Crítica de La mujer explosiva (Weird Science)
En apenas dos años, entre 1984 y 1985, John Hughes estrenó tres de sus ocho películas tras las cámaras. Y dos de sus tres más míticas (un año después llegaría la tercera, Todo en un día). La primera fue El club de los cinco. La segunda es esta ciencia extraña que ahora nos ocupa, exitazo en su día y generadora no sólo de una serie televisiva allá por los 90, sino de un remake anunciado para 2015. Ahí es nada. ¿Razones del éxito? Bueno, además de contar, realmente, con una mujer 100% explosiva, La mujer explosiva vivió aquello del momento y lugar indicados. El boom de los novatos, los discos de 5’25 y los IBM personales se trasladó rápidamente al cine con un estilo y unas formas tan eclécticas como fácilmente englobables en la etiqueta de Ochentero. Una moda fácilmente reconocible pasó por que todo, absolutamente todo, tuviera su origen o su resolución mediante un ordenador, que a ser posible emitiera ruiditos divertidos y se activaran programas imposibles al pulsar como un poseso todas las teclas de un teclado. Así es como los dos nerds de esta película (Anthony Michael Hall e Illan Mitchell-Smith) crean una mujer perfecta (mítica Kelly LeBrock) según una muñeca y una suerte de simulador tridimensional. Una mujer que revoluciona el gallinero en menos que canta un gallo, significando un quebradero de cabeza de proporciones bíblicas.
Y es ahí, en las proporciones de los desaguisados que se suceden desde la creación de la mujer pecaminosa (y tentadora hormonal profesional), que esta improbable parábola bíblica alcanza la gloria. Una gloria no reconocida en su día, pero que a día de hoy requiere con urgencia una reconsideración. Porque la idea de partida puede dar pie a una serie de situaciones más o menos cómicas, que el espectador puede imaginar antes del visionado, preparándose así para una sitcom medio juvenil al uso. Nada más lejos de la realidad. La mujer explosiva tarda poco en demostrar un espíritu mucho más irreverente, incluso tórrido, de lo acostumbrado entre pre-universitarios. Y tan sólo un poco más en largarse de los raíles convencionales. Sí, ellos crean a la mujer artificial tras una serie de desafortunados encuentros con chicas reales y compañeros de clase (entre ellos, Robert Downey muy junior). Y por supuesto, ello genera gags de situación entre los dos protagonistas, la mujer, los dos compañeros que les hacen putadas y las novias de estos últimos. Pero al cabo tocan las locuras, primero del calibre de un hermano mayor más tonto que un zapato, obsesionado con la caza y los peinados quinquis y con el rostro de Bill Paxton (la locura); luego con una fiesta en casa sin padres, claro; y luego, la locura.
El malogrado John Hughes tenía cierta facilidad por desmadrarse en el tercio final de sus películas, recuperando las sensaciones de comedias inmediatamente anteriores como Desmadre a la americana (o incluso de más atrás, El guateque a la cabeza), y para la ocasión dedica arco y medio de la cinta a una locura tras otra, a cuál más descabellada. Imposible imaginar los giros que emprende un guion que es puro sinsentido, explotando hasta el paroxismo el habitual festejo (buscando popularidad del que organiza el convite) que se sale de madre, y yendo a parar directamente a una descacharrante pesadilla plagada de objetos voladores, objetos que no deberían estar ahí, destrucción… y mutantes. Ver para creer, y ojo, que los mutantes son Michael Berryman y Vernon Wells.
Obviamente, todo ello no aguanta un acercamiento mínimamente serio. Y poca ayuda le brinda el recuerdo (borroso) que se tiene de ella. “Era malísima”, dicen. Seguramente sea malísima, claro, en qué cabeza cabe que un par de niños creen una persona con un ordenador, y luego pase todo lo demás. Pero desde cierta distancia, con el ánimo distendido y tirando de nostalgia, La mujer explosiva se revaloriza y de qué manera, convirtiéndose en una comedia juvenil realmente gamberra y realmente divertida. Derrochando toda la originalidad de la que carecen tantos y tantos ejemplos posteriores del mismo género, iría siendo hora de otorgarle el lugar de honor que se merece. Quizá ahora, que la Universal la reedita en alta definición (si bien se trate claramente de una edición en DVD depurada, y carente de extras), haya llegado ese momento.