Crítica de Micmacs

¿Dónde está la línea crítica que separa el autoplagio del homenaje a uno mismo? ¿La repetición de esquemas del cultivo de un sello personal? ¿El hipergonadismo de la constitución y convicción en una cosmogonía propia? Pues mirad, ni lo sé, ni parece que a Jean-Pierre Jeunet le importe. Y voy a terminar esta crítica probablemente más perdido de lo que la empiezo, más confuso, porque me huelo por estos lares una extracción ceruminosa auditiva que para qué: voy a limpiarme las vías y extraerme la mierda que llevo acumulada desde hace años. Y es que a mí, el señor (minúsculas) me coja confesado, no me gustó ni «Amélie».
Pero tengo que reconocerle un par de virtudes: por un lado una capacidad cucamonil pasmosa. Y por otro un prodigioso poder de convergencia popular que la convirtió a golpe de buenrollismo français, y eso es innegable, en uno de esos títulos de (paradoja al canto) «cultificación masiva» de difícil elusión. Cuando se pone uno a glosar los títulos más relevantes de los últimos tiempos, lo de «Amélie» es un lugar de paso inevitable.
Pero no olvidemos algo: Jeunet venía de «Delicatessen» y «La ciudad de los niños perdidos» (obvio el cuarto «Alien»). La Poulain sólo reciclaba de ahí y lo pasaba por un tamiz finito, finito. Pero la masa, que nadie se engañe, ya estaba. O de cómo el autoplagio (ya, ya, el sello personal) implicaba la refinación de la caña silvestre en azúcar para ensaimadas. Bien, sin problemas. Era la adaptación al medio. Y un exitazo intosible.
Y con estas, previo paso por un nuevo remozado («Largo domingo de noviazgo»), nos llega la última «Micmacs» y uno no sabe muy bien si el señor Jeunet le toma el pelo o ya le está pidiendo que decida entre entrar definitivamente en su juego o largarse a otro lado a dar patadas a otro balón. Porque aquí, en este campo de patio de cole, las reglas están muy claras. Cómo lo contrario: son las mismas de siempre.
Jeunet ya puede decir de sí mismo que es muy suyo. Que le gusta tirar siempre de los mismos recursos temáticos, tonales y simbólicos y quedarse ancho. Que no tiene problema en volver a retratar a una panda de cuasidesclasados, nuevo freak show de personajes-cartoon entre lo estrambótico y lo adorable, siempre en modo Apologeta De Lo Distinto. Que le gusta hablar de las casualidades, de las extravagancias que nos depara el simple hecho de tirar cada día un día para adelante (existen armas; que contienen balas; que pueden ir a alojarse a los cálidos pliegues de cualquier corteza cerebral). Que él es muy de encontrar la belleza (llámese como tal a lo que se sobrepone a la mediocridad generalizada) en los lugares más recónditos de nuestra cotidianía más reseca. Y que siempre termina tirando de las mismas caras: Dominique Pinon siempre será un tipo con una nómina demasiado baja.
Y que, el resto del mundo le da igual, lo suyo es la comedia excéntrica que tanto fusila al cine clásico de Hollywood (desvergoncea en acreditar a Max Steiner como autor de la música… prestada) como apela al slapstick de Keaton, Lloyd y Chaplin. Especialmente de este último.
Así que «Micmacs» revisita el álbum de fotos cuidadosa (deliberadamente) apolillado de los citados ahí arriba y se queda sentadito en la silla de mimbre contento con ser un hermano menor concebido cuando sus padres (y sus tíos) ya se han acostumbrado a procrear como roedores.
Todo en «Micmacs» entra en el déja vu. Sus planos están bañados por una fotografía saturada que bailotea entre lo herrumbroso y lo verduzco. Su diseño de producción pone a 24 fotogramas por segundo al horror vacui. Su música original entre lo puramente francés y lo casi balcánico es marca de la casa. Su gusto por la cacharrería y el reciclaje de basuras, el invento de tebeo a lo profesor Franz de Copenhague, la imaginería bélica y los cachivaches semovientes de diversa índole sigue ahí. Ay, termina siendo todo un émulo algo anémico de «Amélie» y lo único que suma a lo ya conocido es un trasunto de trama de espionaje estigmática con su iconografía reconocible; su equipo de élite, sus pérfidos traficantes de armas, sus trapicheos variados; todo pasado por el filtro desmitificador de la comedia bizarra y completado con par de gotas de denuncia social con el tráfico de armas y explosivos como telón de fondo. (Aire)
Pero mucho me temo que le falta esquizofrenia visual y le sobra inercia: Jean Pierre Jeunet, es evidente, se encuentra cómodo con su producto. Y la comodidad es antónimo y enemigo acérrimo de la aventura.
A pesar de ello, probablemente «Micmacs» tendrá por ahí su base de fans chiflados. Y como no se ha masificado tanto como Amélie, la recepción global (nah, tampoco la ha habido) no la ha magnificado a posteriori y puede colar como un título de culto (sólo) entre los aficionados. Lo que, de vez en cuando, significa «nadería a olvidar por el resto de mortales». Yo estoy ya en proceso.

5’5/10

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Xavi Roldan empezó la aventura casahorrorífica al poco de que el blog tuviera vida. Su primera crítica fue de una película de Almodóvar. Y de ahí, empezó a generar especiales (Series Geek, Fantaterror español, cine gruesome...), a reseñar películas en profundidad... en definitiva, a darle a La casa el toque de excelencia que un licenciado en materia, con mil y un proyectos profesionales y personales vinculados a la escritura de guiones, puede otorgar. Una película: Cuentos de Tokio Una serie: Seinfeld

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Comentarios

  1. ¡Hola!

    No se preocupe. No se enfade. Iremos a verla.
    Muchas gracias por hablar de mediocridad y por ayudarnos a salir de casa para plantarnos en el cine en busca de diversión y aire acondicionado gratis… ¡Joé, qué caló!
    A propósito… ¿Cómo es esa frase que a la gente le gusta repetir? ¡Ah! Sí, es ésta: "Todas las obras de Mozart suenan igual".
    ¿Comprende lo fácil que es hablar y no decir nada?

    Un saludo amable, amedrentado, tímido y anónimo

  2. No me preocupo, ni me enfado. Ni pretendo amedrentar a nadie, por supuesto. Mi comentario es una guía de viaje para quien quiera usarla.

    El resto tendrán sus propias opiniones y podrán expresarlas, o bien decidirán que se conforman con muy poquita cosa, con que cierto panorama cinematográfico vaya erosionándose y desgatándose con el tiempo a costa del bolsillo, la paciencia o las tragaderas del espectador. Que se conformarán con las fotocopias desgastadas mientras estas a) les ofrezcan un recordatorio complaciente y autocomplaciente de "lo que una vez fue" o b) les hagan pasar un rato meramente entretenido

    Y si se les toca el tótem o se les viola la sacralidad de su ídolo esgrimirán demagogia un poco baratuza usando los clásicos recurrentes de la misma (esto es, tirar de Mozart para las comparaciones positivas y de Hitler para las negativas).

    En fin, sí hace mucho calor, vaya usted al cine, vaya.

    Saludos y gracias por comentar (y repito, no se me asuste, hombre de Dios)

  3. Ah, estos me encantan, los ofendidos eruditos. Qué cabrón, te llevas los mejores, Bluto!

  4. Meh, donde hay calidad, hay calidad

    Los de "eres tonto porque no tienes ni hidea de sine porq eres tonto" pa ti…

  5. jeh, por eso últimamente lo apruebo todo con un 6 (menos cosas chinas que no ve nadie) y me curo en salud…

  6. La acabo de ver y me ha parecicdo, como dirían los vecinos de Jeunet, una 'boutade'. No me gusta nada Amelie pero el irrealismo mágico y algo trash de 'Delicatessen', sí. Esta me ha parecido a ratos muy aburrida, la verdad, así que coincido con el autor del post. Un saludo.

  7. Nno la he visto, que rompí con Jeunet allá por el año Amélie y salvo nueva entrega de Alien no pienso saber nada de él. Pero soy fan del título de tu blog. Ya está. Quería dejar constancia de ello (voy a visitarlo ;))
    Saludos y gracias por pasar!

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