Crítica de El libro de la vida (The Book of Life)

Bueno, pues ya hemos alcanzado ese punto en el que el mercado se ha saturado: anualmente se estrenan más películas animadas de las que podemos contar, muchas de las cuales terminan pasando lógicamente desapercibidas, dejando apenas mella comercial en un panorama que está dominado por las grandes compañías y que, salvo excepciones, ve cómo todos los demás, simplemente, lo intentan. Este caso en concreto se inscribe en ese apartado de excepciones. La película del mexicano Jorge R. Gutiérrez ha gozado de un recibimiento cálido por parte de la crítica internacional, ha recibido alguna nominación a premio gordo y puede que al final incluso perdure en la memoria de los aficionados y un puñado de niños. Y eso hay que celebrarlo, claro, porque al margen de su calidad y de que tenga como productor a Guillermo del Toro (impulso comercial inestimable) siempre es de buen recibo que podamos ver productos distintos en nuestras pantallas familiares. Y no lancemos palomas al vuelo todavía, porque no estamos ante una obra maestra. Ni de lejos. Pero lo que sí puede decirse que esto, a pesar de sus referentes obvios y de sus préstamos argumentales, efectivamente es algo un poco distinto. Por temática, por estética y por espíritu.

Pero ojo, con cuidado. El libro de la vida no es el colmo de la originalidad en lo que toca a su argumento. Es más, su guión se sustenta sobre una historia trillada y poco ambiciosa, la de la competición de dos amigos y rivales por el amor de una mujer. Los personajes no son ninguna maravilla, tan condicionados en su descripción por el devenir de los hechos. Y el triángulo amoroso en el que juegan es demasiado arquetípico, siguiendo, una vez más y para entendernos, el conocido patrón Luke/Leia/Han. El arsenal de gags, nutrido y constante, es desigual. El humor es a ratos bastante tópico, con chistes reciclados, y a menudo la película acusa una tendencia a resultar más graciosilla que a caer realmente en gracia. Más aún, por ponernos quisquillosos el apartado musical se presenta un tanto falto de inspiración y carisma por culpa de una selección musical dudosa que incluye versiones de Radiohead o Rod Stewart mezcladas con temas tradicionales y piezas clásicas. En resumen, cuando Gutiérrez juega según las reglas del blockbuster animado de Hollywood (canción moña y bailecico final incluidos) vence sin convencer y puede dar un poco el pego pero no deja de ser en el fondo un competidor en inferioridad de condiciones.

Sin embargo de alguna manera El libro de la vida sí es un producto medianamente interesante, y termina brillando de verdad en otros aspectos. Especialmente los relacionados con sus propuestas escénicas. Porque presenta un mundo visualmente potente, el de un México más o menos idealizado en el que reina una fascinación por la muerte y el más allá, y por toda la imaginería correspondiente: calaveras pigmentadas, serpientes aztecas, corazones espinados, enormes mostachos, máscaras de lucha libre… Y si de buenas a primeras la estética de día de los muertos es un poco «manual de folklore mexicano para principiantes, guiris y americanos con visiones estereotipadas de su vecino latino» sí es cierto que en el momento en que el escenario cambia drásticamente y los protagonistas comienzan a transitar otro mundo el interés se dispara. Los espléndidos diseños de decorados y atmósferas toman más protagonismo, se sobreponen a sus propias limitaciones técnicas (muy acusadas en el caso de los niños del museo) y termina de cuajar de verdad esa mezcla del espíritu hipercinético del humor de Tex Avery con la oscuridad festiva con querencia por las stop-motions de Tim Burton o del equipo de Laika.

En esencia podemos concluir que El libro de la vida juega en una línea intermedia, porque aunque quisiera no podría codearse con los grandes, en términos de inspiración, originalidad y trascendencia. Pero no deja de ser menos cierto que posee mucho más sentido de la aventura, creatividad visual y timing cómico que muchos de los subproductos animados que proliferan hoy en Hollywood. Así que a pesar de todo, no es mal balance.

6’5/10

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Xavi Roldan empezó la aventura casahorrorífica al poco de que el blog tuviera vida. Su primera crítica fue de una película de Almodóvar. Y de ahí, empezó a generar especiales (Series Geek, Fantaterror español, cine gruesome...), a reseñar películas en profundidad... en definitiva, a darle a La casa el toque de excelencia que un licenciado en materia, con mil y un proyectos profesionales y personales vinculados a la escritura de guiones, puede otorgar. Una película: Cuentos de Tokio Una serie: Seinfeld

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