Crítica de Mil maneras de morder el polvo (A Million Ways to Die in the West)
Lo que suele pasar en estos días que más que correr, vuelan, es que no tenemos tiempo, ni paciencia. Que a la que uno parece que da con la tecla, en seguida se le canoniza, o viceversa. ¿Qué Oasis sacó un primer disco bueno? Pues que sea el mejor grupo británico de la historia. ¿Que Diego Costa ha jugado un par de partidos malos? El peor jugador de la selección española de la historia. Y luego toca toparse de bruces con la realidad: constatar que no era para tanto (ni lo uno, ni lo otro). Con Seth MacFarlane ha pasado lo mismo. Creó una serie animada (Padre de familia) que casi de inmediato pasó a considerarse incluso mejor que Los Simpson; estrenó una película (Ted) y su figura pasó a ser la del Gran Cómico Definitivo. Hasta llegó a presentar los Oscars. Un dios, en toda regla. Y claro, ahora que Mil maneras de morder el polvo le ha salido medio rana, en poco más de un año ha pasado del cielo al último círculo de los infiernos. Y ojo, que si hay un culpable del semi-desaguisado es precisamente él, que dirige, escribe, produce y protagoniza cuando debería haberse limitado a una o dos de esas funciones como mucho. Pero demonios, tómese su figura desde la distancia: es su segunda película, su principal defecto es haber parido una propuesta (muy) inferior a su opera prima, y simple y llanamente, lo que viene a confirmarse es que MacFarlane es humano. Y vamos, que siempre desde la distancia, el desaguisado tampoco es de escándalo.
Ojo, desastre absoluto no, pero la decepción sí es monumental. No sólo por las expectativas (que sí, con tanto revuelo en torno a la figura de su director, nosotros hemos sido los primeros en caer), sino porque la introducción a la película no podía ser mejor. Acompañados de una banda sonora que remite de inmediato a las festivas melodías de los westerns de toda la vida, van pululando los nombres de todos los involucrados: MacFarlane, Theron, Neeson, pero también Neil Patrick Harris, Giovanni Ribisi y, redoble, Sarah Silverman. Semejante potencial para la parodia, la autoparodia, el gag y la salvajada, estaba llamado a hacer del film que nos ocupa algo gordo, y sin embargo bien rápido empieza a torcerse todo cuando de entrada, se despoja incluso de su condición de película, para convertirse en poco más que una excusa para ensalzar la figura de su actor principal, y poco más. Primer y más sangrante error, pues: contar con un protagonista sin carisma, seguramente válido para el guión o los monólogos, pero desde luego no para cargar con el peso de una película entera. Máxime cuando los chistes no acaban de funcionar. Y esto es como un castillo de naipes: no funciona el humor, no funciona el actor, y si uno se pone a mirar por los alrededores, descubre una producción pobrísima y torpemente dirigida, hasta el punto de recordar más bien a una concatenación de sketches de José Mota que a una producción para la gran pantalla.
Pero esperanza hay: los momentos en que MacFarlane cede el protagonismo a sus secundarios (o a los extras… de destino truculento), Mil maneras de morder el polvo sube como la espuma. Impagable Silverman y su relación con Ribisi, entrañabilísima una Theron arrebatadora, descacharrantes los gags slapstick-gore. ¡Si es que es una lástima que el protagonista no se calle más a menudo! Porque de mirarse menos el ombligo, es decir, de haber ramificado un poco más el interés del guión dirigiéndolo hacia el resto de personajes, puede que otro gallo hubiera cantado. Tal y como ha quedado, esto es un repaso en clave cómica de los highlights del género (peleas de bar, trenes, malos muy malos y buenos muy buenos, indios…) estimulante pero insuficiente por estar siempre un escalón por debajo del personaje principal, al que le tocan los gags menos logrados y peor hablados, y cuya personalidad es cuestionable y su gracia ídem. Antes hablábamos de su figura en contraposición a la de sus secundarios, y casi nos dejamos al descacharrante NPH tanto con sus juegos de palabras (y su challenge: accepted que reconocerán sus fanes) como con sus chistes de pedorretas. Vamos, todo muy por debajo de lo esperado, por desaprovechado.
Claro que luego llega el minuto 72 (o por ahí). Entonces salta al ring uno de los mejores gags vistos últimamente, la primera, genuina, risotada de toda la cinta (de un total de tres). Y a partir de ahí, los 40 minutos finales se digieren mejor.
En definitiva, decepción sonora. Porque Mil maneras de morder el polvo es demasiado irregular y se antoja demasiado desaprovechada. Porque son muchas las ocasiones en que ni siquiera tiene la entereza de una producción cinematográfica. Porque es, sí, excesivamente larga. Pero no menos cierto es que tiene puntazos de lucidez, siendo alguno de ellos de antología. Así que en verdad, al final acaba adquiriendo ese aura de comedias entre olvidables y entrañables por su condición de tiro por la culata, nunca perjudiciales para la salud, de esas por las que suele pulular Will Ferrell y compañía cuando no están especialmente inspirados (Hermanos por pelotas, por ejemplo). No es un desastre absoluto, y no lo sería en ningún caso porque por muy que vayan las cosas, cuenta con un elemento fundamental para hacerse con la simpatía del espectador: interactuando entre ellos, los integrantes del reparto más de una vez son pillados riéndose de manera espontánea, después de algún chiste improvisado. Y eso, que ellos hayan sido los primeros en pasárselo teta, bien vale el intento de ser partícipe de la fiesta que ha propuesto un tipo que simplemente ha hecho palpable su condición de ser humano. Seguiremos esperando sus trabajos venideros con ganas, por muy meh que le haya quedado éste.
5/10
Coincido en la critica, en todo menos en la nota, tanto potencial desperdiciado es un cuatro como las patas de una silla.
Es la caricatura de una parodia, si se ponen los cuatro o cinco momentos graciosos en un trailer y pasamos del resto, no nos perderemos nada y nos reiremos lo mismo.
estaba entre aprobarla o suspenderla, pero es que en general creo que se la han cargado demasiado, de ahí que le subiera medio punto más. Bueno, por eso, y por el CHISTAZO ese…