Crítica de Mr. Inbetween (episodios 1 a 6)
No es sólo que Mr. Inbetween parta de un cliché, es que esta misma temporada hemos tenido en Barry un ejemplo similar. Notable, por cierto. Sin embargo, de algún modo, esta serie de FX producida en colaboración con la australiana Showcase se las maneja para dar al subgénero «sicarios en crisis» una frescura y empuje considerables. Y sí, contiene varios tropos de su género (nuestro protagonista, Ray, asiste a terapia de grupo, se ve atrapado en una red de venganzas, cuida de una hija pequeña y está metido en asuntos chungos con la madre Rusia) pero sabe construir un discurso excitante manejando un personaje interesante. No exento de contradicciones, por supuesto, que uno no sabe muy bien si Ray es un hijoputa con principios, un sádico memorable, un hombre serio cumpliendo con su trabajo o un macarra empeñado en ser odiado por el espectador. Pero si el creador, guionista y actor Scott Ryan logra edificar a su alrededor toda una ficción criminal sólida y sin fisuras es porque el personaje -ayudado por su propia entrañable interpretación- tiene fuerza y carisma.
Lo demás resulta en un híbrido entre el drama criminal sórdido y violento -como un Breaking Bad australiano– y una comedia negra con tintes de costumbrismo. Ray maneja con soltura su vertiente delictiva y sus responsabilidades como padre, sus arranques de furia cafre y sus lazos afectivos para con una nueva novia y un par de sus más queridos colegas. Y así es un poco la serie, trotona y a medio camino de todo: sofisticadamente sencilla, sensible pero anegada de una testosterona estudiadamente rancia. Desolada y muy divertida al mismo tiempo. De hecho su propio planteamiento episódico ya invita al descoloque: son seis episodios de menos de media hora cada uno, una medida propia de la comedia para algo más cercano al drama. Semejante formato no le permite desarrollar en profundidad sus tramas, especialmente la de la escalada de violencia que surge con la concatenación de venganzas, pero sí resultar mucho más inmediata y efervescente.
Lo justo para crear un ecosistema interesante, cimentar unas bases estéticas (todos los episodios han sido dirigidos por el mismo realizador: Nash Edgerton, hermano de Joel), abrirnos boca y ponernos a esperar una nueva tanda de episodios para mayor gloria del binge-watching. De momento, esta media docena inicial ya se cuenta entre lo más agradable de este otoño.
Trailer de Mr. Inbetween
Valoración de La Casa
En pocas palabras
El submundo criminal australiano se da la mano con un simpático costumbrismo familiar en la obra del hombre-orquesta Scott Ryan, una serie tan macarra como entrañable.