Crítica de Mami Blue
Qué difícil se hace hablar de una película que no deja poso alguno ni le fortalece a uno los músculos, ni le inyecta nada en la sangre, ni le dispara ningún tipo de sustancia directa al cerebro. Complicado tensionar las articulaciones de los dedos frente al teclado expectante para poner los sentidos al servicio de algo con menos calado que un zapping tontuno montados en un sofá dominguero a la chicha de la sobremesa.
Es lo que ocurre con «Mami Blue», que es muy poquita cosa. Para mal y para peor. Y que encima tampoco es capaz de plantar cara a ninguna apelación televisiva como la que acabo de hacer. Como la más acomodaticia ficción catódica bellotera, «Mami Blue» lanza la caña al río y se conforma con la primera pescadilla que le salta. Habla de un par de generalidades disfrazados de Gran Tema Universal usando un par de recursos efectistas y se contenta con que le vayan a picar unos cuantos despistados.
Pero limitarse a encuadrar su sentido de la road movie cómica en una historia de seres solitarios que establecen una insospechada amistad (dos mujeres, una anciana camino del asilo y una hondureña camino de la deportación o de la desgracia) y apuntar a la crítica social pintada con el rodillo del quince (la inmigración, el abandono de los ancianos) no es garantía de éxito, ni de laureles autorales. Más si uno gasta un guión simple y lineal que quiere recordar a sus hermanos mayores (es todo esto una especie de dislocación patria de «Thelma y Louise» -«Teresa y Luz», ja- pasado por el filtro cinco jotas de «Airbag») pero no se atreve a salirse de su propia inercia. Estos dos personajes y la cohorte de secundarios, a cuál más esquemático, con los que se van cruzando surcan las carreteras más anodinas de nuestra geografía a lomos de un argumento que divaga y picotea de aquí y de allá, y que aunque se hace el interesante nunca logra serlo de verdad: hay mafiosetes con embadurne de vaselina, secundarios que se quieren estrambóticos y que están entre lo sainetesco y lo casposo, rastas octogenarios zumbándose petardos, y demás, todos a su libre albedrío y a esperar que salga bien. Porque «Mami Blue» no contempla nada parecido a la dirección de actores. «Miami Blue» es una hostiaca interpretativa de aquí te espero.
Es todo de un perfil bajo cero. Su tono de comedia se pretende esperpéntico, pero no llega ni a alcanzar el spanish bizarro de gasolinera, casi se queda en bolsa de pipas Facundo y carajillo en la plaza. Su puesta en escena con voluntad western es funcional y su realización poco abierta a sorpresas, más pendiente en empaquetarlo todo en un tono de producto mediano que no desentone en ningún lado y no vaya a recalentar demasiadas neuronas. Y como aventurilla es totalmente inocua y sin ninguna gracia, mordiente, ingenio ni electricidad narrativa.
Supongo que lo mejor es acercarse a «Mami Blue» pensando que no conoce el término pretensión, lo cuál no tiene por qué ser cierto. Pero, si eso, se incurre en el autoengaño y en ese caso los amantes de la comedia televisiva castiza aún puede que le vean un algo. Y puede que hasta llegue a pasar como un producto «simpático y divertido», se la califique de «soplo de aire fresco» y se diga de ella que es «una película emotiva y tierna». Yo digo bleurgh.
3/10