Crítica de Lesson of the Evil (Aku no kyôten)
Fiel a su cita, Takashi Miike vuelve a presentar dos proyectos en el festival de Sitges. Uno vendría a ser más o menos serio (Shields of Straw), mientras que otro, este Lesson of the Evil, equivaldría a la propuesta loca del año. Sólo que esta vez la línea que separa a uno de otro no es tan obvia de cuando, por ejemplo, estrenaba a la vez 13 asesinos y Zebraman. En esta ocasión sendas películas se presentan con la rigurosidad propia de una producción abierta a todos y cierta hegemonía estilística, nada de elegancia por un lado y chaladuras visuales histriónicas por el otro. Pero sí, la loca parece que es esta por mucho que durante la primera mitad de la misma (y dura más de dos horas) parezca lo contrario. Y es que sólo un prólogo, extraño, generador instantáneo de mal rollo, hace las veces de confirmación de lo dicho. Por lo demás, se tarda horrores en saber que esta película no es un drama escolar nipón tipo La clase, sino más bien un slasher que hiperboliza las masacres en colegios, de aquellas que cada dos por tres colman los informativos a niveles mundiales. Dos mitades, netamente separadas, casi inconexas y que por supuesto conducen a una película de ritmo sumamente desigual. Moderadamente fallida, incluso: hay que tener suma paciencia al principio para luego, cuando llega el desmadre, acabar descubriendo que seguramente su primera hora ha sido mejor que la segunda. En fin, un lío en que no es la primera vez que nos mete Miike.
Y es que muy, muy poco a poco progresa la presentación de personajes que se alarga, navegando por un mar de pura intrascendencia, durante media hora y más. Ninguna esperanza hay de que esto vaya a ir más allá del seguimiento de los alumnos de un cole y la relación con su profesor, a medio camino entre el humor (creo) y el retrato sin más. Después van aflorando algunos temas de mayor interés, pero siempre vinculados a la cotidianidad más absoluta. Por momentos, Lesson of the Evil parecería incluso aspirar a una crítica social vinculada con el abuso de menores, cosa que el espectador se toma, más que nada, como el cabo al que aferrarse como esperanza de que suceda algo relevante, sea lo que sea. Pero no, la total vulgaridad del producto continúa y el hecho de que uno o dos personajes se antojen un pelo más exagerados que el resto, rozando la parodia, no parece indicar nada. Hay que ir aún más adelante, Jesús lo eterno que se hace el primer acto, para entrar de verdad en materia. Los brotes que antes apenas si habían dejado entrever la existencia de un entramado subterráneo pululando en paralelo a lo sucedido en pantalla, germinan con cada vez mayor insistencia mediante secuencias con un hombre desnudo canturreando en alemán…
Y finalmente sale a relucir la verdad. Al fin Miike nos empieza a contar algo. Algo puramente Miike, quiero decir: la sangre se adueña de la función a velocidad de crucero entre algún que otro asesinato y una ensoñación truculenta, y ahí el de Audition se muestra finalmente cómodo, recreándose en lo macabro (que insisto, va aumentando de intensidad de manera paulatina y aún estamos en estados muy primitivos) y sacando a relucir su personalidad detrás de una cámara. Ya con el pescado vendido, Lesson of the Evil adquiere las formas de un slasher pasado de vueltas, entre truculento y autoparódico, con pasajes delirantes que implican ora una reverencia a Tarantino, ora una cámara siendo alcanzada por un balazo. Es, en resumidas cuentas, como si American Psycho hubiera desplazado su campo de acción a un colegio de menores.
Pero, malditos peros. No pasa demasiado tiempo hasta que este sorprendente cambio asienta su polvareda. La violencia, explícita y sin concesiones, va tornándose menos desconocida para un espectador que se va acostumbrando a ella y entonces, de nuevo, toca hablar de vulgaridad. Porque sorprendentemente, el director no abusa, no aprovecha la condición de psicópata de uno de sus personajes más que para hacer de Lesson of the Evil una sucesión de tiros y persecuciones, una escabechina que en realidad, acaba cumpliendo a medias: no es lo suficientemente seria para apabullar a niveles emocionales, y se contiene en exceso impidiendo dar rienda suelta al festival gore que llama a la puerta. Pena, porque el asesino que va matando a ritmo de Mack the Knife sí es, por sí solo, una de las figuras más terroríficas que haya pasado recientemente por las pantallas… Pero al final, es eso, da la sensación de no estar viendo nada nuevo.
Es entonces cuando uno se para a pensar (o mejor, pasa cuando una canción a lo Enrique Iglesias se adueña de los títulos de crédito) y se pregunta si en realidad, habida cuenta de su segundo bloque entretenido ma non troppo, no habría sido mejor ver qué hubiera sido de un Miike 100% serio, retratando la realidad cotidiana de sus tierras y su cultura. Quizá, pese al ritmo aletargado y la sensación de relativa intrascendencia, hubiera sido mucho más interesante de lo que a la postre acaba siendo este shoot ‘em up escolar que en lo que más decepciona, curioso, es en la falta de salvajismo al que el de Audition nos tenía acostumbrados cuando se volvía loco en el pasado… Nunca lo sabremos.
6/10
pelicula para pasar el rato, en momentos se torna un poco pesada pero se deja ver, habra que espeerar para la segunda parte, ojala q sea mejor que esta
yo creo que va a ser peor: ya está todo el pescado vendido, ahora tocará hacer un pseudo remake: los niñps en el cole, la alumna con ellos como si nada hasta que de repente le haga "click" la chota… y a volver a empezar