieland»…), «Les Derniers Jours du Monde» haya sido la más atípica, pausada, intimista… y discutida.

La premisa es la misma a la que parece abocado el cine catastrófico actual: ha ocurrido algo, pero el espectador no sabe qué ha sido. Se ve de lleno en plena trama de supervivencia sin introducciones ni explicaciones (del mismo modo que probablemente sucedería en la vida real) y, a fin de cuentas, sin que le importe demasiado… aunque sí lo suficiente como para provocar cierta tensión. Y es que la fórmula ha demostrado ser infalible: por mucho que dé lo mismo que sean zombies, gripes o guerras ya que al final siempre acabamos igual, cabe la posibilidad de que la película tome un giro y explique lo ocurrido, dualidad que siempre arranca un plus de atención en el público deseoso, morboso por saber.
De todos modos, en esta ocasión la crisis queda realmente relegada a una tercera división, pues los hermanos Larrieu optan por acercarse a ella muy de soslayo, prefiriendo seguir las andaduras de Robinson por el mundo agonizante. El desinterés hacia El Acontecimiento (que adquiere un papel de protagonista pasivo) es tal que ni siquiera en los diversos flashbacks aparece mencionado porque en el fondo, «Les Derniers Jours du Monde» no es más que una love story post-apocalíptica, la persecución de un amor verdadero y apasionado en, eso sí, un marco hundido en la miseria. Pocas veces la extinción de la raza humana había sido tratada desde un punto de vista tan humano y cotidiano, desde los ojos de una persona normal y corriente alejada de heroicidades y lucidez ante la adversidad. La sola característica de superhombre que tiene el protagonista principal son unas ganas locas por volver a abrazar a su amada, perdida años atrás, y eso es lo único que lo lleva a recorrer toda Francia y España (sí sí, desde el País Vasco a Zaragoza), siguiendo a las masas y huyendo de problemas en medida de lo posible.
Para ello, lógicamente, es necesario un actor a la altura, y los 133 minutos de la película giran en torno a un Amalric absolutamente maravilloso. Mientras prosigue su lucha contra el tiempo (que lo destruye todo) y el destino, su personaje va aceptando el desmoronamiento humano al que asiste tanto por activa como por pasiva (los pocos supervivientes que quedan se van animalizando progresivamente, hasta convertirse en maquinarias perfectas de lujuria, obsesión y exceso). Y lo hace con un semblante tan estupefacto como apático y natural, como queriendo confirmarse a sí mismo la lógica del horror de determinadas situaciones, y por tanto flirteando, él mismo, con esa locura.
Lamentablemente, a su lado el resto de secundarios se muestra algo más desigual, destacando por encima de todos un Sergi López descomunal (y por esa defición aludo al tamaño del miembro del que hace gala en la película, ni Russ Meyer, oigan) pero como si no todos se tomaran demasiado en serio la propuesta de los Larrieu.

La irregularidad del reparto sirve para introducir otra lacra algo más grave (no todo son rosas) en la película, como es el exceso de metraje. Con más de dos horas de duración para una película que podría haberse quedado en 90 minutos, «Les Derniers Jours du Monde» cuenta con dos partes netamente diferenciadas de las que la primera queda claramente en desventaja.
En ella, a través de un desacertado montaje, se presentan dos historias, presente y pasado, a través de un juego de flashbacks desmesurado. A fin de cuentas, la parte del recuerdo explica la relación entre Robinson y su amante, y se detiene demasiado en lo que no es más que una trillada aventura que poco a poco se torna en obsesión, sin lograr despertar demasiado interés por mucho desnudo (femenino y masculino) que haya. Del mismo modo, la historia del presente se encalla en más de una ocasión, quemando minutos sin evolucionar un ápice y cayendo en el tedio en alguna que otra ocasión. Valgan como ejemplo las fiestas de San Fermín, a las que el protagonista acude y donde la película se pasa de frenada retratando dicha celebración con interés prácticamente documentalista.
Se trata, por tanto, de una primera hora de fácil desatención (en especial si se acarrean demasiadas películas previas en el mismo día) en la que poco pueden hacer las proezas de su actor protagonista o de una dirección realmente original y preciosa. Afortunadamente, la cosa se va enrocando poco a poco, con una segunda parte mucho más atinada que prosigue su espiral de deshumanización, locura y destrucción (la orgía de los ricos, el hotel con los suicidas…), mientras propone un humor negro terriblemente punzante, todo ello desde un punto de vista siempre a la altura del hombre normal y corriente al que seguimos.

Con sus más y sus menos, «Les Derniers Jours du Monde» acaba convirtiéndose en una más que interesante propuesta postapocalíptica, cargada de buenas intenciones y sensaciones que se ven potenciadas si se piensa en ellas algo más en frío. No dudamos de que provocará más de una deserción en las salas (si alguna vez llega a estrenarse), pero si se cuenta con la paciencia suficiente, se puede disfrutar de una de las buenas películas del festival de Sitges.
7/10

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En diciembre de 2006 me dio por arrancar mi vida online por vía de un blog: lacasadeloshorrores. Empezó como blog de cine de terror, pero poco a poco se fue abriendo a otros géneros, formatos y autores. Más de una década después, por aquí seguimos, porque al final, ver películas y series es lo que mejor sé hacer (jeh) y me gusta hablar de ello. Como normalmente se tiende a hablar más de fútbol o de prensa rosa, necesito mantener en activo esta web para seguir dando rienda suelta a mis opiniones. Esperando recibir feedback, claro. Una película: Jurassic Park Una serie: Perdidos

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