Crítica de Mala
Sería ridículo, poco profesional e irritante por mi parte caer en la tentación de ceder al chiste fácil y tomar el título de la última propuesta de Adrián Caetano, Mala, para definir su calidad intrínseca. Estaría muy visto -probablemente el 90% de las críticas a esta película han hecho la gracieta-, sería grueso humorísticamente y convertiría mi tarea en poco menos que un chascarrillo. Pero, qué coño, allá vamos. Mala es mala. Por lo menos este gusto sí me he dado a su costa, mire usted. Porque por lo demás ya podría haberse esmerado el otrora reconocido realizador argentino (dirigir Pizza, birra, faso lo puso en el mapa) para elevar su nueva propuesta por encima de la mediocridad que se trae irremediablemente consigo el ser un sucedáneo. Para colmo el sucedáneo de un género difícil, delicado, que requiere de temple y garra por parte del realizador, como es el negro. El cine de asesinos, traiciones y venganzas. No precisamente moco de pavo. Un género rico que nos ha dejado ejemplos poderosos de gran cine, de historias casi hiperbólicas que sin embargo explican las desgracias de nuestros días.
No es el caso, claro, a menos que uno haga un intento de postironía y considere que una de las desgracias de nuestros días son las telenovelas y que Caetano lo único que quiere es rebajar el thriller hasta acercarlo a los modos expresivos del melodrama catódico. Pero ello sería un ejercicio que correspondería al espectador necesitado de sacar algo de provecho de todo esto. Si el realizador aporta lecturas irónicas, parece haberlo hecho sin querer. Al contrario, se toma demasiado en serio a si mismo este drama entorno a una asesina a sueldo que sólo acepta encargos para despachar a hombres maltratadores, y el resultado es un juego de absurdidades no planeadas en un ejercicio de pretensiones nunca satisfechas. En un intento de asimilar la clásica protagonista fuerte entrenada para matar a lo Nikita, pero no intentar respetar las claves básicas del género en lo que respecta a realización, ritmo y tono.
Al contrario, a pesar de una buscada trascendencia -que desemboca en simple oquedad- el realizador demuestra una despreocupada falta de tensión, empuje y desinterés por lograr la mínima brillantez formal. Sus imágenes profilácticas no son conductoras eléctricas para las emociones y su puesta en escena resulta inerte, incapaz de transmitir nada. Pero claro, al mismo tiempo todo esto va escaso en contundencia narrativa, en empuje de una pretendida trama de espionaje que no sabe si desembocar en un desenfreno puramente visceral o en un intento de constituirse como algo más arriesgado. Nada que objetar al feliz acierto de Caetano respecto a poner a cuatro actrices distintas a interpretar a un mismo personaje, pero se agradecería un poco más de concreción en todo el resto: o se es el Jarmusch de Los límites del control o el Soderbergh de Indomable. Pero no los dos a la vez ni, ni mucho menos, una mezcla de ambos realizada por sustracción.
El resultado es una película amateur de un director fogueado, un drama denso con diálogos forzados, una radiografía de sentimientos con personajes psicológicamente desdibujados, un intento serio de profundizado en ellos con interpretaciones (que no necesariamente intérpretes) del tres al cuarto, y una de acción con intenciones de sobriedad y un clímax grotesco, fuera de tono. Y peor que todo ello, una pretendida denuncia encarnizada hacia una realidad social preocupante que en realidad resulta tan torpe como tal que casi es ofensiva hacia sus víctimas. El maltrato machista es un tema que a pesar de admitir una sola opinión (la repulsa, la condena total y absoluta) contiene muchos enfoques aceptables. Pero este no es ninguno de ellos.
3/10