Crítica de Los profetas, de Robert Jones Jr (Alianza de Novelas)
Saludado por parte de la crítica como uno de los debuts del año en lengua inglesa, Los profetas es una novela imbuida de un inusitado arrojo estilístico y una fuerza torrencial. Un drama épico que viene a sumarse a la ya ingente cantidad de obras que nutren la literatura sobre la esclavitud. Ese cuerpo creativo que últimamente han estado construyendo un puñado de aventajados discípulos de James Baldwin (de James McBride a Colson Whitehead, pasando por Yaa Gyasi, Ta-Nehisi Coates o Paul Beatty) y que ofrece una crónica necesaria de la reciente Historia americana, redactada con la sangre de los oprimidos. Pero Jones Jr se atreve a dar varias vueltas de tuerca. La primera, otorgando el protagonismo a una pareja homosexual, dos jóvenes que trabajan en las cuadras de una plantación y que descubren mutuamente sus cuerpos y su amor. La segunda, huyendo del oscurantismo más monolítico empapando gran parte de su historia de un cierto halo de vitalidad, dejando que el romance de Isaiah y Samuel proyecte luz y empatía en ese mar de negrura. La tercera, aportando una enorme riqueza coral, temporal (va saltando en el tiempo hacia un pasado remoto) y tonal (lo realista se entreteje con lo místico).
El autor crea un gran tapiz humano en el que la pareja de amantes son el centro, pero no el único foco narrativo. Los amos y el resto de sirvientes también tienen su relevante parte en la historia y, especialmente, son las mujeres las que aportan un enorme peso emocional y simbólico. Las portadoras de la vida, de la sabiduría e incluso de la Historia más lejana, la que sucedía antes de que el hombre blanco impusiera su cosmovisión, su violencia (directa, cultural y estructural), y la servidumbre a su propio Dios, y no a otro(s). Antes de que se corrompieran las relaciones de amor, antes de que la esclavitud tomara su lugar. Antes de que el cuerpo (en concreto el africano) fuera reducido a mera herramienta.
Por aquí va el gran mensaje de Los profetas, que habla de la reapropiación del propio cuerpo en un contexto en el que este era propiedad de otro, acreditado para darle un propósito puramente utilitarista, un objeto de uso personal (ajeno), ya sea de tipo práctico, simplemente autoritario o agresivamente sexual. El romance de Samuel e Isaiah simboliza eso, el redescubrimiento de uno mismo a través del contacto erótico consentido y deseado. Un acto de resistencia a través de la libertad más básica, la del ejercicio del disfrute y del sexo, aun estando socialmente proscritos en un momento en el que el gozo era resistencia, el amor desafío y el placer transgresión.
De ahí que me refiriera a la cualidad torrencial de la prosa Jones Jr. Y es que su lectura resulta imparable, casi inevitable, de tan vitalista (que no siempre optimista) que es. De tan poliédrica, lírica, de tan físicamente carnal y profundamente espiritual que se muestra. Tanto es así que el autor termina siendo en alguna ocasión víctima de su propia incontinencia verbal, de un lirismo un tanto recargado, de un exceso de floritura en la descripción de algunas imágenes algo manieristas. Pero se le perdona: la grandeza de tan totémica obra puede rastrearse tanto en sus incontestables verdades como en las fisuras, plenamente humanas, que puede llegar a mostrar.
Los profetas: una novela que es más bien un torrente
Por qué leer Los profetas
Robert Jones Jr se presenta en sociedad con una novela intensa sobre un romance entre dos jóvenes esclavos. Una historia dura, poética y enormemente ambiciosa. En algún momento casi demasiado… pero lo cierto es que cuesta girarle la cara a una propuesta tan apabullante en casi todos los sentidos.