Crítica de Megavixens
No hemos sido pocos los aduladores de la socarrona alteración de acontecimientos históricos, la caracterización del movimiento nazi o la heroicidad de los basterdos de Tarantino. Nos hemos tragado que su más reciente obra es la más transgresora sátira de tan atroz ideología (personalizada en un personajillo no menos repugnante), o que se trata de una película sumamente atrevida que sólo podría existir en los tiempos marcados por la libertad (ejem) que corren. Pues bien, citaremos a nuestro héroe bastardo nacional diciendo que ‘nada, mariconadas’.
Y es que en realidad «Malditos Bastardos» es un juego de niños, un mero juguete totalmente inofensivo si lo comparamos con la tercera entrega de la saga de las Vixens, un «Megavixens» que en su versión original se conoce, simplemente, como «Up!». El autor de semejante obra maestra, por supuesto, es uno de los ídolos de esta Casa: Russ Meyer.
Estrenada tan sólo un año después de la que (a falta de ver la cuarta y última entrega) supone la mejor película de la cuadrilogía de tetas por excelencia (la mítica «Supervixens«), «Up!» vuelve a dar buena muestra de las dificultades de Meyer a la hora de encargarse de tantas tareas a la vez. Mal dirigida, mal interpretada, mal escrita y peor (mucho peor) montada, en esta ocasión la cinta muestra una madurez inaudita en un Meyer que pretende realizar un ejercicio entre el metacine y el canto griego, tan ridículo como brillante. Así, a lo largo de todo el metraje una narradora omnisciente de volumen pectoral inversamente proporcional a su cantidad de ropa (nula en todo momento) va deteniendo la narración para explicar la situación y proponer sospechosos en una trama de asesinatos que se abre con el asesinato de un tal Adolf Schwartz.
¿Que quién este hombre? Un alemán poseedor de un castillo, de facciones y vestimenta muy similares a las de otro Adolf algo más famoso, casi nada. Su peculiaridad, a parte del bigote y peinado, radica en sus maneras de pasar el rato: sodomizando o dejándose sodomizar por sexos, razas y colores de todo tipo. Aun a riesgo de explicar demasiado sobre los momentos más brillantes de «Up!» (y seguramente del cine en general), merece la pena detenerse en ese aspecto para detallarlo con algo más de ímpetu, por lo que si prefieres no spoilearte demasiado, pasa al siguiente párrafo. El caso es que los gustos de Adolf ocupan prácticamente la primera media hora de película (un tercio de su total), y en ella se nos muestra con casi todo lujo de detalles un popurrí de salvajadas sexuales totalmente denigrantes en las que Hitl…digo, Schwartz es azotado, forzado e incluso penetrado por el que más adelante se descubre como personaje importante, un joven de metro ochenta de alto y unos treinta y cinco centímetros de ancho (nosesimexplico).
Queda claro, por tanto y como no podía ser de otro modo, que el director ahonda algo más en sus manías deleitándose y deleitándonos con planos de senos botando sin control, densos pubis (el famoso gatico acostao) y vergas gigantescas que ocupan buena parte de la pantalla. El contenido erótico de la saga va en aumento a marchas forzadas desde el primer y más mojigato «Vixen!«, y en esta tercera incursión más de una vez se roza directamente la clasificación X… para regocijo de sus espectadores, por supuesto.
Afortunadamente, esta clase de escenas eróticas totalmente descabelladas son una constante en «Megavixens», hecho que ayuda a mantener un interés que, como siempre en Meyer, se pierde totalmente cuando no hay una ubre en pantalla. Y eso que la cosa se complica en demasía debido a la presencia de la antes citada narradora, probable musa del cineasta de origen californiano, quien no sólo detiene la continuación del film, sino que sus poéticas (léase ininteligibles) charlas se montan con un sinfín de escenas ya vistas en la cinta, repetidas una y otra vez. Pero claro, ella aparece como Dios la trajo al mundo, y además recita entre bruscos movimientos ¿eróticos? y gritos y gemidos de todo tipo, así nos vale de sobras.
Del mismo modo, huelga decir que el supuesto entramado de whodunit brilla por su ausencia, y que un personaje es más o menos sospechoso en función de lo mucho que folle a lo largo de la película, lo cual (no nos engañemos) no deja de sumar enteros y auspiciar algo brillante de cara al final.
Et voilà! Tras una titubeante parte central, «Megavixens» retoma el vuelo a toda velocidad con una media hora final contenedora de un cúmulo de situaciones y secuencias tan históricas que llegan incluso a superar a su hermana mayor, «Supervixens», y se convierten en un referente para todo cinéfilo que se precie. Y es que sumemos: gore con sierra eléctrica, violaciones grupales, peleas de voluptuosas nudistas, tres epílogos y el descubrimiento del asesino. ¿Qué puede salir de allí, aparte de una jodida obra maestra? Si no es suficiente motivo, allá va el spoiler que definitivamente confirma la calidad de la película, la verdadera identidad del asesino (ídem, salta al siguiente párrafo si no quieres saber de quién se trata): no es sino Eva Braun Jr., superviviente de la guerra y con unas motivaciones que, estas sí, son lo suficientemente brillantes como para no poder desvelar en estas líneas.
Así las cosas, el «Up!» de Meyer es otra importantísima pieza en la historia y cultura cinematográfica, que todo buen aficionado debería ver para descubrir noventa y pocos minutos de auténtico deleite. Argumento sin cabeza, alteración histórica, sexo gratuito, penes y tetas enormes, humor desternillante, montajes terribles y actuaciones aún peores, gore explícito, banda sonora y efectos de sonido de aúpa… absolutamente todo tiene cabida en una tercera entrega de tetas que, si bien no llega a los niveles de su predecesora, contiene secuencias inolvidables de auténtica maestría de la caspa, momentos como nunca antes se han visto (ni se verán) que tardarán en ser olvidados.
Ojalá algún día festivales como el de Sitges brinden un merecido homenaje a tamaño héroe del cine como fue Russ Meyer, genio sin discusión a quien todos y todas deberían (re)conocer.
¡Por dios, esta película es TAAAAAAAAAAN bastarda!!!!!!!!!!!!! XD
Y digo bastarda en el tono positivo, que para mi esta palabra es siempre recurrente y positiva XD
por supuesto, cuanto más bastarda sea la película, mejor!! y esta lo es mucho, casi tanto como Supervixens!