Crítica de Nader y Simin, una separación
Atención, damas y caballeros: Esto que viene puede ser el bombazo del año en las salas más alternativas, europacinemales y gafapastiles de nuestra pobre geografía. Desde luego los precedentes la avalan. Nader y Simin, una separación ha sido un exitazo en varios países de Europa, y especialmente en Francia, auténtico termómetro de la repercusión del cine minoritario gracias a la acumulación de fatuas intellectualités por metro cuadrado y a la sempiterna afición por el cine de los galos. Como guinda del pastel, la cinta de Asghar Farhadi se alzó con el Oso de oro de la Berlinale, así como con los premios (colectivos) al mejor actor y a la mejor actriz. Nunca antes en la historia del festival se otorgaban tres premios a la misma película. Y por cierto, en imdb.com la película ha entrado en el Top 250 en la posición 203 y sigue subiendo. Ahí es nada.
¿Pero qué narices es Nader y Simin? Pues como decíamos, es el nuevo filme del iraní Asghar Farhadi. ¿Iraní? ¿Como Abbas Kiarostami? Errr… sí, pero éste va por otros derroteros, al menos formales. ¿La película dará que hablar? Aún es temprano para decirlo, pero huele a Oscar. ¿Tengo que memorizar el nombre del director? Mira, pues sí.
Vayamos al grano: Nader y Simin son un matrimonio en trámites de separación. Desde la primera escena entendemos que los motivos de ruptura sobrepasan su relación. La pareja decidió tiempo atrás que se irían a trabajar al extranjero. Llegado el momento, Nader se echa atrás: su padre esta muy enfermo de Alzhéimer y no le puede dejar solo. Su mujer se mantiene en sus trece y se va de casa, y Nader se ve obligado a contratar a una mujer que cuide a su progenitor mientras él trabaja. Un día, cuando regresa a casa con su hija, se encuentra a su padre tirado en el suelo, con una mano atada al cabezal de la cama, y aquí empieza el drama.
Porque señoras/es/us, esto es un drama, con un leve matiz policiaco si quieren, pero un drama con todas las de la ley. Una historia complicada, sensible a caer en los excesos, que Farhadi controla con pasmosa habilidad, manejando los códigos del género como pocos y perfilando personajes que están a años luz del cliché más tedioso. Ya en los primeros minutos el talento del director se hace patente en el tempo de las escenas y en un dominio del espacio cinematográfico que revela a un cineasta maduro, capaz de integrar la narración en su entorno sin asomo de artificio. Lo que podría ser un melodrama al uso adquiere la fuerza de un buen relato, ambicioso y más poliédrico de lo que parece cuando estalla el conflicto. Secundado por intérpretes consistentes, el drama avanza con seguridad y sin caer en puntos muertos, manteniendo la credibilidad del conjunto en todo momento y apabullando al espectador con las reacciones de unos personajes que, por encima de las diferencias culturales entre nuestras comunidades, sacan a relucir inquietudes perfectamente compartibles, actitudes humanas, bajezas identificables.
Hace un par de años, Asghar Farhadi sorprendió al respetable con A propósito de Elly, un drama que explotaba las tensiones que se producen en un grupo de amigos cuando, en una jornada en la playa, uno de sus integrantes desaparece sin dejar rastro. Con Nader y Simin, una separación, los buenos presagios no hacen más que confirmarse. Su nuevo trabajo revela a un director que ha asimilado los códigos del lenguaje cinematográfico y que se mueve a su antojo con un estilo que ha sabido combinar pretensiones autorales con una narración accesible al gran público, garante de una vida comercial que no debería ser corta. Cuando salimos de la sala de cine la sensación general es la de haber asistido a un filme mastodóntico, capaz de exponer grandes temas a partir de un relato en apariencia anecdótico y que se va enredando cada vez más. Y por encima de ello, el sueño anhelado de tantos cineastas: horas, días más tarde de su visionado, la historia de Nader y Simin, y de todos los personajes que los rodean, permanece en la memoria, creciendo en dimensión y significado.
8/10
Por Manel Carrasco
Muy buena pinta. Manel, imprescindible en pantalla grande? (ya sé que la pregunta es cutre, pero necesaria, en serio, hay que elegir)
Pos yo ya pensaba verla de antes. Pero amigos, amigas, si Manel dice que hay que ir a verla, HAY QUE IR A VERLA.
Mañana sin falta.
[*Manel puede dar fe de la anécdota: nos pusieron el pase sin avisar previamente un día al salir de la última de Statham. "¿Os lo habéis pasado bien? Pues tomad dos horas de cine iraní". Personalmente, no tuve coj…]
¿Que si es imprescindible en pantalla grande? Hombre… No es El árbol de la vida, y los velos que llevan no se ven en 3D. No, no es imprescindible, pero es una buena opción en la cartelera siempre que entendamos que no es cine de domingo.
Y sí, Blutarsky, a las 12 de la mañana, tras una ensalada de tiros a tres bandas y nosotros con esos pelos, ponte a ver un dramón de este calado. La prueba de que entra bien quizá sea que ni me dormí, ni miré la hora… :)
Ok, thanks, pantalla pequeña ;))
Vista.
Y maravillosa. En mi opinión la película del año, salvando el satélite Malick…
Vaaaale…. pantalla grande ;))
Sí, la verdad que es que rondé el 8,5 un buen rato, pero estoy algo cicatero. Puede ser la peli del año (cultureta), sí. Aunque también te tengo que decir que si no fuese porque El ilusionista es de la temporada pasada, tendría el corazón partío…