Crítica de Los mundos de Coraline
Reconozco abiertamente que a) no soporto a Neil Gaiman, a quien considero uno de los guionistas de cómics más pedantes y sobrevalorados, y me aburre soberanamente su pomposidad gótico-dark-emo post-Skellington; y b) me da mucha rabia el reciente fanatismo que rodea a Pesadilla antes de navidad (y a Tim Burton en general), hoy en día convertida en el icono de un determinado grupo social chupi-gótico-guay que por mucho que alardee de camisetas, bolsos y bragas con dibujos de la película ignora que, efectivamente, su director no es el mismo de Eduardo Manostijeras.
El lector puede, por tanto, imaginar que al aparecer las primeras imágenes de Los mundos de Coraline mis sensaciones fueron de todo menos positivas, pues la película prometía (y de hecho, es) una descarada exaltación de todo lo que defienden Gaiman y los chupi-góticos de medio pelo.
Sin embargo, no puedo sino rendirme a la evidencia: la película a tratar es (casi) tan fantástica como lo fue, en su día, Pesadilla antes de navidad.
A caballo entre Alicia en el país de las maravillas y Las crónicas de Narnia, Coraline trata de una niña aburrida en su nueva y desangelada casa hasta que descubre una puertecilla en la pared que conduce a un universo paralelo en que sus padres son un encanto, la casa brilla de alegría, los animales hablan y los vecinos son mágicos. Aunque ya se sabe, las apariencias engañan, y quizás tanta felicidad esconda peligros inauditos…
Con tan simple y previsible argumento, Selick explota todo su arte y poderío visual regalando un espectáculo tan impresionante como cualquier película de Pixar o Ghibli. Colorista, dinámica y rodeada de un universo extrañamente embriagador, Los mundos de Coraline funde en un solo recipiente lo mejor de las nuevas tecnologías (en algunos cines podrá verse en tres dimensiones) con la clásica técnica de stop motion de la que el director es experto, logrando mejorar aún más la senda que recorrieron Pesadilla antes de navidad, James y el melocotón gigante o La novia cadáver.
De hecho, es precisamente el apartado técnico su principal baza, y consciente de ello la película decanta descarademente la balanza hacia él, relegando entramado argumental y personajes a un plano más bien segundón.
Ello implica que si bien el aspecto formal ya justifica sobradamente el visionado de la película por sí solo, ésta sufre de más de un tropezón rítmico y peca de cierta frialdad general que evita que los sentimientos vayan a la par que los sentidos.
Aunque no quiere decir que la película sea totalmente apática, ni mucho menos, y de hecho su segundo pilar fundamental radica en las variopintas sensaciones que se van desprendiendo conforme avanzan sus minutos, comenzando por la alegría y el infantilismo (en el buen sentido) y acabando en el temor hacia un mundo convertido en pesadilla, que de buen seguro causará más de un mal rato al público más pequeño. Y es que como ocurriera en Pesadilla antes de navidad, el metraje de Coraline queda netamente diferenciado en estos dos sentimientos (felicidad y terror), distinguidos mediante un hábil y enfermizo juego de fosforescente y neón muy similar al temible hombre del saco verde que acosaba a Jack Skellington y Sally.
Como vemos pues, no puede decirse que el film sea perfecto, pues sus altibajos rítmicos y emocionales la descompensan inevitablemente llevando a situaciones demasiado alargadas y otras (todo el tramo final) algo precipitadas. Además, la mayoría de los personajes no están todo lo bien definidos que cabría esperar y sus dobladores no hacen demasiado por sacarlos de su indolencia, haciendo de la propia Coraline una suerte de Juno descafeinada.
Sin embargo, a todo ello se contrapone una belleza formal inaudita, que reniega completamente (¡y menos mal!) de la obra original para crear un universo creativo propio, deudor de la dichosa pesadilla navideña pero sumamente acertado en su mezcla de realismo y lo onírico.
Su alternancia de tan encontrados sentimientos, y la potencia de muchos de ellos, hacen de él un film para niños que no gustará a los niños, con momentos esplendorosos y luminosos y otros de una truculencia subyacente que puede incomodar incluso a adultos.
Por todo ello, Los mundos de Coraline se convierte en una película admirable, original y sorprendente, una alternativa perfecta ante el agotador aluvión de superproducciones prefabricadas (del que, de momento, sólo se salva Star Trek) que desprende, y esto es importante, esmero por hacer de ella una obra de arte. Y esto es algo que muchos parecen haber olvidado hoy en día. (¡Corran a verla antes de que las salas se llenen de fanáticos disfrazados!)
Un puñado de curiosidades sobre Los mundos de Coraline
Valoración de La Casa
En pocas palabras
Una alegría, en forma de película de animación que fusiona dos mundos igual que dos públicos (adulto e infante) con acierto y sutileza para cautivar por igual.
AGHHH COMO PUEDES DECIR ESO DE GAIMAN!!! HAS LEIDO AMERICAN GODS? DIOSSSSSS ES LA PRIMERA VEZ QUE NO ESTOY DE ACUERDO CONTIGO!!!
Bueno, que se le va a hacer, para gustos los colores…pero duele, dios mio escritor favorito…
No gracias, ni lo he leído ni pienso hacerlo!!! lo siento, pero no puedo con este tío, me aburre tanto su rollo topeguay-gótico como sus historias de por sí (y por cierto, a la que critica Coraline en el diario Público tampoco le hace gracia el tío: no estoy solo en el mundo, bien!!)… pero oyes, que he dejado bien la peli y eso…no? ;)
Q ganas de Ver esta PELI""!!!!!! Y esta semana veo dificil q pueda ir a ver la T_T
jeje, yo la próxima semana repito con mi mujerzuela!
R Y A R! Ha desaparecido tu comentario? O lo has borrado a propósito? Lo tenemos en nuestr bandeja de entrad en todo caso, así que dinos qué, que en todo caso lo copiamos y pegamos!