Crítica de Nightcrawler
El pasado día 11 de enero de 2015 algunas publicaciones se hacían eco de la autoría del más popular video del ataque terrorista contra la oficina parisina de la revista Charlie Hebdo. Aquellas imágenes que mostraban a los dos encapuchados disparando y rematando a un agente de la policía de repente tenían detrás a un responsable, un hombre llamado Jordi Mir que automáticamente se convertía en reportero improvisado armado de smartphone, en altavoz popular de una información al colgar dicho video en su Facebook. En cuestión de un cuarto de hora Mir lo eliminaba de su muro, pero las imágenes se habían viralizado. Y poco después el hombre expresaba su arrepentimiento por no haber reflexionado entorno a la ausencia de confidencialidad en las redes sociales. Bien, de alguna modesta manera la de Mir es una historia que arroja una pequeña reflexión entorno a nuestra realidad global y a nuestro posicionamiento y responsabilidad frente a la difusión y comprensión de la información. Pero ¿qué ocurre cuando la acción emprendida por este señor se hace de manera profesionalizada, sistemática, con fines monetarios y desde una total ausencia de sentido de la responsabilidad civil? Ocurre lo que ocurre a diario: el triunfo de un modelo informativo (ya cimentado a lo largo de los años) basado en la lucha por la audiencia antes que en el enfoque empático, el respeto por la intimidad y la conciencia deontológica.
Nightcrawler se plantea cuestiones de esta índole. Articula una visión crítica del medio informativo que ya esgrimió el Sidney Lumet de Network, un mundo implacable, que antes había ensayado el Billy Wilder de El gran Carnaval y que actualmente parece patrimonio del Charlie Brooker de Black Mirror, por poner tres de los más ilustres ejemplos. Un enfoque sobre una temática a la que ahora viene a contribuir el debutante realizador Dan Gilroy -hasta ahora guionista mediano- con una película que no supera en lucidez, acidez, sutileza, punch ni originalidad a sus precedentes, pero que aun así guarda muchas cosas interesantes que ofrecer. Y que cuanto menos revalida esa visión agria sobre un tema que lejos de remitir parece que aún va a guardarnos muchas sorpresas desagradables en forma de nuevas cotas de amoralidad por parte de ciertos medios de comunicación. Gilroy nos cuenta la historia de Lou, un joven asocial que pretende buscarse la vida de alguna manera no necesariamente ortodoxa y que va a toparse con un nuevo filón inesperado: las imágenes amateur de crímenes y accidentes escabrosos, por las que los informativos televisivos pagan altas cantidades de dinero al contado. Lou se agencia un chisme capaz de sintonizar con las frecuencias de las radios policiales y se lanza al corazón de la noche, a cazar la noticia de primera mano adelantándose a los propios agentes. Realiza un reportaje kamikaze y corre a vendérselo a Nina, una famosa editora de informativos de la ciudad.
Piensa en nuestro programa como una mujer corriendo calle abajo con el gaznate rebanado. Semejante descripción, palabras de la propia Nina, refleja perfectamente tanto el desinterés de Gilroy por el matiz como su índice de carga biliar. También podría hacerlo aquella famosa máxima casi distópica -en cualquier caso desesperanzada- de la profesión periodística: no dejes que la realidad te joda una buena historia. Tal es el nivel de espesura de la crítica de Nightcrawler, que empieza como una especie de retrato social de un desclasado un poco caradura, parodia de un sistema de vida y de una búsqueda de sustento, pero que termina en un plano expresivo algo distinto. Al mismo tiempo que va penetrando el suspense e incluso alguna que otra gota de cine de acción, van cobrando fuerza los temas centrales de la película: la codicia, la hipocresía, la manipulación, la ausencia de escrúpulos. Y la historia va despojándose de una cierta literalidad y moviéndose hacia un universo casi alegórico, podría decirse de cuento moral a la antigua usanza, o incluso de parábola. Hacia una sátira tan ácida como poco disimulada (el final de la transformación de Lou ya está despegado de toda sutileza) sobre los nuevos líderes sociales y sobre cómo estos construyen un emporio entorno a un ego y encima de los cuerpos amontonados de todos los demás. Un reino unipersonal que, sin embargo, es ajeno al contacto humano: en el fondo Lou sólo sabe comunicarse con la realidad interponiendo una cámara entre ambos y sólo es capaz de establecer una relación sentimental de una manera turbia e inestable.
Gilroy no pretende sentar cátedra sino sólo, aparentemente, orquestar un buen producto de género con cierta densidad neuronal. Y al respecto la película resulta totalmente satisfactoria: es endiabladamente entretenida y destila un ochentero tono pulp. Su puesta en escena urbana es tensa, eléctrica y la planificación y el montaje están ejecutados con un pulso envidiable. Vibrante, segura y bien empaquetada, en general y en definitiva la propuesta es sólida en lo visual, a pesar de algún momento videoclipero y su tendencia a esa especie de esteticismo nocturno que Drive pareció llevar con resultado óptimo a su límite expresivo. Además contiene una interpretación principal de Gyllenhaal a ratos muy lograda y que se percibe tristemente como un reflejo de una modernidad muy identificable en cualquier sociedad occidental. Con todo Nightcrawler no aporta nada nuevo al tema pero lo mantiene vigente, oxigenado y abastecido de la mala leche que hay que ir insuflándole de vez en cuando. Y ante todo resulta un debut interesante, el del Dan Gilroy director, que abre la puerta a posibles cosas mejores que las que nos tenía acostumbrado como escritor.
Trailer de Nightcrawler
https://www.youtube.com/watch?v=CWJJzYspO-o
Valoración de La Casa
En pocas palabras
No descubre nada nuevo pero se esmera por ofrecerse como un buen thriller con cierta voluntad por hacernos pensar. Va que te estrellas.
Muchas gracias por vuestras críticas chicos!!!!
¡De nada!
Gracias a ti por leernos ;)
Un saludo