Crítica de Los seductores

Los bastardos de todo tipo siempre han tenido buena acogida en el cine. Los bastardos federados, profesionalizados en lo suyo y que han convertido su hijoputismo en un oficio casi respetable, pues también. Y los de ese tipo, y que encima pertenecen a la rama «seductores con clase», ya ni os cuento. Gente de una calaña concreta que ha encontrado en la comedia de corte más o menos romántico su charca donde nadar felices cual protoanfibios.
A este grupo pertenecen el escuadrón de élite que protagoniza «Los seductores». Tres tipos (Alex, su hermana y su cuñado) especializados en seducir por encargo a futuras casamenteras para que abandonen a sus correspondientes parejas. Cosas de los celos de terceros.
Con Juliette Van Der Becq, guapa, rica y futura esposa, el citado trío tiene que lidiar en lo que parece el encargo más importante hasta la fecha. Lo malo es que la susodicha puede terminar por seducir a Alex y la charada de él puede terminar convirtiéndose en auténtico amor.
No sé vosotros, pero yo sólo con esto ya estoy agotado.

Porque lo que se nos vende como «la comedia francesa de más éxito del año» (que lo es), y «un soplo de aire fresco» (que ni de maldita coña, vamos) en realidad es una tontería tan simplona, inocente e inocua como ligerita de ver.
Así que que nadie se espere nada al cruzar las puertas de la sala acondicionada, que las pretensiones son cero, casi el mismo número que la cantidad de hallazgos.
Si no contamos, claro, el intentar clonar el modelo americano. En cuyo caso, la pretensión es más elevada y el resultado más bien tirando a tibio.

Y es que al final eso es lo que es «Los seductores». Una comedia de trepas profesionales un punto desmitificadora y que en primera instancia parece casi, casi una parodia en la que abunda el humor descreído y un toque de absurdo a la francesa (bien por ellos). Pero que al final termina cuesta abajo y sin frenos por la pendiente de la comedia romántica más bobalicona, todo sacarosa, topicazos del género, homenajes embutidos con calzador (¿»Dirty Dancing»? ¿en serio?) y un constante aire de fotocopia barata de aquello de lo que, oh, parecía querer reírse.
Hay algo más, pero no sube el pabellón. Se trata de un aire a comedia cool (alargad la «o» todo lo que queráis) a lo Steven Soderbergh, un intento de adaptar el espíritu «Ocean» a nuestras más europeas y modestas maneras. Lo intentan, de veras que sí: en «Los seductores» hay suficientes elementos para no dejar lugar a dudas respecto al espejo en el que se quieren reflejar sus responsables: hay coches deportivos, gente guapa, escenarios tipo Montecarlo, una banda sonora que fusila sin vergüenza las funkosidades de David Holmes y hasta una secuencia en un aeródromo. Pero lo cierto es que sin la mano juguetona que debería estar detrás de todo esto, la cosa va escasa de groove, de la elegancia macarra y del aire petardo-glamuroso que se le debería pedir. Y sobrada de soluciones tópicas (tanto formales como argumentales), personajes desaprovechados y, muy especialmente, un guión simplón, sin sorpresas y sin complicación alguna, indigno de una comedia supuestamente trepidante e ingeniosa. Y con una mala leche tan dosificada que apenas se percibe.

También es cierto que «Los seductores» cambia todas esas estrambóticas exigencias (¿guión elaborado? ¡santo Dios!) por un aire simpaticón y agradable, interpretado con elegancia cómica (especialmente por Romain Duris, Julie Ferrier y François Damiens) y llevado con una mano, la del director Pascal Chaumeil, que ni quita ni pone nada. Y por ahí debe agarrarse el invento. Y si se opta por ello, por un «dejadme en paz con esas cosas de las historias complejas, que yo lo que quiero es desconectar el cerebro, ver una peli, quizá hasta dormirla un rato y que todo termine bien», si se mira desde este punto de vista, quizá, sólo quizá, la cosa pueda funcionar medianamente bien. Y resultar en un rato divertido de los que se comentan a la salida del cine y al cabo de cinco minutos han desembocado en cualquier otro tema mucho más interesante.

5/10

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Xavi Roldan empezó la aventura casahorrorífica al poco de que el blog tuviera vida. Su primera crítica fue de una película de Almodóvar. Y de ahí, empezó a generar especiales (Series Geek, Fantaterror español, cine gruesome...), a reseñar películas en profundidad... en definitiva, a darle a La casa el toque de excelencia que un licenciado en materia, con mil y un proyectos profesionales y personales vinculados a la escritura de guiones, puede otorgar. Una película: Cuentos de Tokio Una serie: Seinfeld

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