Crítica de Mucho ruido y pocas nueces (Much Ado About Nothing)

Much ado about nothing

Al rico juguete autoral caprichoso. O quizá no, esperad. A Joss Whedon le conocíamos su obvia, perogrullil adhesión a los cánones de la ciencia ficción diversa y el fantástico de todo pelaje. Sus acólitos encontrarán gilipollesco tener que glosar la carrera de un tipo tan condenadamente relevante para la cultura popular del siglo XXI, pero no podemos dejar de mencionar que el buen señor es responsable de pelotazos nerd tan salvajes como las aventuras de la cazavampiros Buffy y su spinoff Angel, la space opera Firefly y su extensión cinematográfica de culto, Serenity, y también de la fallida Dollhouse y el mastodonte Los Vengadores, este también con spinoff televisivo destinado a ser otro bluff de público. Amén de una incontestable carrera como guionista (aún nos resuena Cabin in the Woods) y escritor de cómics superheroicos. Así que sí, nuestro aprecio hacia su persona es amplio, pero nunca nos habríamos imaginado los niveles de sensibilidad que contiene Much Ado About Nothing, nueva versión de la comedia shakespeariana, y su llegada ha sido una inevitable y maldita sorpresa. Muy positiva, además.

Acometido como un proyecto personal, rodado en brevísimo tiempo, con un presupuesto mínimo y con la participación de buenos amigos (Amy Acker, Alexis Denisof, Fran Kranz, Clark Gregg o Nathan Fillion son sospechosos habituales del whedonverso), a esto sólo se le puede calificar de boutade. Pero boutade con éxito, con chicha, con sustancia, enjundia e infinito talento. Porque como Branagh, Whedon adapta el texto del bardo al pie de la letra y nos recuerda la universalidad e intemporalidad de sus palabras: el choque entre la lírica y la actualidad de sus imágenes (bien y conscientemente puntualizada por la aparición insistente de tecnología actual) vela una certeza: el mensaje y la metodología dramática siguen siendo casi las mismas hoy día en comedias sentimentales y farsas de enredo. De modo que a pesar de lo teatral del texto, el director logra una considerable desnudez y una gran cercanía gracias a la intimidad que logra la cámara con los actores y con los elementos más puramente cinematográficos, como la fotografía, en un radiante y elegantísimo blanco y negro, o la música.

La apuesta del director es la única apuesta aceptable. La de una traslación a la pantalla no funcional, no plegada a los designios de la palabra, sino siempre tratando de darle valores añadidos. Esto se aleja del «teatro filmado», no sólo por la enorme capacidad explicativa de Whedon sino por el simple uso de los recursos cinematográficos, como la constante compartimentación del encuadre para separar a los personajes en distintos planos narrativos o la sabia utilización de la luz, de carácter muy naturalista. Para hacernos una idea, esto tiene tanto de cine indie americano de los 70 como de la elegancia del Antonioni de los primeros 60. Una agilidad y una clase que permite al realizador apoderarse de la escena (la intimidad del de tú a tú entre director y personajes recuerda a la del primer Cassavetes) para moverse en ella como pez en el agua y observar los resquicios, a priori inexitentes en el texto, entre las palabras para ahí colar mayores cantidades de comedia o exprimir los momentos dramáticos: el director trabaja y amplifica muy bien el enredo en el que se fundamenta la obra, sin traicionarlo, y al mismo tiempo profundiza en los elementos más emocionales.

Delicada, exquisita, con un tono acertado y la cantidad justa de -casi- cada ingrediente (igual flaquea un pelín en ese par de escenas musicales no dialogadas en las que se acerca peligrosamente a un esteticismo algo hueco, más cerca de la publicidad que del cine), esta nueva revisitación de Mucho ruido y pocas nueces funciona como tal, también como película autónoma, pero especialmente como nota deliciosamente discordante en una carrera enfocada hacia otros intereses. Y constatada la versatilidad de Joss Whedon ahora cabe esperar que la cultive de vez en cuando y nos siga regalando delicias como esta.

7’5/10

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Xavi Roldan empezó la aventura casahorrorífica al poco de que el blog tuviera vida. Su primera crítica fue de una película de Almodóvar. Y de ahí, empezó a generar especiales (Series Geek, Fantaterror español, cine gruesome...), a reseñar películas en profundidad... en definitiva, a darle a La casa el toque de excelencia que un licenciado en materia, con mil y un proyectos profesionales y personales vinculados a la escritura de guiones, puede otorgar. Una película: Cuentos de Tokio Una serie: Seinfeld

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