Crítica de Magia a la luz de la luna (Magic in the Moonlight)

¿Cansado? Una persona que lleva tantos años (37 desde Annie Hall) rodando una película al año, manteniendo aún en muchas ocasiones un nivel envidiable, y a quien además parecen brotarle las ideas y soluciones visuales con tanta facilidad no sé si se la puede calificar de cansada. Pero sí hay algo en la última película de Woody Allen que se antoja un tanto rutinario, casi se diría fruto de un automatismo creativo o de una falta de esfuerzo. Como si se hubiera limitado a intentar hacer un buen producto (lo es, como tal) sin molestar a nadie, evitando grandes errores de bulto presentes en alguna que otra de sus películas más recientes e imprimiendo su prestigioso sello, consciente de que ello ya atraerá a cierto sector del público que saldrá satisfecho habiendo comprobado que Woody Allen sigue siendo Woody Allen. Magia a la luz de la luna es claramente superior a A Roma con amor, por ejemplo, y sin embargo, aun lejos de ser una mala película, por algún motivo su existencia no nos motiva como antaño.

Un ilusionista afincado en el Berlín de entreguerras recibe el encargo de asistir a la villa en la Costa Azul de unos americanos adinerados. Allí deberá desenmascarar a una joven y guapa médium que dice tener capacidades extrasensoriales y celebra rituales, presuntamente falsos, en los que invoca a los espíritus. Previsiblemente entre ambos surgirá una tensión romántica que pondrá en juego los límites de lo demostrable y la fe, el choque entre opuestos y las idiosincrasias y funcionamientos sociales de las clases altas. Un punto de partida ligeramente distinto que, sin embargo, huele a Allen en todos sus detalles temáticos y escénicos y remite a algunas de sus películas recientes o incluso a algunas de sus obsesiones más constantes: hay magos y teatros, una recreación de la Francia de los años 20 marcada por las fiestas, la frivolidad y el swing, una relación entre un hombre maduro y una joven pizpireta en un probable nuevo acto de purga de culpa henryhigginsiana por parte del autor. Y, claro, por encima de todo ello está el metralleo de diálogos chistosos -aquí no especialmente inspirados-, el escarceo amoroso como motor de toda comedia y una puesta en escena tan ágil como de costumbre. Una escenografía muy cuidada en su reconstrucción histórica y marcada por la clásica paleta otoñal de colores cobrizos que se reparte entre unos interiores en los que se sentirían cómodos James Ivory o Terence Davis y unos exteriores que podrían evocar cierto cine de Eric Rohmer.

De todos modos, si Magia a la luz de la luna respira un aire clásico es por su indisimulada simpatía hacia la comedia del Hollywood de los años 30. Allen parece quererse reflejar en esta ocasión en Cukor, Preston Sturges o Lubitsch y a decir verdad no cuesta imaginar -salvando la diferencia de edad entre los dos protagonistas- a Gary Cooper y Barbara Stanwyck o a Cary Grant y Katharine Hepburn en los papeles que aquí ocupan Colin Firth y Emma Stone. Su vocación de cuento pícaro de estafadores con clase respira el encanto de aquellas comedias, indudablemente. Pero, como decíamos, también se conforma con ser sólo agradable y entretenida, tanto como aquellas, pero está desprovista del nervio de los guiones de Billy Wilder, Leo McCarey o Charles Brackett y no se esfuerza en alcanzar algo más, en ofrecer una cierta fuerza dramática o un timing cómico especialmente afinado. Y termina quedando en una comedia digna, sencilla, bien hecha y contada con muchísimo oficio y cero pretensiones, pero no especialmente memorable ni mucho menos trascendente. Habrá que ver si su voluntad de entretenimiento intemporal le procura con el tiempo un pequeño culto entre los woodystas más entregados, pero por lo menos de momento este Allen, mientras esperamos que vuelva el narrador lúcido que todos conocemos, nos produce una cierta indiferencia.

6/10

Xavi Roldan empezó la aventura casahorrorífica al poco de que el blog tuviera vida. Su primera crítica fue de una película de Almodóvar. Y de ahí, empezó a generar especiales (Series Geek, Fantaterror español, cine gruesome...), a reseñar películas en profundidad... en definitiva, a darle a La casa el toque de excelencia que un licenciado en materia, con mil y un proyectos profesionales y personales vinculados a la escritura de guiones, puede otorgar. Una película: Cuentos de Tokio Una serie: Seinfeld

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