Crítica de Minúsculos: El valle de las hormigas perdidas (Minuscule: La vallée des fourmis perdues)

Resulta curioso que en dos semanas consecutivas se estrenen en nuestras pantallas dos cintas de animación francesas, aunque si resulta destacable, no es precisamente por este hecho, sino por los más que interesantes resultados que en los últimos años están cosechando los galos gracias a gran parte de su cine de animación, y después de ver Minuscule: La vallée des fourmis perdues, parece que esta tendencia no tiene visos de cambiar. Basada en la popular serie televisiva de título homónimo (la cuál no he tenido la fortuna de poder ver todavía), y que ha cosechado elogios en medio mundo, nos llega de la mano de sus creadores originales, Thomas Szabo y Hélène Giraud (de casta le viene al galgo, ya que es hija del mítico dibujante francés, Jean Giraud, alias Moebius), la adaptación cinematográfica, que gira alrededor de un microcosmos poblado por insectos de muy diversa índole.

En el tranquilo claro de un bosque, los restos de un picnic abandonados encienden la guerra entre dos tribus de hormigas. En juego está una caja de azúcar. Una mariquita, abandonada por su familia, se ve atrapada en medio de la batalla. Por mucho que sea inevitable que su temática recuerde, no estamos ante una versión gabacha de Bichos o Antz, sino que se aleja bastante del modus operandi de las citadas, en gran parte, debido al arrojo formal mostrado para ser una cinta de estas características, enfocada principalmente al público infantil, pero que prescinde durante la integridad de su metraje del uso de diálogos, ya sean en off, como en las interacciones de los insectos (aunque dejándolo todo clarísimo gracias a su acertada puesta en escena y su transparencia expositiva). Pero no acaba aquí la valentía que ofrece el film, ya que también el relato brilla por su ausencia (aunque exista un fino hilo narrativo referente al conflicto entre las hormigas) y el leve desarrollo de los personajes también está, premeditadamente, pasado por encima (de hecho, ni siquiera se les asigna un nombre propio), ya que el enfoque que se le da es, en múltiples ocasiones, el del más puro estilo documental (la ubicación de los lugares, enmarcada gracias a sostenidos planos generales, resulta muy esclarecedor al respecto). Si además de todo lo dicho, le añadimos que la técnica visual consiste en personajes creados por CGI sobre escenarios reales aplicando el 3D, con un diseño y una animación rayando en lo primario y básico, no creo que nadie pueda negar su condición de «rara avis» animada.

Pero si por algo me ha sorprendido gratamente Minúsculos: El valle de las hormigas perdidas, ha sido sin lugar a dudas por su impresionante aprovechamiento de los efectos y el campo sonoro, con una captación del sonido ambiente y del producido por insectos excelente (potenciando la sensación documental que comentábamos antes), con un uso del mismo notable, y que junto a la excelsa partitura de Hervé Lavandier, hacen que éste sea el apartado más destacable de todo el film, y que elevan la propuesta bastante por encima de la media. Pese a ello, todo lo dicho arriba no debe llevar a equívocos, ya que el film resulta osado, pero tampoco estamos hablando de una obra de vanguardia, simplemente es una historia infantil sencilla sobre abandono, supervivencia, superación personal y amistad, en mitad de la campiña francesa y protagonizada por insectos, donde no faltan espectaculares persecuciones y múltiples referencias a la «cultura popular gala» (reflejada en los objetos humanos mostrados).

En definitiva, el resultado es francamente apreciable (mucho más para los conocedores de sus orígenes televisivos, más didácticos y documentales (por lo que me han comentado) que el film que nos ocupa), alejándose considerablemente de las propuestas por el estilo habituales, y demostrando que la animación puede llegar bastante más lejos de lo que, por desgracia, nos tienen acostumbrados, siempre que existan ideas y algo de audacia narrativa en las originales intenciones de sus creadores, además de un plano final, al puro estilo Hollywood en la década de los 50. Ver para creer.

5/10

Apasionado del cine entendido como arte, como reto. Lo comercial le chupa un pie, a él dadle un buen clásico, descubridle la última rareza checa enterrada cientos años atrás, y será feliz. Sus conocimientos sobre la historia del cine le cortan a uno la respiración.

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