Crítica de Little, de Edward Carey (Blackie Books)
Al padre de Marie, orgulloso militar, un cañón defectuoso le voló medio rostro en mitad de un desfile. Su fabulosa mandíbula tuvo que ser reemplazada por una bandeja metálica genérica e impersonal, sustitutivo maxilar algo grotesco que finalmente quedó convertido en el único recuerdo que guardó la niña de su progenitor tras su lánguida muerte. No quiero saber si es cierta la anécdota, pero poco importa, porque dejarse llevar por lo que se cuenta sin plantearse cuánto hay de real y cuánto de fábula es parte del encanto de Little. Pero sobre todo porque define a la perfección y en unas pocas primeras páginas lo que marcaría la vida de Marie Grosholtz, posteriormente conocida como Madame Tussaud. Una familiaridad profesional, casi afectiva, con todo tipo de reproducciones artificiales de porciones desprendidas del cuerpo humano. Huérfana a una corta edad, Marie pronto se convirtió en pupila del doctor Curtius, médico suizo aficionado a tallar en cera componentes anatómicos humanos. Y el resto, bueno, es historia.
O es la historia que quiere relatar el escritor y dramaturgo Edward Carey, una especie de biografía novelada en primera persona de tan apasionante personaje (Marie, no Curtius) y su entorno inmediato (ahora sí, Curtius, pero también la viuda que convivió con ellos, su introspectivo hijo afecto a muñecos y maniquíes e incluso, cuidado, parte de la corte de Luis XVI). Una epopeya de tintes victorianos y aliento dickensiano que pretende convertir en ejemplar la vida de Grosholtz, heroína dislocada, aventurera diminuta (de tan petite se ganó el sobrenombre de Little), jinete de los cambios sociales en una época convulsa para Europa cuyo highlight llegaría con el París revolucionario de 1789: la odisea de Little la llevaría desde la tranquila Berna hasta la ciudad de la luz y de ahí al mismísimo Versalles, sólo para volver a París y terminar sus días en un Londres que estaba a punto de substituir la cera por metal y la escultura por daguerrotipo.
Por el camino, Marie vive romances con plebeyos y princesas y un proceso de aprendizaje profesional que está entre lo apasionado y lo directamente chiflado: el de Primera Dama de la cera en Europa. En su disparatado taller y posteriormente en la aún más delirante Casa de los Monos (no pregunten) Marie y Curtius ejercen de célebres replicadores de piezas humanas, de profesionales del exvoto, de especialistas en moldear cabezas falsas en una época en que las cabezas reales de carne y hueso tenían facilidad para desprenderse de los cuerpos que las habían estado paseando por ahí: ese París guillotinesco que tantas ganas le tenía a María Antonieta, a la corte de Luis XVI en general y a todos sus correspondientes y desprevenidos cuellos.
Su ímpetu nace en un lugar indeterminado entre la pasión por el conocimiento del anatomista, el sentido del espectáculo decadente del taxidermista, el morbo del carnicero psicópata y la desazón de quien quiere hacer perdurar lo perecedero. Lo suyo es el juego de la imitación, de la suplantación por un monigote inerte, de la copia muerta, del desdoblamiento sin alma y con una reflexión clara: nuestra anatomía común nos pone bajo el mismo rasero, nos iguala a todos, ricos y pobres, reyes y vasallos, elegantes y andrajosos. Es una conclusión perogrullesca pero un tanto macabra, indiscutible y aun así algo siniestra.
Y es que en Little lo macabro y lo tierno van siempre de la mano. Las ocurrencias escabrosas y las ideas de espectáculo de freaks fluyen con naturalidad, como si fueran lo más normal del mundo. El absurdo gobierna muchos momentos, lo triste se funde con lo cómico y lo naturalista con lo caricaturesco, dando alegres saltitos estilísticos, de un pie al otro: uno en lo sórdido, el otro en lo ingenuo. Así a lo largo de más de 500 páginas, aderezadas con una buena cantidad de dibujos, presuntamente hechos por la propia Marie que parecen salidos de un manual añejo de anatomía, que hacen de esta casi una novela-río. La más divertida, absorbente y tierna novela-río posible.
Little: la apasionante vida de Madame Tussaud
Por qué leer Little
Adictiva biografía novelada de una no menos interesante mujer: en manos de Edward Carey Marie Grosholtz, alias Madame Tussaud, se convierte en una figura apasionante al frente de una historia divertidísima, pícara… y macabra.