Crítica de Una mujer, una pistola y una tienda de fideos chinos

¿Le quedan fans vieja escuela, a Zhang Yimou? Alguno habrá, seguro. Gente que habrá disfrutado de un creador brillante que nos brindó años ha un generoso puñado de obras maestras incontestables, geniales, preciosas. A saber: «Sorgo rojo», «Semilla de crisantemo», «Qiu Ju», «La linterna roja», «¡Vivir!» y «El camino a casa». Pero un tipo también que no ha podido evitar perderse en sí mismo, despistar su rumbo en una especie de puré orientalista para todos los paladares occidentales algo basado en una repetición de esquemas que de todos modos ya empezaba a notarse en su primera etapa. Fans de Zhang Yimou, reconocedlo, con la autoproliferación de espadachines que tuvo su origen en «Hero», el discurso del creador chino se vulgarizó un tanto. Perdió su puntería costumbrista y su capacidad para el «profundo drama discreto» o, mejor dicho, la encauzó hacia unos terrenos más apacibles basados en la mítica y la leyenda.
Se agradece que con «Una mujer, una pistola y una tienda de fideos chinos», Zhang dé un cierto twist estilístico sin perder con ello sus coordenadas creativas. Una pirueta que supone un giro ya desde su mismo planteamiento: «Una mujer…» es un remake en clave China Imperial de «Sangre fácil», el sonado, cultificado hasta la muerte debut de los hermanos Coen en la dirección.
Pero el enfoque es extraño, y el desconcierto está servido. Zhang actúa desde el choque, desde el contraste narrativo y formal. Parece como si hubiera absorbido por ósmosis el discurso coeniano que los de Minneapolis han ido fraguando a lo largo de una carrera que se extiende durante 25 años y lo hubiera condensado en hora y media de película: lo que en los hermanos Coen tardó siete u ocho películas de subeybaja temático (del noir a la comedia redneck, de ahí a la sofisticación clásica, el drama cáustico y la bufa lisérgica) en Zhang se concreta en ese espacio de 90 minutos: «Una mujer…» conjuga en sí misma, y de manera esquizofrénica, un carácter intergenérico de buscada brusquedad. Y se convierte en película-túrmix que canibaliza no sólo todo el cine de su autor sino también el de los directores del original en que se basa. Pervirtiendo los códigos del negro para sí y fusionándolos o contraponiéndolos al western, al cine de artes marciales, a la farsa guiñolesca o al drama desértico.
Todo ello a partir de un argumento que es casi exactamente igual que el de su referente (y algo más: algunas secuencias están idénticamente planificadas), con lo que conserva ese tono de negroide fantasía pulp, solo que experimentando con la elasticidad del relato y con las capacidades de este para adaptarse a un nuevo contexto. Y eso termina haciendo del realizador, y no sé si muy a su pesar, una especie de iconoclasta 2.0.
Zhang cultiva un ritmo desacompasado, a ratos contemplativo, otros hipervitaminado; momentos verborreicos combinados con largas secuencias de silencio; alegría exultante que da pie a una tensión insobornable. Alegres personajes, caricaturas salidas casi de un cartoon pedestre, dándose la mano con personajes de una extrema rudeza, y vertebrados de manera transversal por el andar inexorable del hierático detective.
Todo lo psicótico que parece. «Una mujer…» es capaz de irritar, exasperar y conmover sin despeinarse. De resultar grotesca, excesiva, caricaturesca y escatológica con burda facilidad. Y sin embargo no hipoteca esa aturdidora capacidad visual remarcada por una fotografía de una belleza policromática arrogante y un planteamiento pictórico del plano, todo filtros, correcciones de color y trucajes fotográficos para llegar hasta esa especie de nocturna irrealidad paisajística selenita o a la reventona estampa desértica diurna. Muy de cantidad por encima de calidad, ya sabéis.
Y es que Zhang Yimou, no hace falta ver demasiadas de sus películas para darse cuenta, es ante todo y hasta el final, un esteta. Y aquí, no podía ser menos, mantiene su febril sentido plástico y, otra de sus señas de identidad, ese evidente dominio escénico, concretado en estupendas coreografías de cámara.
Pero. Siempre hay un pero. Porque en realidad, asumido todo esto, la cosa termina fallando de alguna u otra manera. Es fácil sentir que Yimou ha dado salida a otra chuchería de sabor glúcido y pocas propiedades nutritivas. Es fácil también sentirse sobrepasado por el carácter teatral del guión (que en el original coqueteaba con la serie B, pero no la abrazaba gracias a su cáustica sarna), por las salidas de tono formales y por los excesos de todo tipo (especialmente, sí, estéticos), poco compensables con los hallazgos de realización, que también los hay.
Y «Una mujer…» termina convertida en una rareza que no llega a gran película… pero que tampoco conviene desestimar con irreflexiva facilidad. Porque como obra en conjunto será fallida, pero como experimento es interesante. Y además demuestra que Zhang Yimou, si no un autor total, sí sigue siendo un artesano cojonudo.
6/10
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Xavi Roldan empezó la aventura casahorrorífica al poco de que el blog tuviera vida. Su primera crítica fue de una película de Almodóvar. Y de ahí, empezó a generar especiales (Series Geek, Fantaterror español, cine gruesome...), a reseñar películas en profundidad... en definitiva, a darle a La casa el toque de excelencia que un licenciado en materia, con mil y un proyectos profesionales y personales vinculados a la escritura de guiones, puede otorgar. Una película: Cuentos de Tokio Una serie: Seinfeld

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Comentarios

  1. Me lo voy a mandar al Kindle, para leerlo tranquilamente, que tiene buena pinta.

  2. Kinder? leerlo?

    huh…

  3. Interesante y bonita, la crítica. De la peli, me seduce la parte plástica. Yo la veré.

    "(…) una fotografía de una belleza policromática arrogante (…)"
    Me ha encantado el adjetivo, muy sugerente y muy efectivo, al menos pa mi, es una de las cosas que me hará ir a ver la peli.

  4. Si hombre, es un lector digital que tiene más cantidad de leche que de chocolate. Y ahora, tengo una extensión en el navegador, le doy a un botoncito y me lo manda por wifi al susodicho.

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