Crítica de El muerto y ser feliz
Con tres películas en su haber, Javier Rebollo ya se ha granjeado tantos defensores como enemigos. Lo cual no es sino síntoma inequívoco de estar ante un director cuyo trabajo no deja indiferente. Perdón por el cliché, pero es que para el de Madrid va como anillo al dedo: sus películas son herméticas, arriesgadas y desafiantes; buscan desmarcarse de lo establecido y eso, ya se sabe, deleita e irrita a partes iguales. El muerto y ser feliz es de hecho, la prueba más dura hasta la fecha. Con ella, Rebollo le propone al espectador, de manera abierta y directa, un juego metacinéfilo; meta, porque enseguida rompe barreras con un guion construido en función de no uno, sino dos narradores omniscientes y omnipresentes (las voces de sus dos guionistas, el propio Rebollo y sobre todo Lola Mayo). Y cinéfilo, porque el tablero se compone de un sinfín de piezas con forma de referencias y guiños de varios géneros y autores, convirtiendo la película rápidamente en una alternancia de golpes entre western, road movie, cine costumbrista, comedia negra y drama crepuscular. Con mucho de homenaje. Lo dicho, deleite casi orgásmico para unos, irritante pretenciosidad para otros.
Lo que queda fuera de toda duda es la portentosa labor del multipremiado José Sacristán en el papel de Santos, asesino a sueldo que no asesina, y enfermo terminal de cáncer que decide emprender su último viaje por tierras argentinas, antes de la travesía definitiva que lo lleve hacia el Valhalla. Este llanero solitario, cuyo estatus es rápidamente alterado por la presencia de otro monstruo interpretativo, Roxana Blanco, se antoja decadente pero digno a la vez, indefenso enfermo y protector padre putativo; ella, su escudera, es el contrapunto de igual fuerza y endeblez, si bien ambas provengan de orígenes diferentes. Y juntos forman una peculiar revisión de Don Quijote y Sancho Panza, pareja que incluso cabalga en un coche que tiene nombre de semental, Camborio. Intérpretes de lujo para una película que requiere una entrega total de ambos, al suponer un progresivo descubrimiento mutuo basado en miradas, en intercambios de silencios o estudiados diálogos (cuando la voz en off los permite). Es una evolución para delante mientras el apartado físico involuciona, decae progresivamente conforme la muerte estrecha su cerco. Y luego están esas canciones de Sacristán…
Más complicado es defender a El muerto y ser feliz por algo más que su reparto. Mejor dicho, lo difícil es recomendarla, pues la defensa es sencilla en realidad: se trata de una película distinta, pensada y arriesgada. La labor de un autor que busca los límites del campo en que se mueve para romperlos. Y sólo por eso merece ser valorada, y conservada como patrimonio cultural. Pero ya se sabe, en los juegos todo es cuestión de querer (¿poder?) entrar. Si se aceptan las reglas sólo queda disfrutar con algo menos de 90 minutos en los que uno se siente retado, sus sentidos cinéfilos activados por una propuesta diferente y de rabiosa personalidad, de la mano de un Rebollo perfectamente consciente de su hermetismo y tan brillante detrás de la cámara como ya había quedado patente en La mujer sin piano. Atrapa, seduce y agota a partes iguales. Si no se aceptan, queda un peñazo como la copa de un pino, claro. Es de esperar que quien se acerque a ella sepa a lo que atenerse, por lo que sólo queda abrirse de miras y aceptar el reto. La recompensa lo merece.
8/10
Y en el DVD…
Cameo edita El muerto y ser feliz con una sola edición en DVD, lo cual rebaja algunos enteros a la experiencia cinematográfica propuesta por Javier Rebollo. Y es que no son pocas las veces en que el grano y el ruido de la imagen son tan evidentes como para acabar desconcentrando al espectador. Por lo demás, el disco incluye una serie de extras de interés desigual:
- Autopsia de un cadáver: 49 minutos de documental que incluyen una recopilación de diversos momentos de su proceso de creación.
- Conversación con José Sacristán: 30 minutos de entrevista al actor, lo cual de por sí es muy jugoso, y con preguntas que atañen a toda su carrera. Sólo que la entrevista es a través de Skype, y durante el transcurso de la misma (con un audio grabado en directo), lo único que se ve es un par de manos desplegando noticias y recortes de prensa sobre el actor. Mejor su concepción que su resultado final…
- Su paso por San sebastian 2012 y los Goya 2013: Ocho minutos dedicados a los premios que recibió la película en sendos certámenes, básicamente, los de José Sacristán (ausente en el primero).
- 4 chevaux: Cortometraje de Marina de Contes. Dos minutos francamente pobres sobre el supuesto descubrimiento del coche de Santos, abandonado en los bosques. Cámara digital en mano, definición pobrísima, ejercicio totalmente vacua y, encima, un modelo de coche distinto. A evitar.
- La edición se completa con las habituales fichas técnico-artística y el tráiler de cine de la película, secciones fijas en las ediciones de Cameo.
Javier Rebollo o uno de los directores patrios que más me interesan desde aquella incomprendida Lo que sé de Lola (y como no, La Mujer sin Piano, el ejercicio más "Bressoniano" de nuestro cine reciente). Vamos que estoy deseando verla (se me escapó en sus fugaz paso por los cines) y ver con qué nos sorprende Rebollo esta vez, además que todo son buenas sensaciones con esta peli, entre ellas, el odio exhacerbado que le tiene Carlos Boyero. Sinónimo de calidad
PD: Mil perdones por haber desaparecido de esta forma tan absoluta. Estoy liado con temas (personales, laborales y cinematográficos) y no tengo tiempo para nada. En cuanto pueda me vuelvo a pasar asiduamente a charlar sobre Cine con vosotros. Un abrazo para ambos cracks!!!
De acuerdo en todo. Pero vamos, en TODO.
Hasta en lo de "no pude verla porque pasó fugazmente por los cines". Sigh. Menos mal ahora del DVD…
Pero ya te digo, por lo demás SÍ a todo. A lo de Bresson, a lo de que "Lo que sé de Lola" vale muy mucho y a lo de Boyero.
Añado: Javier Rebollo y Lola Mayo, leído lo leído, son las dos personalidades del cine español con, a mi juicio, un mayor abismo entre lo poco que los soporto como personas y lo mucho que me interesan como cineastas. A nivel entrevista son absolutamente insufribles…
Ale, un abrazo para ti también y, vamos, que… ¡VUELVE, MALDITO!