Crítica de No controles
Quien más quien menos todos nos hemos encontrado alguna vez en la tesitura de tener que pasar un fin de año en un hotel de carretera, las autopistas colapsadas, rodeados de una tropa de freaks e intentando recuperar al amor de nuestra vida. ¿No? Claro, si es lo que yo decía.
Bueno, igual, todos no. Igual es esta una situación arquetípica desde la que arrancar una comedia fiestera canónica, con sus cotillones etílicos, sus momentos «Jo, qué noche», sus versiones patilleras del tío del cable y demás. Una cosa como muy de película, vale. Pero si, como en «No controles», es Borja Cobeaga (tipo de interés desde «Pagafantas«) quien lleva el timón, entonces la cosa puede llegar a convertirse en algo como natural, como del vecino de al lado o del colega ese del pueblo que vemos los veranitos. Y entrañable lo suyo, qué coño.
Es que esta es la tónica, partir, homenajear, fusilar, qué importa, el cine de los desfases añonuévicos de navidades improvisadas en aeropuerto, las farras sesenteras («El guateque» en el entrecejo), el espíritu de los ochenta («Esto es como ‘La jungla de cristal’ del amor») y lo que se ponga a tiro (Cobeaga y los suyos son un Larousse de cultura pop) para empaquetar una comedia fresquita fresquita, que no se complica la existencia y desde luego no pretende consolidarse como el abecé del género. Pero que, mire usted por dónde, puede convertirse en el camino a seguir (un camino a seguir) por la comedia nacional, ahora que Almodóvar hace mucho tiempo que no hace gracia, Trueba nunca ha tenido demasiada y los directores jóvenes parecen querer mirar hacia otro lado, hablar con acentos extraños y pasar por yankis (Fernando González Molina) o europeos (David Pinillos).
Lo de Cobeaga es distinto. Es asumir como propia esa comedia americana ochentera, sí, pero aunarla en un solo mogollón con los escapes de surrealismo tebeístico patrio. Como juntar a John Hughes con Ibáñez, a Blake Edwards con Martes y Trece, o a Judd Apatow con Gila. Pasarlo por un túrmix de embarrassing humor y looserismo entrañable, siempre desde la tónica de la comedia sentimental treintañera de toda la vida, con sus triquiñuelas de manual y sus temas recurrentes (problemas de amor, trabajo y familia). Esa, justo esa que pide a gritos gracia y salero y entonces cuando lo consigue, termina funcionando. Mejor dicho, engañándonos. Y nosotros, que somos completamente conscientes, tan ricamente.
Pero en el fondo, engañarnos poquito, que el director sabe lo que se hace. Mueve su cámara con facilidad, sin grandes aspavientos pero haciendo fluir el relato con naturalidad y siempre tomando el humor como punto de partida para planificar y encuadrar. «No controles» es ochenta por ciento guión; y el resto una realización que de atinada entra suavecita.
Y le da lo suyo al vodevil con una plantilla de personajes que parecen salidos de un remozado de Berlanga: un presunto examigo aspirante a humorista, pura grasilla churretosa con aspiraciones stand up, un pobre sudamericano con trabajo desgraciado y esposa demasiado lejos, un recién divorciado con bronceado caribeño y sospechoso manejo del sentimiento de abandono, y así. Zoo humano que rodea la aparente sensatez de una pareja que hace tiempo, no sé por qué, decidió hacerse adulta y perderse la fiesta.
Necesaria intervención de amigos, por supuesto.
Celebración de la amistad, mirada a la soledad y a la necesidad de compartir cosas con alguien (quien sea): todos están grandes, pero el personaje de Julián López (atención al rebautizado: Juancarlitros) es sencillamente antológico. Y punto.
Pero no nos pasemos, «No controles» no es perfecta. En su honestidad (eso lo es un rato) y su sinceridad, termina acusando un ligero bajón de ritmo donde debería subir hasta tocar el cielo. Y uno echa en falta un poco de descontrol, una escalada climática como más contundente, más salvaje. Un crescendo de animaladas que termina no llegando, cediendo más a la historia romántica, a la parte sentimental. Una falta especialmente dolorosa en una película titulada «No controles». Pena por el cómputo global, que queda por debajo de lo que podría haber sido: el gran desfase nacional. Nuestro propio y privado «Desmadre a la española».
Pero no sé qué pasa. Porque será que no nos hemos embuchado comedias románticas ni nada. Que la historia contada no la hemos visto miles de veces. Que esos chistes merluzos no están desgastados hasta lo indecible. Pero el caso es que «No controles» supura a partes iguales encanto, referentes molantes, brillos humorísticos de no preguntarse qué gusto, descacharre generalizado y una colección de escenas emotivas coladas con bastante gracia. Entra como un guante y encima te deja el aliento con olor a turrón Suchard. Gustico, oyes.
6’5/10
Respeto la opinión, pero hace daño leer esta crítica de lo mal escrita que está.
Es verdad, sobre todo las jotas, las eses y las emes, le salen fatal, no hay quien las entienda.
Sí tío, las jotas están hechas de culo, de verdad, habría que matar a Blutarsky por lo mal que escribe.
Gracias por interceder, marc, pero no vale la pena, este es de los que entran a criticar así porque sí, y luego no asoman la cabeza nunca más. Será un pobre desgraciado envidioso por ser incapaz de crear algo por su cuenta, que lo mejor es destruir en vez de construir…
Si Cap, es que hay cada pollo por ahí, je,je.
"tanto gilipollas y tan pocas balas", que diría aquél…
Ohhh, que clásico, esta noche re-veré Ford Fairlane. Cuando se acueste mi señora, claro. Que por alguna extraña razón no soporta la peli.
curioso, también le pasa a la mía. Y a la de Bluto pondría mi mano en el fuego…
JUAS, la mía creo que la despacharía con un sonoro… "¡¡jó-o-óoooooo!!"
Aunque Capi, conociendo a la tuya ¿seguro que le pasa? No me extrañaría nada tener en ella a una fan del viejo Fairlane. Pero nada nada.
Enfín, sí, he vuelto de las vacaciones. Y gracias por gestionarme el tema del anónimo ese. Con gente como vosotros se puede uno ir a visitar islas tranquilamente. Esto… si eso me vuelvo, ¿vale? Que mañana si piso el trabajo soy capaz de que me dé un Columbine de esos…
¡Abracetes a los dos!
Por cierto, intentaré solucionar mi pequeño problema de h… hhho… hhjjhho…. hhjohhhjjjjhtas…
Es complicado, entendedme…
bueno, se la sabe de memoria y la cita cada dos por tres, pero a su vez reniega de ella. Mujeres…
La mía se ha descojonado esta noche viendo "Jackass 2" mientras cenábamos. MUJERES.
¿Islas? ¿Canarias, de donde es un servidor?
para la caligrafía te recomiendo las cartillas Rubio.
Jackass, ahhh, el fino humor…
Cito: "No, Capi, hoy no vienes a ver pelis a casa, que estamos cansados del viaje y nos iremos a la cama en seguida". Y luego ven Jackass 2. No la 1 ni la 3, no. La 2. La que peor me lo hizo pasar. Ahora no te hablo.
Marc, me refería a "las otras islas". Esas en las que se comen ensaimadas y sobrasada. Solo que casi no hicimos ni una cosa ni la otra, más que en el desayuno del hotel. Visca es producte de sa terra…
Y Capi, es que fue ver a Steve O esnifando Wasabi y potando una extraña sustancia transparente y nos quedamos enganchaícos. Eso sí, en un visto y no visto nos quedamos fritanga perdidos…
A esta película le habría venido de perlas un par de meses más de trabajo con el guión. Hay transiciones que dan vergüenza, como esa en la que el ecuatoriano sube por el ascensor con un tembleque de piernas porque dos se han quedado encerrados en la azotea. A pesar de todo, me he reído mucho y he descubierto a Alexandra Jiménez, que no la conocía yo.
Buen descubrimiento, el de Alexandra Jiménez, sí. Pero también me atrapó bastante Mariam Hernández, no sé aún por qué…
No sé si más tiempo de cocción en el guión le habría quitado frescura al asunto… En fin, no es un libreto perfecto, tiene sus debilidades, pero también un aire urgente que le sienta de maravilla, creo yo…
Salud!