Crítica de New Girl (primera temporada)
El espectador seriéfilo, hoy en día, peca de precipitación. Aunque quizás no sea culpa suya, sino del canibalismo por el que pasa el sector gracias a sus máximos gerifaltes. Siempre ha habido series y siempre se ha competido por la mejor audiencia, pero desde el último boom, ese que se situaría más o menos cuando Perdidos (¿o quizás cuando la injustamente olvidada 24?), las cosas han cambiado al borrarse de un plumazo el elemento que le daba sentido a todo: la paciencia. Ya no hay paciencia por parte de las cadenas televisivas para preparar el terreno de un producto concreto, ni para cuidarlo como es debido, haciéndolo madurar hasta ver cómo va de audiencia a medio/largo plazo. Las series se acumulan en las parrillas televisivas (y en los discos duros), los deberes aumentan exponencialmente, y por eso mismo, el espectador descarta infinidad de propuestas a velocidades que antes resultaban impensables. Uno, dos episodios, y si no convence, fuera. Eso fue, sin ir más lejos, lo que un servidor hizo con New Girl, l nueva y exitosa propuesta de Elizabeth Meriwether. Enésima comedia con síndrome post-Friends, grupo variopinto de personajes más o menos idiotas, y al mando del barco, una Zooey Deschanel que reta en sus dos primeros episodios al espectador como diciendo: “oh, sí, me voy a pasar media temporada cantando, y la otra mitad poniendo voces de tío”. Novedades ninguna, alto riesgo de irritaciones, y problema de última hora traducido en un cambio de reparto no sin licencias de guión de por medio. Pintaba mal, la verdad. Y sin embargo…
…No, no se convierte en la gran maravilla de golpe, y al darle una segunda oportunidad a la primera temporada completa no se va a descubrir la comedia definitiva ni mucho menos. Es más, el primer bloque de episodios no pasa de la mera corrección. Pero ahí es donde entra en juego la paciencia: se trata de capítulos de 20 minutos en los que se puede ir rescatando algún chiste gracioso, alguna situación curiosa, algún personaje con potencial. Vamos, que a poco que se quiera aplicar ese plus, a poco que se tenga la voluntad de ver si se acaba de desarrollar el potencial que apenas se le atisba en sus primeros y erráticos compases, pues oigan, al menos, cumple. Conscientes unos (responsables de la serie) y otros (espectadores) de la liga en que juega y las limitaciones que a ello se le asocian, New Girl se sitúa en una muy holgada posición por encima de, sin ir más lejos, el otro sucedáneo de Friends por excelencia, la muy sobrevalorada Cómo conocí a vuestra a madre. El concepto es el mismo, pero Jess y compañía, este peculiar cuarteto de tres chicos y una chica que comparte piso, disfrutan de una mejor caracterización al alejarse de lo puramente canónico (ligeramente, ojo, ya ha quedado claro que son de la misma familia), y sacar a relucir personalidades más frescas.
La completa subnormalidad no es, por ejemplo, el único rasgo descriptivo del «personaje tonto» (el Joey Tribbiani de la función), de la misma manera que el listillo de turno no carece precisamente de vacíos de inteligencia siderales, ni el pasota-de-vuelta-de-todo es menos lamentable emocionalmente que cualquier otro. De la misma manera, la protagonista dista mucho de ser la típica guapa, que también, sino que la revolución que supone su inclusión en un grupo de amigos varones con complejos (serios) de Peter Pan se da mediante sus facetas más indie, freak… o de vergüenza ajena. Y lo mismo puede extrapolarse a toda la serie en sí: pasa por absolutamente todos los lugares comunes que pueda uno imaginar, pero aplica en ellos matices distintos, con el reclamo lejano de una personalidad más socarrona (el capítulo de la lesión genital, el del trío); o bien incluye algún giro moderadamente inesperado. Justo, muy justo, pero suficiente como para que su visionado no suponga una total pérdida de tiempo. Y ya con este chip puesto, resulta que acaban saliendo algunos gags de antología bien por su atino (el destrozo de la tele), bien por su ataque directo a nuestro corazón: porque que un personaje decida ponerse al día tras dos años perdido por Europa del Este, y lo haga viendo en dos pantallas de manera simultánea El discurso del rey y The Human Centipede, le saca una sonrisa hasta al más incrédulo; y que otro personaje se pregunte, en relación a sus fracasos amorosos, si se está destruyendo involuntariamente debido a que es una Cylon, ya…
Que no, que vale, estamos en las mismas. No dejan de ser anécdotas, excusas que en ningún momento justifican que haya que sacrificar otra serie mejor para ver New Girl. Episodios buenos desde el primer y hasta el último minuto, redondos, habrá dos, perdidos entre los veintidós restantes de toda la temporada. Se trata de una serie para matar el rato, tontorrona, y desde luego, lejos de la brillantez humorística de Colgados en Filadelfia o los mejores momentos de The Office. Aprovecha el filón aún vigoroso de Friends y se sube al carro de quienes intentan emularla; pero resulta que acaba situándose a los mandos de dicho carro. Y es que, máxime si consumida en modo atracón, la dichosa chica nueva y su grupo de lisiados sociales acaban enganchando. Y si encima los van acompañando actores de la talla de Justin Long, Lizzy Caplan, Mary Elizabeth Ellis o Dermot Mulroney (el amigo de La boda de mi mejor amigo), la fiesta acaba siendo completa.
6,5/10
Y en el DVD…
20th Century Fox edita la serie en España y lo hace, al menos de momento, únicamente en DVD. Tampoco es que haga falta pasarse a la alta definición: aparte de su estilo colorista, la serie no es que sea un prodigio visual (es prácticamente una sitcom, con exteriores escasísimos), por los que los tres discos en que se distribuyen sus episodios bastan y sobran para garantizar un visionado en condiciones casi perfectas. A los 24 episodios les acompaña además un puñado de extras (también ellos distribuidos por los discos) que sin ser nada del otro mundo, alargan un poco más las risas. Hay en total unos 15 minutos de escenas eliminadas o extendidas, así como chistes alternativos en los que, básicamente, la cámara sigue grabando mientras sus actores tiran de improvisación. Además, tres episodios (el piloto, el final y Bad in Bed) cuentan con audiocomentarios de corte moderadamente festivo; y la edición se completa con el documental Viste como Jess (8 minutos dedicados exclusivamente a analizar el vestuario de Deschanel en la serie), los Castings con Lamorne (quizás el extra más estimulante: cinco minutos del actor que aparece desde el segundo episodio en adelante, preparando diálogos con el resto de actores de la serie), New Girl: La evolución de un episodio (un Cómo se hizo de nueve minutos y poco, más bien vulgarcillo) y otro plato fuerte para el humor: una Bobina de tomas falsas de poco menos de nueve minutos de fallos y más risas que completan una edición quizás no espectacular, pero más que digna.