Crítica de Mi refugio

Cuando el fin de la vida es el principio de una nueva. Cuando lo que «viene después» es lo que importa. Eso es «Mi refugio», la nueva propuesta del siempre imprevisible François Ozon tras «Ricky«, una mirada dislocada al proceso de destrucción por drogas. Dislocada porque la película parte de ese momento en que el yonki toca fondo y está al borde de la muerte, o la rebasa directamente. El momento en el que sólo le cabe rendirse definitivamente o renacer.
Que es donde se desencadena el meollo de toda la historia. Mousse (Isabelle Carré) despierta de un coma por sobredosis y descubre que Louis, su novio, ha fallecido por el mismo motivo. La madre del chico, para más inri, desprecia al bebé que está por nacer y obliga a Mousse a entregarlo en adopción. Aunque ella de buen principio acepta, pronto decidirá hacerse desaparecer y empezar una vida totalmente distinta en su propio «refugio», una casa a las afueras de París.
La cuestión es que Mousse pronto recibirá la visita de Paul (Louis-Ronan Choisy), hermano de Louis, con quien empezará una curiosa relación, un simulacro de vida en pareja por dos personas totalmente independientes: ella está decidida a ser madre soltera. Él es homosexual.
Un nuevo retrato de maternidad urgente tenemos entre manos, pues. A Mousse la cosa le sobreviene de golpe, y ella es quien debe decidir qué coño hacer realmente con su vida. Pero de verdad. No ha pedido ser madre, y tampoco ha pedido pertenecer a ninguna familia. Sólo necesita tiempo para sí misma, aunque luego las circunstancias no se lo pongan tan fácil.
Por eso, «Mi refugio» es más una película sobre la comunicación con uno mismo que sobre el diálogo con los demás. Su alcance es más bien discreto, pero abierto a la interpretación: Ozon insinúa sus líneas temáticas para que el espectador ejerza su libertad de desarrollarlas, o de conectar personalmente con ellas.
Efectivamente, «Mi refugio» es otra de esas peliculillas de autor que pueden llegar a apasionar a unos como desesperar a otros, cansados del ombliguismo de directores cuyas propuestas requieren esfuerzos extras que no todo el mundo, muy legítimo, está dispuesto a hacer. Sin embargo, quien se deje mecer por la narrativa fluida pero minimalista de Ozon, podrá disfrutar este drama con tintes de cine social.
Entrando en cuestiones más prosaicas, la película está hecha con sencillez, pero también con oficio. Ozon se decanta por una especie de naturalismo con un toque bucólico y primaveral, consciente de que tras la tormenta drogota, debe sobrevenir una calma purificadora. Para que al final la protagonista pueda tomar el control de una vez por todas y dejar que haciéndolo se equivoque o no. Pero que lo haga. Etcétera.
De modo que traslada su cámara la playa, al campo, a ambientes más apacibles donde desarrollar el drama humano y se convierte en una especie de Rohmer que ha renunciado al lirismo. En un cronista de soledades y acompañamientos y de los tejemanejes sentimentales derivados de la reclusión, la libertad y la independencia.
El trabajo en este momento es de los intérpretes, encargados de llevar el drama sobre sus hombros y aportar los suficientes matices: Choisy, muy ajustado, sin caer en el tópico de la «tabla de salvación» ni en el del «buen cuñado». Y Carré, estupenda, transpirando autenticidad a cada palabra y dolor a cada gesto. Una única pega: a juzgar por su apariencia y su actitud, Mousse no parece haber pasado por el infierno de la aguja y el torniquete de goma, excepto por los frecuentes sorbos al frasco de metadona. Por lo demás, ambos, y en menor medida Pierre Louis-Calixte (el rollete furtivo de Paul), son capaces de dar todos esa profundidad serena, tan aparentemente casual y tan francesa, necesarios para sus personajes.
«Mi refugio», en fin, termina siendo una película notable. Y a pesar de no ser la más inspirada de su realizador, ni de lo mejor que pueda verse este verano en Gafapsata & alrededores, sí es un pequeño refugio íntimo para todos los degustadores de miniaturas que quieran mantener la palabra «blockbuster» en la categoría de «galimatías en inglés».
Hay que dejarse llevar.
6’5/10
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Xavi Roldan empezó la aventura casahorrorífica al poco de que el blog tuviera vida. Su primera crítica fue de una película de Almodóvar. Y de ahí, empezó a generar especiales (Series Geek, Fantaterror español, cine gruesome...), a reseñar películas en profundidad... en definitiva, a darle a La casa el toque de excelencia que un licenciado en materia, con mil y un proyectos profesionales y personales vinculados a la escritura de guiones, puede otorgar. Una película: Cuentos de Tokio Una serie: Seinfeld

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