Crítica de Les doy un año (I Give it a Year)
Parece ser que nuestra cartelera está celebrando la vida en su sentido más actual por un lado, cotidiano por otro, y despreocupado por el de más allá. Vamos, que se nos acumulan películas que apuestan por historias que podrían ocurrirle a cualquiera, siempre desde el mayor de los buenos rollos y potenciando la cara más positiva del estado anímico de unos y otros por encima de todas las cosas. Dan igual procedencias y temáticas, costes y repartos; al final, todas ellas tienen el objetivo de hacer salir al espectador de la sala con la sonrisa en la cara puesta, fruto de haber asistido a la narración de una serie de acontecimientos que le tocan muy de cerca, desde un punto de vista totalmente amable y serias posibilidades de encontrar una resolución tan sencilla como para antojarse posible… si bien en verdad tales cintas ocurran en un universo al margen, bucólico hasta el flirteo con serios excesos de azúcar. No sé: unos amigos deciden que oye, se puede ser padres sin necesidad de ser pareja; un tío pierde su trabajo como chef y se busca la vida con la ayuda de su hijo; otro, ex-mago de Hogwarts, se enamora de una chica que sólo le quiere como amigo porque ya tiene novio. Y la última hasta la fecha es ésta: chico y chica se conocen y es todo tan maravilloso que se casan casi de inmediato; luego les toca Conocerse de Verdad, para descubrir que no todo es tan sencillo como parecía al principio. Máxime cuando él aún tiene asuntos pendientes con una ex, y ella se encuentra asuntos que pender de la noche a la mañana. Poco más hay en Les doy un año a nivel argumental, como poco hay en ella en general. Tan poco, al menos, como en cualquiera de las anteriormente citadas (quizá con la excepción de #Chef, muy superior, y candidata a sorpresa del año). Pero cuando nos metemos en terrenos de comedia medio indie (aunque esta sea más de lo primero que de lo segundo) con algo o mucho de romántico, ya se cuenta con ello.
Lo importante aquí no es lo innovador de su entramado, como no lo es su puesta en escena ni mucho menos cualquier otro aspecto de su desarrollo como producción cinematográfica. Más o menos de Juno en adelante, y con independencia de que, por ejemplo, esta sea inglesa allá donde la mayor parte del género nos llega de los USA, todas las propuestas del estilo diríanse parte de un único gran, gigante rollo de película que van cortando y mostrándonos por capítulos. Y desde luego, la primera reacción no puede ser otra: en la memoria, su permanencia es francamente escasa. Pero tanto da, parece ser, pues lo que importa es el durante. Un durante que Dan Mazer (escritor y guionista, parido en las filas de Da Ali G Show) traduce en comedia que hace las veces de exagerado estudio sobre las relaciones en pareja, brillante y amabilísima en su conjunto pero no exenta de cierta mala baba, pimienta con la que sazonar un plato cuya mezcla acaba dando en una diana que no se esperaba y que, a la postre, salva y de qué manera los muebles. Y es que tan olvidable es toda ella, que le sienta divinamente que Stephen Merchant (quizá demasiado secundario) se pase de frenada cada vez que abre la boca; que Anna Faris se meta sin comerlo ni beberlo en una escena de cama inesperada; o que Rose Byrne siga dilapidando su imagen de santurrona a base de una vis cómica cada vez mejor depurada. Detalles que triunfan por inesperados en la que de lo contrario sería la película más esperable de los últimos tiempos.
Así que estamos, en definitiva, ante lo mismo de siempre, pero igual, sólo que igual que siempre. Con la única variación del acento parcialmente British, y de contar con un humor un punto más picante, más cercano a La boda de mi mejor amiga o Malditos vecinos, si se quiere, que a Amigos de más o #Chef (si bien ambas repitan patrones; otro ejemplo, sin ir más lejos, tiene que ver con sus secundarios descacharrantes: John Leguizamo para Favreau, el todopoderoso Adam Driver para Radcliffe, Merchant aquí para Byrne y Rafe Spall)… Ojo, también es cierto que es el tono que la película requiere. ¿Suficiente para justificar el visionado de Les doy un año? Pues sí, la verdad. Y es que esta clase de películas ya juega a otra cosa, compiten contra ellas en su propia liga y la única forma que tiene el espectador para discernir cuál es buena y cuál es mala, a día de hoy pasa principalmente por ver cómo queda ese durante del que hablábamos: ¿te lo has pasado bien viéndola? Prueba superada. En ocasiones pueden encontrarse fichajes de lujo en forma de personajes especialmente bien dibujados o guión un punto más fresco de lo habitual. No es el caso, así que disfrútese con lo que hay, y a otra cosa.
6/10