Crítica de Lilting

El título elegido por Hong Khau para su presentación en sociedad (tras cierta experiencia labrada en los mundos del cortometraje) no podía ser más engañoso. Sí, Lilting es muy pequeñita: apenas un puñado de actores, un par de escenarios y dos o tres salidas timoratas al exterior. Y no, tampoco es una película en la que tengan lugar grandes acontecimientos. De hecho, el más importante ya ha ocurrido, y en lo que se centra el guion (del propio Khau) es en el afrontamiento del mismo; por lo que a efectos prácticos, es un film sumamente acotado tanto en lo físico como en lo temporal. Pequeñito, poca cosa, little thing. Ahora bien, sus dimensiones aumentan de manera exponencial cuando empieza a desarrollar los no pocos frentes que va abriendo por el camino: pérdida, diferencias culturales, luchas internas y externas por la aceptación de uno mismo y en sociedad, suegras estrictas, reclusiones en hogares de ancianos… por lo bajini, la opera prima del joven cineasta se descubre ambiciosa y relevante, y sin embargo, jamás abandona su esencia: la de ser algo pequeñito, porque mínimo es el individuo que debe lidiar a diario con semejantes batallas, sin necesidad de superpoderes intergalácticos ni llamativos disfraces.

Así pues, estamos ante una alegría, la demostración de que aún ahora hay espacio para el arte por encima del dinero, la voluntad por encima de la mercadotecnia. Si la propuesta que nos ocupa funciona es por el mimo con que su guion ha sido tratado, sin caer nunca en la exposición fácil, deliberadamente tramposo con esos arriesgados flashbacks que son, sin embargo, ingrediente inherente del apuntalado de su personalidad del film. Un libreto que es capaz de detener por completo el tiempo, si con ello puede darse una pincelada más a la descripción tierna, sentida, perfecta de sus personajes. Lilting pone en evidencia que si la maestría acompaña, sobran los grandes aspavientos: su planteamiento formal es, simple y llanamente, precioso, con una fotografía cálida y gélida a la vez, escenarios sencillos pero sumamente expresivos, y una cámara que respira junto a sus protagonistas, en total armonía con ellos.

Por su parte, capitanea el reparto un Ben Whishaw de empatía inmediata: su personaje se antoja frágil, o por lo menos muy debilitado, pero debe hacer de tripas corazón para ofrecerse como faro en la oscuridad para otra persona (Pei-Pei Cheng) cuyo estado es más delicado todavía. Así debería ser el ser humano: enfrentado a sus egoísmos y fantasmas interiores, pero sacrificado a la hora de la verdad; mientras se asiste a su visionado, uno no deja de preguntarse qué haría en su lugar. Y con eso, como avisábamos, la película ínfima que nos ocupa va ganando más y más peso. Ni que decir tiene que el actor de El perfume está impecable, de las mejores veces que se le recuerdan; como todos los que le rodean, con independencia de sus minutos en pantalla. Atención, sin ir más lejos, a Peter Bowles.

Y en realidad hay poco más que decir. Lilting es tan pequeñita, que con ella se limita todo a que debe ser vista, sin más. Tiene la capacidad para emocionar sin jugar sucio en ningún momento con recursos peliculeros, porque eso la haría adquirir un tamaño que no busca. Tan sólo quiere retratar un episodio cotidiano con la mayor cotidianidad que le sea posible, valga la redundancia, dejando que los silencios se adueñen de escenas de más de un minuto si así lo requieren, porque cuántas veces necesitamos en nuestro día a día de un poco de cama total. Y dejando en el aire las conclusiones a las que llegue (precioso discurso final mediante) para que sea el espectador quien acabe de hilarlo todo; porque, claro, una situación como la que se da en el film requiere de cierto tiempo; ese que pone las cosas en lugar, ese que cura heridas y lima asperezas. Cierto es que si se quisiera, podrían establecerse puntos en común con un buen puñado de cineastas que indudablemente pueden (¡deben!) haber establecido la base de formación de Khau (de Kar Wai a Haneke, pasando por Ozu)… pero eso también está de más. De verdad, que Lilting es cuestión de verla, con suerte disfrutarla, y dejar que crezca, natural. Como la vida misma, vaya.

7/10

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En diciembre de 2006 me dio por arrancar mi vida online por vía de un blog: lacasadeloshorrores. Empezó como blog de cine de terror, pero poco a poco se fue abriendo a otros géneros, formatos y autores. Más de una década después, por aquí seguimos, porque al final, ver películas y series es lo que mejor sé hacer (jeh) y me gusta hablar de ello. Como normalmente se tiende a hablar más de fútbol o de prensa rosa, necesito mantener en activo esta web para seguir dando rienda suelta a mis opiniones. Esperando recibir feedback, claro. Una película: Jurassic Park Una serie: Perdidos

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